11.Preguntas

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A su padre nunca le agradó que Wonsik sustituyera un balón de fútbol por una brocha o una equipación de baseball por una ropa manchada de pintura, no veía bien que prefiriera estudiar historia del arte antes que para abogado o médico. Pero si le hubiera hecho caso, no estaría en estos momentos dejando boquiabierto al pelinegro con su sabiduría mientras lo guiaba por otra zona de Seongnam.

- Mi cuadro favorito es El matrimonio Arnolfini de Jan Van Eyck. – Miró a Taekwoon, pero este solo frunció el ceño, en señal que no conocía ni al pintor ni a la obra. – Es un cuadro que a la vista no es nada del otro mundo, pero si te fijas en los detalles es toda una delicia. Algo como tú.

- ¿Eso es un insulto o un halago? – Sonrió ante aquella pregunta, pero decidió ignorarla.

- El cuadro representa a un matrimonio en una simple habitación junto con un perro. Pero lo impresionante de este cuadro son las texturas. – Sacó su teléfono para buscar la imagen y enseñársela a Taekwoon. – Fíjate en la tela de la ropa de la mujer o en el pelo del traje del hombre, mira también con que minuciosidad está pintado el suelo o los zapatos para que aprecies que son de madera o el reflejo de la lámpara del techo.

- Es extraordinario.

El pelinegro no lo decía por cumplir, de verdad se sentía impresionado por la obra que le estaba mostrando y Wonsik se sentía encantado de compartir algo así con él, pues en comparación con Hyuk, este observaba el cuadro maravillado y no con un bostezo.

- En el espejo está reflejado el mismo espacio e incluso se puede ver una tercera persona, dicen que es el mismo Van Eyck. ¿Ahora quieres saber un dato curioso? – Taekwoon asintió. – El cuadro no mide más de un metro de largo ni de ancho. – El pelinegro no hizo ningún comentario, solo lo observaba con una pequeña sonrisa en los labios. - ¿Qué?

- Me gusta ver a una persona disfrutar de algo que realmente le apasiona.

La mirada que le estaba dedicando era increíble para Wonsik, a parte de su abuela, nunca nadie lo había hecho de esa forma, pues las de su padre eran de repugna y las de su madre indiferencia.

Caminaron en silencio hasta otra de sus obras, una menos conocida pero a la vez popular en el vecindario, se encontraba en una pared cercana a la salida del hospital, y el toque de color lo daban unas mariposas multicolor que volaban entre unos árboles con hojas rojas y ramas lilas, siempre creyó que sería algo alegre el que los pacientes salieran del edificio y se encontraran con algo con lo que distraerse, o al menos eso le hubiera gustado a él que pasara cuando salió de aquel hospital completamente derrumbado por haber tocado la mano de su abuela por última vez.

- Desde que te conocí he admirado tus obras. –Escuchó a su lado mientras lo veía acariciar una de las mariposas color magenta. – No se tanto de arte como tú, pero siempre me ha fascinado. ¿Todos los dibujos tienen un propósito?

- Normalmente, sí. O simplemente... dan color donde no lo hay, como en el parque o el bloque de edificios del dragón.

Tal vez era la primera ver que hablaba de esta manera sobre sus pinturas con alguien, ni siquiera lo había hecho con Hyuk, y de alguna forma se sentía realmente realizado. Veía en los ojos de Taekwoon fascinación y admiración, y se sentía esperanzado de que las personas que lo seguían, miraban sus obras de la misma manera.

Pero si había algo que admirar realmente era a él.

Anduvieron toda la tarde por el barrio de su infancia y sin saber cómo, terminó contando anécdotas sobre ella, como el día en el que se cayó del columpio y su abuela le curó la herida con una tirita de dinosaurios. Con aquella historia descubrió la sonrisa tierna del pelinegro, muy distinta a la que ponía cuando jugaba con Buttie o a la que le dedicó en su tercer beso.

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