Roots

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El avión aterrizó por la tarde en Changsha.

Un vuelo muy tranquilo como necesario, el tiempo ahí les sirvió para ponerse al día. YiXing estaba más que feliz y YiFan, sentía que todo se renovaba en él. Ambos sabían el bien que se hacían, porque juntos no tenían máscaras, eran ellos mismos, hablaban de forma transparente y no había necesidad de alguna mentira. Era triste que eso fuese una relación de momentos.

Después de salir del aeropuerto, YiFan rentó un auto. Escogieron descansar por unas horas en un hotel (sugerencia del mayor), donde tuvieron momentos íntimos que sentían necesarios, después de esas semanas querían aprovechar el tiempo perdido. Y luego, dejando eso atrás pensaron que era buena hora para ir a la casa de los Zhang.

La noche cayó como agua sobre Changsha, donde aún haciendo calor, los ciudadanos paseaban por las calles. YiXing no podía quitar su sonrisa desde que salieron del hotel, estaba en casa y le ilusionaba mucho poder ver a su abuela, quizá un poco más que a su señora madre. También y, aunque prefería no decirlo en voz alta, hacer parte de su mundo a YiFan.

El camino estuvo plagado de una charla amena. Cosas que sin querer, los habían hecho olvidar toda esa estresante situación de unos días atrás. Era como haber omitido el triste episodio, olvidando que aun en Pekín sus problemas seguían.

YiXing guió en el camino, era fácil llegar a su casa, y quizá también muy fácil de encontrar. YiFan ya tenía en mente el tipo de vida que tenía su amante, y no es que estuviera haciendo un juicio clasista, pero la idea estaba ahí. No quería ser tedioso con el pensamiento, sólo esperaba estar con YiXing por la noche.

—Es aquí. Dame un segundo.

Para cuando YiXing bajó del auto, el mayor asomó un poco para ver dónde habían aparcado. La estructura parecía más bien una muralla. Paredes blancas que se alzaban resguardando un portón. YiFan se preguntó si es que acaso YiXing vivía en una vecindad o una unidad habitacional. Pero sus dudas al fin fueron despejadas cuando, después de ver a YiXing regresar, las puertas se abrieron. YiFan no preguntó, y sólo esperó a que el otro estuviera sobre el auto. Luego le señaló.

—Sólo entra —dijo YiXing mirando su móvil—. Llegamos en mal momento.

—¿Por qué?

—Mi abuela no está.

YiFan avanzó por un corto camino, hasta que pronto pudo ver una casa que poco tenía de ser humilde. Era una casa enorme y tradicional, demasiado bonita y llamativa como para esconderse tras esas enormes paredes. YiFan miró la estructura con anhelo, en sí el edificio era perfecto a primera vista. Había un jardín enorme extendiéndose al rededor, y árboles que parecían tener suficientes décadas ahí. Era lo tradicional combinado con algunas cosas modernas.

Aparcó frente a la entrada de la casa, YiXing suspiró una vez que el motor dejó de oírse, sólo para de esa forma enfrentarse al mayor.

—Mi madre... ella está ahí dentro y seguro que tendrá unas mil preguntas. Pensé decirle que eres un buen amigo y mi socio en la academia. Estamos aquí porque buscábamos un lugar para poner la segunda Allegro.

—Un momento —interrumpió YiFan— entiendo esa parte, pero ¿ésta? Creo que tienes una familia muy cómoda.

—No es algo de lo que quiera hablar YiFan.

—Pues yo sí.

—Ok, mi familia tiene una fortuna ¿vale? ¿Qué hay de malo en eso?

—Me mentiste.

—¿Yo? —gimió YiXing mirando luego a la puerta, justo donde una mujer movió la mano en el aire para saludar—, haciendo memoria, yo no he mentido en nada. Pero si el señor Wu se encuentra muy incómodo, puede regresar a Pekín ahora. Yo voy a quedarme aquí.

Caramelos de cianuro »KrAyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora