Un baile para mi

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Tengo acceso a una de las playas más hermosas del mundo. Ha sido creada, claro. Pero también ha sido protegida. Hay muchas tierras privadas rodeando el agua cristalina. Y el hotel tiene un poco, relativamente hablando para un inmueble de tanto valor, a cada lado.

Me quito los zapatos y camino diagonalmente por la arena. Está llena de gente. Familias con niños. Recién casados. Jugadores dormidos bajo el sol de la montaña. Camino entre ellos y me dirijo a las rocas al lado este del hotel donde voy a pensar las cosas cuando aparecen las dudas.

Y siempre aparecen, ¿cierto? No importa quién seas; no importa cuán exitosa sea tu carrera, o tu vida amorosa, o tu familia, esas dudas siempre están ahí.

Subo por las rocas hasta que encuentro el lugar. Está un poco escondido del bullicio y el ajetreo de la playa del hotel, pero normalmente es espacio suficiente para conseguir algo de paz.

Cuando era niño, solía asustarme saber que esas cosas estaban ahí abajo junto a mis pies, preparados para pellizcarme. Pero nunca fui pellizcado. Mi niñez fue buena. Mi familia fue buena. Casi todo fue bueno hasta que tuve dieciocho años. Luego la vida alzó su fea cabeza y me enseñó que no hay muchas cosas justas. Mi padre murió ese año. Y la mierda simplemente siguió viniendo. Nunca se detuvo. ¿Y mi hermano?

Verlo ayer fue una sorpresa. Han sido... cuento los años con los dedos de las manos. Nueve en total. Nueve largos años desde que la vida me jodió de nuevo.

—¿Julián?

Joder.Lotty debe haberme seguido. Unos segundos después tropieza y cae en el agua, agitando los brazos y con su rostro conmocionado por el frío. Después de todo, es un lago de montaña.

Escupe un poco de agua cuando sale a la superficie.

—¡Oh, Dios mío!

—Espera —digo, arrastrándome por la piedra y alcanzándola. Me sujeta la mano, la saco del agua y dejo que suba gateando el resto del camino por el lateral de la roca—. ¿Qué demonios llevas en los pies?

—¿Eh? —responde, castañeándole los dientes—. Zapatos.

—¿Tacones de diez centímetros,Lotty? ¿En serio?

—Es lo que llevaba puesto. No sabía que había norma de vestimenta. Te llamé y me ignoraste. Y realmente necesitaba hablar contigo.

—No te escuché. —Me la imagino intentando caminar por la arena llevando eso. Tengo que girar la cabeza para reírme. Y no estoy preparado para hablar con ella todavía. No después de todo lo que Bernard me contó.

—Yo s-solo —balbucea entre sus dientes castañeando—, necesitaba pedirte... —Baja la mirada al mismo tiempo que hace un puchero. Su ceño es uno de preocupación, no de tristeza. Si supiese cuán triste tendría que estar—. Un favor.

Aquí viene.

—¿Qué favor?

—¿Harásss... harás un espectáculo más con los chicos? Sé que dejaste el trabajo, y no estás obligado a dar aviso ni nada. Pero realmente apreciaría si tomases mi petición en consideración.

—Pensé que era un fraude. Un timador. Un mentiroso.

Arruga el rostro. Probablemente porque realmente piensa esas cosas y no puede admitirlo ahora mismo. Me necesita.

—No lo sé. ¿Está bien? No sé qué estás haciendo con esos contratos. O tus muchas, muchas folladas de una noche. O conmigo, para el caso. Eres muy difícil de entender, calculador, y escondes algo.

—¿Esconder qué? —espeto. Estoy muy cansado de esta mierda—. Ni siquiera me conoces, Lotty. Solo soy un estúpido desnudista para ti. Soy un estafador, ¿recuerdas?

Servicio completo  Julián DraxlerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora