Una conversacion interrumpida

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Recibo un mensaje de Pamela a mitad del almuerzo y siento la decepción en el rostro de Dania antes de que incluso la mire.

—¿Tienes que irte? —pregunta desde el otro lado de la mesa, su boca aún llena del sándwich de carne asada.

Fuerzo una sonrisa.

—Sí, pero volveré pronto. —Me levanto de la mesa y aprieto el hombro de Sam mientras me acerco a la pequeña y me inclino para dejarle besar mi mejilla.

—Siempre dices eso, pero te vas durante días.

—Tengo que trabajar, cariño. Sabes que preferiría estar contigo, ¿verdad?

Hace un puchero. Pero asiente. Conoce el tema.

—Te llamaré después. ¿De acuerdo, Sam? Si vuelve...

—Lo sé, Jules. No te preocupes. Llamé a la caseta del guardia y les dije que no lo volvieran a dejar entrar.

Dejo escapar un suspiro y un poco de la tensión que he estado cargando toda la semana se desliza de mis hombros.

—Gracias por entender.

Me da una débil sonrisa e imagino que es todo lo que tiene ahora mismo, así que lo tomo y me dirijo al frente de la casa.

Es una casa espectacular. No es mi logro, así que nunca he tenido ninguna razón para estar orgulloso. Pero me encanta. Y me encanta que Dania esté creciendo aquí. Al igual que Patrick y yo, solo que sin la rivalidad.

No sé por qué mi hermano me odiaba. ¿Síndrome del primogénito? ¿Celos del nuevo bebé? Pero no tiene mucho sentido. ¿Cuántos celos es capaz de tener un niño de un año de todos modos?

Nuestra diferencia de edad es de dieciséis meses. Un hecho que definitivamente contribuyó al fin de la vida social de mi madre, y más tarde, a su interés en la vida. Ni siquiera está muerta, como mi padre. Simplemente se separó de la familia por falta de ambición después de que él muriera.

Supongo que no puedo culparla. Veo de primera mano lo que le hace tener un hijo a Sam. Imaginarla con dos pequeños tan cercanos en edad es bastante para hacer que me encoja. No es nada contra Sam en absoluto. Es solo un montón de trabajo cuidar a un niño, mucho menos dos. Lo sé. He estado ahí.

Así que puedo darle a mi madre algo de cuerda. Mi padre era más como Patrick que yo. Errante sería una buena palabra para describirlo. Pregunta a cualquier niño si esa es una buena cualidad en un padre e incluso uno de ocho años como Dania te dirá que no.

La imagino pensando eso de mí mientras conduzco hacia el sur junto a la orilla del lago. Es entrada la tarde ahora. Ni siquiera logré quedarme una hora antes de recibir la llamada. ¿Piensa Dania que soy errante porque me quedo en un hotel  la mayoría de las noches?

Espero que no. Hago mi mejor esfuerzo.

Me pierdo en pensamientos mientras los kilómetros pasan y los minutos transcurren. Apenas veo la belleza del paisaje a mí alrededor. Y el hecho de que Patrick supiera sobre mis viajes me tiene inquieto.

¿Sabe quién soy?

Podría. No es como si hubiera sido súper reservado sobre nada de ello. Solo pensé que a nadie le importaba mucho.

Pero al parecer, a alguien lo hace. Y parece ser Patrick. Imagino todas las razones por las que volvería. El dinero encabeza la lista. Pero no le debo una mierda y no va a sacarme nada.

Sam es lo segundo de la lista. Y eso es más realista, considerando que la ropa que llevaba hoy le debe haber costado cinco de los grandes por lo menos. Aún tiene dinero.

Servicio completo  Julián DraxlerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora