Baile en la cama

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Capitulo intenso 

Dancing Hot 


Siempre hay un momento cuando te das cuenta que las cosas han cambiado. Ves a una chica al otro lado de la habitación y algo te afecta. Sus piernas, tal vez. O su cabello. O la mirada en sus ojos. No puedes explicarlo, esa sensación simplemente está ahí. La observas caminar, la escuchas hablar, y nunca es suficiente. Solo quieres mirarla. Absorberla. Memorizarla. No tiene sentido, pero esa sensación está ahí.

Tengo esta sensación ahora. Lotty está aquí delante de mí. Desnuda. Expuesta. Deseándome.

Y tengo dos opciones. Sí o no.

Se siente como que todo depende de este momento. Que la vida se pondrá del revés de cualquier manera.

Si digo que no, la heriré. Lo sé. Si le digo que no, nunca va a volver. Nunca volverá a hacer esta oferta. Nunca va a bajar la guardia con otro hombre, punto.

El que sea el pequeño pedazo dentro de ella que está dañado puede ser curado con un gesto afirmativo de mi cabeza. Pero si niego, ese pedazo dañado crece en una cicatriz. Una cicatriz que podría nunca desaparecer.

Y tal vez soy arrogante. Tal vez deliro al pensar que tengo ese tipo de poder. Pero vi la mirada en los rostros de esas chicas el otro día cuando vinieron a confrontarme por las cicatrices que les di.

No puedo hacerle eso a Lotty. No puedo. Sé que está mal. Quiere a alguien que pueda cuidar de ella y no soy capaz de hacer eso. Así que si fuera un chico honesto, le daría esa cicatriz y esperaría lo mejor. Porque decir que sí a esto esta noche significa que la aplastaré después. Cuando descubra quién soy, qué estoy haciendo y cuántas mentiras he dicho. Todo por dinero.

Si fuera un buen chico, esto ni siquiera sería un problema. Le pondría su ropa y le diría que podemos encontrarnos mañana para conseguir al chico que realmente quiere. Manuel . Manuel, el hombre que puede proveer para ella. Manuel, el hombre con el que ha estado fantaseando durante años.

Pero no es lo que ella piensa que es.

Así que a pesar de que estoy rompiendo todas mis reglas, a pesar de que voy contra todos mis instintos, y a pesar de que voy a lamentar esto por la mañana, digo...

—Siéntate en mi regazo.

Extiende sus piernas para montar a horcajadas las mías y se acomoda. Puedo sentir el calor de su deseo a través de mis pantalones cortos y cuando bajo la mirada, tengo una expendida vista Miro su rostro. Su largo cabello castaño cubre sus hombros, las puntas alcanzando sus pezones erectos.

Llevo mis manos debajo de ella, sujeto sus gluteos y la acerco más a mí para que su abertura se presione contra el duro bulto en mis pantalones.

—Tócame —susurro.

—¿Dónde? —pregunta en respuesta con voz asustada y baja.

—Donde quieras.

Alcanza mi rostro y pasa la punta de su dedo arriba y abajo por mi mejilla. Es tierno y dulce. Y me retiro por un segundo. Esperaba que tocara los duros músculos de mi pecho. O las colinas y valles de mis abdominales. O aferrar mis hombros como si nunca quisiera soltarlos.

No el rostro.

—Eres hermoso —dice, soltando la palabra con un largo y lento aliento de aire. Me río, pero su pulgar toca mis labios para hacerme parar—. No, en serio. La gente te mira, Julian , y se preguntan: ¿Por qué no puedo verme así?

Servicio completo  Julián DraxlerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora