Parte 1 - Capítulo 1

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Novela registrada en organismo nacional de la propiedad intelectual.



DÍAS FATALES.

                                                                                                                                                                     3 de Mayo 1990


   Hoy el teléfono no para de sonar, pero Alfred no tiene ninguna intención de hacerle caso, así que sin manías lo desconecta.   Para Alfred, aquel impertinente artilugio no estaba invitado a compartir su soledad en un día tan espléndido.   Hoy se había levantado con el ánimo alegre y saltarín que deja un bonito sueño, pero esta vez, por desgracia se equivocaba de medio a medio, no debería haber desconectado.

De todas maneras, ya hacía veintiocho años que se equivocaba un día sí y otro también, pero en su caso particular, la rectificación y enmienda estaban totalmente descartadas, pues Alfred Daniels vivía, como un verdadero Pachá.   Su abultada cuenta corriente no bajaba nunca de los siete ceros, de eso se encargaban siempre a tiempo sus padres, pues naturalmente, para su único hijo Alfi, todo les parecía poco, bueno, con la triste excepción de su compañía.  Pero cosa rara, lo cierto y verdad, es que nuestro protagonista no era un derrochador, no era desde luego un consumidor compulsivo y, mucho menos era, un hombre extravagante, visto por supuesto, desde la perspectiva de su inmensa fortuna.  Sus caprichos se contaban muy escasos en comparación con sus posibilidades, pero esa notoria circunstancia, le tenía sin cuidado, como casi todo lo ostentoso y opulente, a él, eso le importaba un pimiento.  En fin, todos sabemos que la dicha de ser multimillonario, no implica la obligación de ser coherente con su fortuna y Alfred, no se afanaba en cambiar tal comportamiento.

Vivía en una solitaria casona, de esas que salen a menudo en las películas de terror, con muchos años batiendo el cobre, mucha cortina espesa y muchos desconchones.  No era desde luego una completa ruina, pero fue construida en el siglo pasado y nunca desde entonces se habían echo en ella reformas o mantenimientos, así que ese detalle, ya nos da una idea de su actual estado.

La holgada finca vallada exageradamente, da la vigorosa impresión de un pequeño fortín, tiene a su alrededor un descuidado jardín con muchos pinos y algunos frutales y, una fuente seca y sucia que antaño, habría dado húmeda vida a un lindo y sinuoso estanque.  La alzada casona, construida para ufanía de sus antiguos moradores, dispone de un gran sótano, una planta con cinco habitaciones, más la ancha cocina, el gran salón, dos baños medianos y un oscuro trastero.  Arriba y debajo, de donde sopla el viento y mueve caprichoso la veleta, un amplio y polvoriento desván, disfruta empalagado de una buena orientación en el paisaje, para que cualquiera se pueda maravillar contemplando un siempre azulado océano y, la verde colina donde se asienta la casa, domina empinada con holgura el resto de los alrededores.

Los poquísimos vecinos y a una cierta distancia, existían por supuesto, pero para Alfred como si no.  No es que les tuviera manía ni esas cosas que se tienen con los vecinos, es que ellos no se atreverIïn a molestarle, pues el rótulo de la puerta enrejada lo ponía bien clarito: LAS VISITAS NO SON BIEN VENIDAS!!

Las dos únicas personas que tenían el acceso concedido y las llaves oxidadas de la verja y  puerta principal, eran: Dany Pritt, el chico vivaracho del supermercado y Marlén Alvarez, la atrotinada limpiadora, nadie más.   Naturalmente, Alfred disponía de un juego especial aparte, de una segunda cerradura por si alguna vez se ausentaba unos días, eso a Marlén la ponía muy contenta, no podía entrar a trabajar, pero cobraba igualmente.

Alfred Daniels, era un hombre bastante introvertido, no era muy simpático ni tampoco antipático, era simplemente algo raro.   Raro en el sentido de poco hablador, poco dado a las amistades y más poco a las relaciones sociales.  Sus padres por causa de ésto último, tuvieron largas discusiones con él, pues era muy natural para ellos, que Alfred debía encargarse de los negocios de la familia en su momento.  Pero lo tenían crudo la verdad, pues forzado por su padre tuvo que graduarse en leyes, aunque eso fue todo, pues el resto de su vida hasta el momento fue completamente diferente.

Desde el sótano al desvánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora