LAS TAREAS
El martes amaneció cansado, no el día naturalmente, pero si nuestro Alfred, que puesto en vilo por una bella profesional del amor, quedó tres veces la noche anterior como un junco aventado. El desayuno fue necesario repetirlo y no porque fuera escaso, más bien lo contrario, pero cuando el cuerpo ha chupado energías vengativo durante tres horas, lo justo es amanecerle con halagos.
El taxi le dejó en la puerta de la central y nuestro amigo tardó veinte minutos en localizar a su protegido Allan. El muchacho muy aburrido, estaba sentado frente a la oficina siniestra de admisiones junto a unos treinta aspirantes a trabajar en la compañía. Todos expectantes y después de haber entregado su currículum, tejían con primor sus escasas ilusiones de ser admitidos a la espera nerviosa de la entrevista personal.
Alfred hizo un gesto con el dedo índice para que Allan se acercase y le preguntó incrédulo: ¿Qué haces aquí? Te dije que me esperaras en recepción.
---Sí, ya lo sé, pero no me han dejado los de seguridad.
--- ¿Pero no les has dicho que era orden mía?
--- Claro, pero no me han creído.
Naturalmente los de seguridad, son las personas ideales para dudar de todo, pues ellos saben positivamente, que en eso se fundamenta la esencia de su trabajo. No es que no sepan pensar más allá de las ordenanzas, saben muy bien, que los reglamentos a menudo son equivocados, lo que ocurre es, que no quieren ni pensar, lo que les puede pasar si piensan.
Alfred y Allan subieron al piso veintidós y ya en el despacho, el chico empezó a tomar conciencia de quién era la persona que tenía delante. El día anterior ya lo había creído, pero verlo en color era muy diferente. Curioso mundo de verdades y mentiras, donde la falsedad se acepta a la primera y a la verdad le toca demostrarlo. De todas formas, lo mejor tenia que llegar, pues el gran experimento del Mundo Ideal, ese sí que era de no creérselo.Alfred dijo sonriendo: Bueno, ya son las diez de la mañana, hasta las diez de la noche considérame tu genio de la lámpara. ¿Qué es lo que tienes que hacer?
Allan contestó: Lo primero encontrar trabajo.
Alfred tardó muy poco en encontrarle un buen trabajo al chico. Allan no estaba muy capacitado, pero para ser encargado del recuento de papeleras en todos los pisos y jefe de mantenimiento y recambio de las mismas, para eso si servía de sobras y mientras tanto, un curso de informática le vendría de perlas.
Cuarenta minutos más tarde, los dos salían del edificio en busca de la siguiente tarea. El día anterior y antes de ser visitado por Alfred, Allan se había comprometido con un amigo para ayudar a repararle la moto y como nuestro Alfred, sabía de mecánica, lo mismo que un chimpancé sabe de flores, se llevó con él a dos profesionales del parque móvil de la empresa y santas pascuas.
Ni que decir tiene que la moto quedó como nueva. Allan y su amigo se tomaron un refresco y un bocadillo, mientras miraban asombrados a un Alfred leyendo el periódico y a los maestros de las tuercas acabar el trabajo. El amigo de Allan no pudo resistir más la curiosidad y preguntó: ¿Pero quién puñetas es ese tío?
Allan contestó ufano: Es el dueño de mi empresa, un tío guay.
Las torpes explicaciones que le dio Allan a su amigo referidas a la cosa de un Mundo Ideal, no fueron en absoluto ajustadas a entendimiento normal, pero en realidad, eso no importaba demasiado, lo cojonudo del caso era, lo mucho que aprendieron los dos de alta mecánica y también, la de botones que se abrocharían mientras presumían de su moto por ahí.
La siguiente tarea era mucho más limpia, pero algo más complicada. Allan tenía que hacer las paces con su novia y como siempre ocurre, no sabía por dónde empezar. La rubia muñeca, trabajaba en una peluquería de señoras y eso ya se sabe, a cualquier tímido impone bastante. Pero Alfred, que no deseaba perder el tiempo en su experimento decidió visitarla, así que los dos fijaron coordenadas y en un rato corto se plantaron en el establecimiento.
La ensalada de difícil aliño que se planteaba, era hacerle entender a la oxigenada respingona, que Allan no se había acostado dentro del coche con la pecosa pelirroja, solamente habían estado un ratito allí dentro, con los cristales llenos de vaho eso sí, porque Allan le estaba enseñando el funcionamiento de la radio y de las marchas. ¡Eso no es tan malo caramba! Pero a las novias como todo el mundo sabe, no les gusta nada que las rivales aprendan cosas de sus novios, por lo tanto y con razón, la chica estaba de morros bovinos y de uñas tigreras.
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Desde el sótano al desván
General FictionJoven multimillonario, compra mansiones para derruirlas completamente buscando solucionar un misterio. La muerte de sus padres le obliga a dirigir las empresas. Su vida entre grandes negocios y la búsqueda incansable del misterio, le emparejan con...