LA CAÍDA DE SUSAN
En recepción tuvo el primer aviso, pues Aaron Wisental, el jefe de seguridad, despachaba asuntos con uno de los guardias y la vio, pero no le hizo el más puñetero caso, es más, no dejó que el guardia fuese hacia ella para cumplimentarla. Susan por ese detalle no sospechó nada, Wisental era una persona muy rara y es posible que hoy tuviera el día torcido, así que no le dio demasiada importancia al incidente. Ella no era de esas ejecutivas que tienen por costumbre reprender en la cara a todo quisqui, solamente tomaba buena nota y traidoramente le despedía. El jefe de seguridad era persona importante en la compañía desde luego, pero no tanto, que impidiese ser sustituido por otro, pues nadie a excepción de ella era imprescindible.
La tigresa llegó a su despacho y enseguida preguntó por su secretaria, la mayor parte de los empleados desconocía la delicada situación de Susan y por eso, la trataban como siempre con mucha cautela y servidumbre. De todas formas la cosa estaba algo oscura y cuando se enteró de que Waridell Foster había ocupado el despacho del último piso , se enfureció a lo vivo. Bien está que le nombrasen presidente, pero eso no incluía sentar el culo en las alturas. Susan no tardó ni cinco minutos en plantarse allí.
Amanda, la secretaria personal del presidente, la recibió con sonrisa irónica, pues ella si sabía todo lo concerniente a la tigresa y por descontado que tenía muchas ganas de soltarle un par de frescas. Hoy era el gran día, por fin había llegado su momento y le dijo:
---Amanda: El señor Foster está reunido, si desea dejarle algún recado, hágalo en una nota y yo se la daré cuando me apetezca.
---Susan: ¿Cómo ha dicho? ¡Dese usted por despedida Amanda! ¿Pero qué se ha creído? ¡Quiero ver inmediatamente a Waridell!
---Amanda: Lo siento niña estúpida, y si sigue levantando la voz llamaré a seguridad.
Susan no podía creerlo, era tan inverosímil que la descolocó. Naturalmente a los pocos segundos recuperó el mal genio y apartando a su oponente llegó a hasta la puerta del despacho y sin llamar entró. En el primer golpe de vista localizó a Waridell, estaba sentado tras la enorme mesa que antes ocupó ella y delante de él, a tres directores conocidos de la compañía. Susan visiblemente enrabietada colocó sus manos en la cintura y con el máximo talante desagradable soltó: ¿Qué está pasando aquí?
Los cuatro la miraron con sorpresa lógica y uno de ellos, el más tímido, hizo el intento de levantarse cortés, pero los otros dos le clavaron tal mirada que se sentó de nuevo. Waridell dejó a un lado los papeles que consultaba y se quitó las gafas con parsimonia. Amanda como es natural, había entrado tras la tigresa, por nada del mundo quería perderse aquello, así que cerró la puerta y cruzó los brazos.
Waridell contestó despacio: --- ¿Qué está pasando dónde?
Era la primera vez que Susan se sentía pequeñita, siempre su aparición había incomodado a todos, pero ahora cosa rara, parecía que su presencia les importase un pimiento. Pronto comprendió que algo estaba punto de pasar y que no sería agradable para ella, pero con todo contestó nerviosa:
---Susan: Me refiero a mi persona, mi secretaria personal no está, mi despacho cerrado, esta idiota me niega el paso. ¿A qué viene esta conducta estúpida? Sigo siendo la vicepresidenta, ¿está claro?
---Waridell: Señorita Susan, tome asiento, será mejor. Disculpen señores, más tarde continuaremos, déjennos solos por favor. Amanda, salga usted también.
---Amanda: Yo me quedo, si lo desea luego me despide, pero esto no me lo pierdo.
Waridell miró a su secretaria con estupor, pero adivinando lo resuelta que estaba no insistió. Luego empezó despacio: --- Tengo malas noticias para usted Susan, no es nada agradable lo que voy a decirle, pero no tengo más remedio que hacerlo.
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Desde el sótano al desván
Fiksi UmumJoven multimillonario, compra mansiones para derruirlas completamente buscando solucionar un misterio. La muerte de sus padres le obliga a dirigir las empresas. Su vida entre grandes negocios y la búsqueda incansable del misterio, le emparejan con...