Parte 1 capítulo 9

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LA ESPADA Y SUSAN

  El cinco de Julio empezó lento y pastoso, la vecindad acusaba la fiesta y la temperatura andaba dando palos tempranos desde las diez. Alfred despertó a las once, pero ya no encontró a Susan a su lado. La joven se había levantado a eso de las nueve y tras el breve desayuno, fue derechita a la obra para seguir con la tarea de fastidiar a la decoradora y a quién fuese. 

 La verdad es que tras un repaso concienzudo de la espada, los testimonios no aparecieron ante sus ojos, o puede que sí, pero no sabiendo lo que eran poco jugo le sacarían a su trofeo. El estado general de conservación del arma era bastante bueno y una vez estuvo limpia y reluciente resultó algo interesante, pero nada del otro jueves. El cinturón fue lo único que les llamó la atención, pues en el lado opuesto al soporte a tiras de la vaina y en su parte interior, una especie de bolsillo alargado de un par de palmos, estaba cosido en sus extremos al cuero principal. Lo más probable, es que fuese una bolsa añadida por alguna razón de transporte económico al cinturón original. Lo que destacaba de eso, es que no pudieron identificar de qué materia se trataba, pues parecía estar hecho de piel, pero su textura era desconocida y tela de alguna clase desde luego que no era.

 De todas formas seguían lo mismo que antes, así que Alfred más enfadado que otra cosa, comenzó con una sierra de metales a separar la empuñadura de la hoja. Había decidido ya, que si la tenía que devolver a la tumba sería a cachitos de centímetro. Tim por su parte, se encargó de descoser el cuero y la hebilla y mucho trabajo no le dio, pues la especie de remaches ya estaban bastante fastidiados por el tiempo y las partes cosidas, como es natural, también lo estaban.

  A la media hora de manipulación de la espada, el cinto y la vaina, ya quedaban solamente por investigar esas dos cosas y al parecer, el fracaso se les subía de nuevo a la nariz. Pero al deshacer el pliegue de la bolsa añadida al cinturón, observaron unos caracteres de escritura muy parecidos a los que conocía Alfred de los aztecas, seguramente gravados con agujas al rojo vivo. Mucha importancia no era de suponer que tuviesen, pues apenas diez líneas se contaban, pero claro, no dejaba de ser un hallazgo. Seguro que el capitán español les hacía trampa a sus hombres a la hora de repartir el botín y por eso, debió añadirse él mismo la bolsa disimulada con el primer trozo de piel o lo que fuese aquello que le vino a mano. 

 Algo es algo pensó Alfred, por lo menos, tenía un nuevo hilo para seguir buscando el ovillo. Quizá fuese una clave para la definitiva pista, o simplemente, un galimatías de los habituales que les gustan a los indios, en fin, otra vez a consultar expertos, porque diez líneas no era de pensar que fueran los testimonios. ¿Sería al final una patraña todo aquello?

  El día acabó, con más mala leche que buena y nuestro amigo se tomó dos aspirinas, eso no mejora la calidad de la leche, pero lo hizo por si el dolor de cabeza aparecía con el disgusto. Qué lástima de tiempo perdido, Alfred ya estaba casi seguro de haber sido timado, no había nada que justificase el timo, pues nadie por aquella información le pidió cosa alguna, pero tal vez el indio tepaneca no estaba en sus cabales y nuestro amigo quizá tampoco. Mejor sería no contárselo a Susan, eso era lo mejor.

 A partir de entonces, Alfred retomó el interés por la obra y Susan no tardó ni tres días en pedirle si la dejaría ir a visitar de nuevo a sus padres. Era una cosa justa y nuestro amigo accedió. Parece increíble que la tigresa, fuera pidiendo permiso para hacer esto o aquello, pues en otro tiempo lo hubiese hecho a la brava, pero ahora era por la razón que conocemos, el arte de la conquista requiere finura y gancho, y ella tenía de sobras ambas cosas.

 Tim cada vez estaba más metido en los asuntos del hostal y a Loreta eso la encantaba, un poco de descarga en la administración y echarle un ojo de vez en cuando al personal era todo lo que hacía de momento, pero muy satisfactorio. De seguir aquella relación por un camino tan prometedor, muy pronto nuestro Alfred se quedaría sin chofer. Es lógico pensar, que la inteligente aportación de Tim al negocio, mejoraría notablemente las finanzas del establecimiento y a buen seguro, Loreta y Tim cosecharían de esa unión, tiempos mucho mejores para el corazón y provechosos para el bolsillo.

Desde el sótano al desvánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora