Parte 2 capítulo 6

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THEODOR

  La tarde no fue aprovechada como el programa dictaba, pues Alfred recibió una llamada del notario y como era de esperar, éste le emplazaba para la lectura del testamento. El acto debería celebrarse en la ciudad y eso quería decir que no le quedaba otro remedio que ver antes de tiempo a su "apreciado suegro". Una lástima claro, pero nada se podía hacer en éstos casos. Alfred llamó a la central y de nuevo el helicóptero pasaría a recogerle, así que Tim esta vez, fue liberado del viaje.

  Pronto le dio al chofer las órdenes oportunas para que se hiciese cargo de la obra en su ausencia. La ocupación no suponía gran cosa la verdad, pues el gordo capataz estaba al corriente de lo necesario y además, Alfred esperaba regresar en dos días.

  A las ocho de la tarde, el helicóptero le esperaba como una libélula negra y brillante en el campo de planeadores de la zona y nuestro amigo, con una bolsa de viaje y su inseparable American Express, se montó en el y salieron disparados.

  Aquella noche la pasó en un céntrico hotel de la ciudad, pues lo avanzado de la madrugada no le permitía descansar en la residencia, ya que la hora de visita al notario era muy temprana. Una vez allí, el notario le adelantó, pasando por alto el protocolo, que todos los bienes de sus padres ya le pertenecían a él, y solamente quedó: Un enorme apartamento en pleno centro comercial para Susan, y un buen fajo de billetes para Theodor. Ninguna sorpresa, era de esperar. Su padre le dijo alguna vez, que le importaba un pimiento descolorido el resto de la familia y antes de que la fortuna pasara a nombre de su hermano se la regalaría a las monjas. Alfred Daniels segundo no era hombre de iglesia desde luego, pero en interés de cualquier negocio, no le importaba santiguarse.

  El notario no tuvo que esperar, pues Susan confirmó su ausencia y sus padres también lo hicieron, el notario les mandaría una copia del testamento. Theodor fue convocado pero no apareció, seguramente por lo ocurrido. Lo de Susan ya era diferente para Alfred, pues se encontraba de nuevo en Dallas y eso no era lo acordado. ¿Para qué estaría otra vez allí?

  Después de recibir los poderes universales de la herencia y a la espera de las copias formalizadas del protocolo, Alfred con el estomago vacío pues aun no había desayunado, puso a dar remedio a esa situación en la cafetería más cercana. Entre los huevos con tocino, la tarta de manzana, el café y el zumo, el hueco del buche desapareció, pero todavía le quedaba por llenar el motivo del viaje de Susan a Dallas. Lo del vaso volador de Theodor también quería dejarlo resuelto a poder ser ese mismo día y además, nombrar a Waridell Foster para sustituirle en el consejo. Esto último sin más miramientos, pues quería que Susan se fuera relajando poco a poco de los negocios y le diera mayor importancia a ser su prometida y futura esposa. Acabado el tentetieso en la cafetería, se dirigió deprisa a la sede central.

 De nuevo Waridell Foster estaba en la brecha, el hombre había pasado un para de semanas aquejado del riñón y eso le mantuvo alejado a la fuerza, pero como no podía ser de otra forma, ya movía papeles en su mesa. Alfred le dio un pasmo doble. El asunto del compromiso y el cargo de presidente del consejo. Claro que al principio Waridell rehusó, pero Alfred insistió de tal manera que al final no pudo negarse, pero aun así, el alto ejecutivo dijo:

  --- Esto no funcionara señor Daniels.

  --- ¿Por qué no ha de funcionar? Usted es el más indicado, todos los mandos intermedios le respetan y además, el nivel ejecutivo de todas las áreas le es muy fiel. ¿Qué me dice? 

  --- La señorita Susan y yo topamos muy a menudo. Creo que no será posible conjugar criterios de dirección, y en cuanto a los altos ejecutivos, hay una camarilla que no es de mi gusto. Pero claro, de momento son intocables. 

Desde el sótano al desvánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora