Parte 2 capítulo 10

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EL INDIO Y EL FIN

  Por la mañana Tim despertó mucho antes, no le hizo gracia salir de la tienda pues corría un vientecillo matutino de cortar la piel, pero no tuvo más remedio pues el chucho quería levantar la pata. De todos modos, el paisaje era de puro encantamiento, colosal y fantástico. Se alegró de disfrutarlo en soledad.

  Al poco rato Liria sacó la cabeza de la tienda y cuando Tim encendió el fuego, y ella salió vestida, el chofer pregunto:   --- ¿Se levanta Alfred?

  A lo que la chica contestó con candidez: --- Pues no sé, estará dormido aún en su tienda, a lo mejor habrá que sacarlo por los pies. 

 ¡Vaya con los pipiolos! Hasta en la montaña guardaban las apariencias, que cosas más raras hacen la gente sin arrugas, portentoso comportamiento. Claro que por una parte era algo lógico, pues Tim estaba a punto de convertirse en su tío y eso Liria lo sabía muy bien, pues su tía Loreta le dijo que éste no se le escapaba ni con patines.

  Nuestro amigo no tuvo otro remedio que levantarse a tirones, que cara tenían los chicos de felicidad. Liria se ruborizaba a cada momento, pero con la mirada clavadita en el suelo y mordisqueando galletas, sonreía pensativa la muy satisfecha. 

 Se pusieron en marcha con la tracción a las cuatro ruedas y desde luego conduciendo con extremo cuidado, en aquel firme y pedregoso suelo no era fácil el resbalar, pero con una pendiente a la espalda de más de un kilómetro cuesta abajo, mejor ir con tiento. La zona estaba completamente deshabitada, eso no era una novedad para Tim, pues ya suponía que un hombre al que denominan el eterno, tendría poco que ver con las aglomeraciones, pero lo abrupto muchas veces es atractivo, eso de ventajoso tenía aquel paisaje, era fuerte, compacto, agreste y desafiante. Un lugar lleno de polvo y viento, de matorrales y rocas, un rincón del mundo de ceñuda soledad, un desafío para la supervivencia.

  El vehículo ni pintado para la ocasión, se afianzaba al terreno como cadena de tanque, bizarro en su avance y trabado en la frenada. Ningún retroceso fue necesario en su ascenso, ni tampoco, vacilación se le notó en el empuje, una máquina que despedía los guijarros sueltos como disparados, un bichajo. 

 A medio día pararon en un promontorio pelado y con un paisaje que podía enardecer cualquier ánimo. A su espalda, el inmenso llano acotado al fondo por la sierra de Vizcaíno y a su frente, también muy abajo, la bahía de San Carlos en aguas del golfo Californiano, más allá, tras una neblina de vapor suave y perezoso, la otra parte de México, los llanos de Sonora.

  Nuestro amigo en su anterior viaje, ya pudo comprobar que aquella península era para darle merecidas gracias a la vista. Una cordillera encadenada de seis sierras componen la columna vertebral de la baja California y su conformación totalmente centrada, permite admirar desde los puntos más elevados de la sierra el océano libre y también, el trozo emparedado que baña el canal. México se saluda a sí mismo visualmente gozoso, con el océano más grande del globo de por medio. ¡Colosal!

  La tarde pasó sin contacto con el indio, pero Alfred ya divisaba el paisaje que pisó la última vez, en un par de horas por la mañana llegarían a las cuevas del primer encuentro. El coche ya no era prudente subirlo más, pues bajarlo después con las puertas abiertas para poder saltar en caso de emergencia, tampoco era un plan. Así que las botas especiales sustituirían a los neumáticos.

  Otra noche junto a la hoguera, cielo estrellado a reventar y pómulos enrojecidos por el viento y el sol. Liria no tardó mucho en acostarse, hoy sesión amatoria no era posible, la anterior disparó los resortes femeninos en su apogeo y la naturaleza hizo su periódica aparición. Asuntos mensuales rotundos, que frustrados derraman las evidencias de sus afanes y preparan de nuevo los cuerpos más sofisticados de la creación en sucesivos proyectos de fertilidad y vida. Si maravilla inverosímil es la mujer por fuera, por dentro se sale sobrada de la estupefacción cósmica, receptáculo único de fusión energética venida del más allá a través de los cuerpos y manantial humano de toda existencia. Y además según las escrituras, madre de Dios y del cielo reina. 

Desde el sótano al desvánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora