LA FAMILIA
La residencia de su tío Lionel, era muy alta, muy ancha y muy larga, pues a su tío le gustaban las cosas así. Naturalmente que podía permitírselo, pero aun en el caso de haber sido un mendigo, seguramente que el carrito de los trastos habría sido el más grande de todos. Su tía Doritel, tenía mucha culpa en los delirios ostentosos de su marido, porque era de esas clase de mujeres solamente nacidas para destacar y desde luego, que no se privaba de ello. Lo único y mejor de aquella casa era su prima Susan, una chica inteligente, guapa y adicta al trabajo. Susan, por lo que le habían contado era lo más parecido a un ordenador, tenía una extraordinario habilidad para los negocios y a la vez, una preparación envidiable. Su padre en eso no perdió el tiempo y la puso en marcha a empujones a la tierna edad de diez años y claro, hoy contando veintisiete, ya era una consumada ejecutiva. Nunca tenía tiempo para nada, bueno, para nada que no fuera trabajar, era el colmo! A su primo Jeff ni mencionarlo, era la oveja negra de la familia: Bebía, fumaba, esnifaba se metía caballo y no daba un palo al agua, un pingajo humano.
Por fin llegaron a la residencia. Su tío ya estaba advertido de la llegada de Alfred por el servicio de escolta, así que estaba en la escalinata para recibirle.
-- Lionel estrechándole la mano y diciendo con gravedad: ¿Qué hay muchacho? ¿Has tenido buen viaje?
-- Si gracias. ¿Se sabe ya como ocurrió?
Alfred tuvo que estrechar muchas manos desconocidas y escuchar muchas frases echas, pero era muy lógico, su padre era enormemente importante y sus influencias políticosociales grandiosas. Su tía Doritel, pronto le descubrió entre la gente que se agolpaba en el salón y se acercó para besarle llorando. Para Alfred su tía era una bruja sin escoba, pero hoy posiblemente no fingía.
Doritel entre sollozos: Alfi, querido, que gran desgracia. Dios Santo! Ha sido horrible, estamos esperando los féretros de un momento a otro.
Alfred la besó pero no dijo nada, no le apetecía hablar y aprovechando que su tío se alejó para cumplimentar a otro asistente, se escabulló de su tía y se metió muy aliviado en la cocina. Todo el servicio de la casa estaba ajetreado como es cosa natural y todas las encimeras y mesas auxiliares rebosaban canapés. Nadie le conocía allí, así que el jefe de cocina muy pronto le increpó: Oiga amigo! Usted no puede estar aquí, salga inmediatamente! Los invitados a la sala. Solo nos faltaba esto joder!!
Alfred no comprendía como un simple cocinero se permitía esa actitud, pero le gustó su decidida postura, pues a nuestro protagonista le gustaban las personas sin complejos.
No sabiendo ya dónde esconderse de tanto relamido, mientras atolondrado amontonaba sobre la triste espera su maltrecho ánimo, ascendió las escaleras alfombradas al primer piso y se coló sin pensarlo en la primera habitación que encontró, él apenas conocía la casa, solamente estuvo de pequeño y todo estaba reformado, así que, cualquier sitio era bueno para esconder su dolor. Pero... ¡ Que poco oportuno por Dios! Su linda prima Susan, tuvo que taparse medio cuerpo desnudo con la falda.
-- Susan sobresaltada: ¡Ehh alto! Pero quien... ¡Alfred! ¿Que demonios?...
-- Alfred dersolado: Ohhh perdón¿ Lo siento Susan, créeme no sabía que... Lo siento yo no pensaba...
Susan había sido sorprendida en un intermedio indecoroso. Hacía ya unos cuatro años que Alfred no la había visto y estaba... ¡Cambiadísima!! La chica le miró con furia lógica y aprovechó la turbación de su primo para taparse el cuerpo como pudo, luego dijo enfadada: ¡Date la vuelta! ¿Es así como entras en las habitaciones? Desde luego no has cambiado un pelo, siempre tan oportuno y a tu aire. ¿Verdad Alfred?
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Desde el sótano al desván
Ficção GeralJoven multimillonario, compra mansiones para derruirlas completamente buscando solucionar un misterio. La muerte de sus padres le obliga a dirigir las empresas. Su vida entre grandes negocios y la búsqueda incansable del misterio, le emparejan con...