Parte 1 capítulo 7

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LORETA Y LIRIA

  Nuestro amigo regreso a la casona con el ánimo arrastrado y melancólico.  A esto nada que añadir, ya que todos sabemos que es una noria que marea, pero también, que es algo corriente y muchos jóvenes han pasado por esos vértigos saliendo siempre victoriosos. Así que Alfred, puso tierra de por medio a sus impulsos vengativos y paños calientes a su herida. La única y posible distracción que podía apartar a Susan del pensamiento de nuestro amigo, era la búsqueda de los dichosos testimonios. Pero en la vida algo suele ser cierto: que a corazón enfermo por chica, solo con los dulces cuidados de otra sana.

  Tim se alegró mucho del regreso de Alfred, la tabarra de las obras no era su mejor distracción y las cuatro paparruchas que le consultaron, quedaron en la caja de las preguntas sin contestar hasta que regresara su jefe. El chofer en el fondo de los fondos, tampoco aprobaba aquella conducta, no entendía ni la búsqueda, ni las reformas. Absurdo que un hombre tan rico se ponga a gastar dinero y energías en algo tan tonto. Pero de eso la controversia está servida, pues tonto es para unos, lo que inteligente es para otros y en el huerto de la vida, hay verduras para todos los gustos.

 Loreta y Tabán ya hacían muy buenas migas. El bicho había perdido a todos sus inquilinos y mejorado notablemente su aspecto, un flamante collar lucia en su cuello y las vacunas ya jugaban a la gallina ciega con sus leucocitos. Cuanta más energía tenía el chucho, más rápidamente movía la cola.

 El jardín empezaba a tener todo el aspecto de la cabeza de un recluta, pero a pesar de lo adelantado de la primavera. Tom Pelargi, el jardinero, sabia muy bien lo que se hacia y en un mes escaso, todos lo arbustos, plantas, arboles y setos, darían precisa respuesta a sus habilidades. Los macizos de flores de temporada andaban a rabiar de colores y salvo la parte de la entrada, que es por donde los obreros tenían servidumbre de paso como caballo de Atila. Salvo eso, el resto fantástico.

 El estanque relucía como un sol, los peces habían tomado su dominio y sus evoluciones en el agua teñían de tonalidades vivas y ondulantes sus cambios constantes de posición. El cenador lo estaban desmantelando los carpinteros y por la maestría que tenían al hacerlo, pronto estaría terminado y dispuesto para celebrar su inauguración. Claro que celebrarlo... ¿con quién?

 Las paredes de piedra de cuarenta centímetros y las recias vigas de madera, soportaban la estructura con tranquilidad, pero el tejado, era lo único que le ponía los papeles llenos de dibujitos al aparejador. Naturalmente, que aquel entramado de vigas y traviesas, era una obra de arte y si cien años duró, otros tantos podría soportar, pues la madera estaba en perfecto estado. Pero claro, la cuestión no pasaba por la solidez, sino por la necesidad de aumentar el presupuesto.

 Alfred acudió a la obra pero estuvo muy distante, no le apetecía hacer nada y se pasaba el rato sentado en el jardín y pensativo. Los primeros días ya se sabe, son como los escozores de la que viene y va, a ratos la chica vituperada y a ratos perdonada, y eso es así, porque el amor se resiste a morir.

 En fin, que todo adelantaba presuroso al verano. La gente que curioso: se hace más simpática en primavera, todas la buenas vibraciones llegan en abril y se van en noviembre, al igual, que el moreno de la piel y las cosas dulces que cuelgan de los arboles; bendita estación.

  Alfred tardo un par de días en confesarle a Tim el asunto de Susan y lo que eso suponía para él de amarga situación. La chica ni tan siquiera le había llamado, eso solo podía significar que la nota que le dejó nuestro amigo en el despacho a ella, la puso a comerse las uñas de vergüenza. Es cosa lógica que Susan tardase en dar señales de vida, pues estaba muy claro ahora que lo primero que tendría que hacer era intentar averiguar por todos los medios, en que fuente indiscreta había su prometido llenado el cántaro. Sea quien fuese el informador, la maniobra de negación o perdón debía ser en concordancia. Pero la chica de momento, no pillaba al saltamontes por las sierras y por tanto, escoger entre una u otra maniobra, era muy aventurado y peligroso. Lo más probable, es que algún vecino del apartamento fuese el delator, pero su encuesta no adelantaba en absoluto y tanto el enfado por calumnias o el arrepentimiento, deberían confeccionarse en breve, pues si no, no serían en absoluto creíbles.

Desde el sótano al desvánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora