Parte 1 capítulo 5

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  Novela registrada en organismo nacional de la propiedad intelectual.  

LA INTRIGA

Susan se levantó desnuda y siguiendo su costumbre se metió en la ducha. Entre el primer estiramiento muscular y el primer chorro se agua tibia, nunca mediaban más de dos minutos. La chica hoy, no se encontraba en la ciudad de Dallas para la organizada defensa de los intereses de Daniels & Daniels, tal y como le comentó a su primo. Su visita a la bella ciudad, era solamente por motivos personales y desde luego, muy relacionados con el regocijo del sexo. Hacía dos años, que a menudo se acercaba a Texas para quemar calorías sobrantes y lo cierto, es que allí tenía un buen masajista. Susan, como ya se ha dicho, no disfrutaba de una personalidad bien definida, pues su padre la tenía subordinada a sus deseos, pero claro, si tienes muy agarrado algo por un sitio, es lo más fácil que se te escape por el otro. De ahí, que en un momento dado, se hubiera reservado el área de los espacios suaves y gratificantes solo para ella, y también de ahí, que los utilizara terapéuticamente para salirse de su acomplejada jaula.

Lionel Daniels, no era como se puede pensar un déspota con su hija, todo lo contrario, era un padre preocupado por su bienestar económico y por esa circunstancia material, la instruyó muy bien en semejante conocimiento. Pero en ese personal criterio pedagógico, es donde se equivocó y por esa grieta tan mundana se le escaparon los ratones. Es de todos conocido, que el bienestar económico muy poco o nada tiene que ver con la felicidad y también todo quisqui puede comprender, que cuando se tiene el colchón a rebosar de dinero, es hora de acostarse y descansar y no como hacía Lionel, que empezaba a rellenar el siguiente, sobre todo, teniendo el armario de los afectos vacío.

El ser humano no es tan manejable como piensan algunos; puede que sea fácil durante algún tiempo y también, que durante ese tiempo puedas tirar de los hilos con toda impunidad, pero más tarde o más temprano, algún circuito ya muy desquiciado y de los que abundan instalados para nuestra defensa mental, cumplirá su cometido revolucionario y cuando eso ocurra, mejor no tener las narices cerca.

Pero Lionel nunca se haría esa reflexión, no era hombre que aceptara otra forma de enjuiciar las cosas que no fuese la propia, pues el padre de Susan, siempre estaba planeando altivo sobre el criterio de los demás. Pero el tío de Alfred tenía una inmejorable excusa, hacía lo que aprendió de su padre. ¡El abuelo de Alfred! Otro que se calzaba para pisar a quién fuese, en vez de para caminar.

Susan dejó la ducha y cogió el teléfono. A las mujeres no les está permitido parar el cerebro, seguramente un castigo divino se lo impide. Pero que nadie se equivoque en esto, el no parar, no siempre significa que vayas bien revolucionado y de ahí, el posible castigo. Susan marcó desganada el número de la casona y cinco segundos después, Alfred ajustaba el aparato a la oreja y la voz de la chica al corazón.

--- Hola Alfred, te llamo para que duermas tranquilo, ya lo tengo todo solucionado, la intermediaria se rinde. Hemos ganado.

--- ¿Eso significa que todo va bien?

--- Pues sí, solo he tenido que pactar una pequeña compensación con ellos para evitarnos el problema del abastecimiento de envases. Es más inteligente que pleitear. ¿No te parece?

La cosa estaba clara, esta vez habían pillado en bragas a Susan. Alfred se tomó bastante bien, pero estaba seguro de que todo fue planeado por la intermediaria desde el principio, posiblemente su prima, se dejó llevar por un exceso de confianza.

Alfred bastante irónico preguntó: ¿Y cómo ha quedado la cosa Estrella Polar?

--- Solo un millón más. He pensado que era un mal menor. ¿Qué opinas?

Nuestro amigo no tenía dudas de que a su prima le habían tomado el pelo. Los abogados buscan los arreglos amistosos como los perros policía las drogas: moviendo la cola y jadeando. Bueno, un millón más o menos, es decir, catorce en vez de quince, no era mal negocio para la compañía. Pero esa cantidad vista desde la posición de Alfred, que se encontraba a punto de heredar y convertirse en uno de los hombres más ricos del país, era como bocadillo de berzas.

Alfred después de pensarlo un momento dijo: Vale Susan, pero a partir de ahora no quiero que lleves tu sola el peso de la compañía. La semana que viene volveré y hablaremos de ello, quiero ver a Waridell Foster a tu lado y eso no es negociable. ¿De acuerdo?

Desde el sótano al desvánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora