Tonta Casualidad • [ Alex Høgh Andersen ] •

• Capítulo 5: Diferente •

Después de un excelente rato de charla y sonrisas por doquier de Alex, caí en la cuenta de la hora que era cuando mi celular sonó con el particular tonito de Kiara.

"Pensas volver o ya te enamoraste? Deja de sonreírle un poco"

Después de sonreír por el mensaje, miré la hora — Es casi mediodía.

Alex frunció el ceño y miró su móvil — Creeme que no me di cuenta. — dijo entre risas. — ¿Tienes planes para hoy?

¿QUÉ?

— E-en realidad, no. — contesté tartamudeando como una estúpida.

— ¿Qué te parece si caminamos un poco? Si tú quieres, claro.

Después de dudarlo por ¡2 PUTOS SEGUNDOS! asentí sonriente, comentándole que le avisaría a mi amiga que tardaría un poco en volver. Alex sonrió y se paró para pagar personalmente en la caja de la cafetería.

Narrador.

Mientras Emma le escribía a su amiga, Alex se acercó hasta la caja de la cafetería, a espaldas de la muchacha, no sólo para pagar, sino para sacarse una foto con el amable mozo que los había atendido, dado a que fue lo primero que le pidió el empleado apenas lo vió.

Claramente Alex era reconocido por casi todas las personas con las que se cruzaba dado al famosísimo papel que interpretaba en la popular serie de History Channel, "Vikings".

Pero sin dudas, el hecho de que Emma no lo reconozca como "Ivar, El Deshuesado" lo había cautivado.

Al principio, el joven actor pensó que Emma simulaba no conocerlo, pero a través de los mensajes y la cómoda charla que había tenido con ella ésta mañana, había caído en la cuenta que la muchacha realmente no sabía quién era.

La había notado muy natural y no dudaba sus palabras. Emma parecía ser una joven humilde, que logró cautivar la atención de Alex desde el momento en que sus miradas se cruzaron.

Alex pensó en decirle la verdad de su profesión cuando Emma preguntó por su trabajo, pero por alguna razón, a Alex le gustaba que una muchacha tan bonita se acerque a él sin importarle realmente su fama.

Narra Emma

— ¿Vamos? — preguntó Alex acercándose nuevamente hasta la mesa.

Asentí mientras me levantaba y me ponía a su lado, caminando hasta la salida. — De verdad, no tenías porque pagar tú. La próxima pagaré yo.

— ¿Habrá próxima? — pregunto sugerente, mientras sus ojos azules me miraban divertido.

Mierda.

Fue un comentario que dije sin pensarlo antes de hablar. Seguramente en éste momento mi cara debe estar roja como un tomate.

— Si querés...