•• Capítulo 26: Orden de Importancia ••

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Sus dedos apretaban con tanta fuerza de mis caderas, que estaba casi segura que dejaría sus huellas sobre mi piel.

— ¡Ah! ¡Alex! — volví a gemir por enésima vez en el día.

Alex podía ser dulce, tierno y hasta bastante infantil en algunas situaciones, pero, debo confesar, que su lado salvaje y candente era demasiado irresistible para mí.
Después de su intento de escena de celos, la cual no termino en nada por que siquiera pude decirle que fue Liam quien me llevó hasta su apartamento, besó mis labios con tal desesperación que no pudimos hacer otra cosa más que dirigirnos directo a la habitación.

— Eres hermosa, Emma — murmuró contra mi oído, mientras su pelvis volvía a hacer presión contra mi cuerpo.

Me fue inevitable suspirar al oír su sexy voz. Escuchar la voz de Alex mientras teníamos sexo tendría que ser considerado una de las putas maravillas del mundo.
Su cuerpo se mantenía encima del mío, entrando en mi interior cada vez con más fuerza. Mis piernas se encontraban enredadas alrededor de su cintura, llevándonos así al paraíso.

— Alex...— suspiré sabiendo que el orgasmo pronto llegaría a mi.

— Yo también siento que no puedo más, Em — busca mi boca con desesperación y después de un fuerte beso, me implora — Acaba para mi, Emma.

Como si fuera que su voz tocó mi punto G, mi cuerpo comenzó a sentir la tensión del orgasmo. Mordí mi labio inferior, pero sin aguantar, gemi con todo lo que me daba la voz.
Apenas oyó mi gemido, Alex se movió con mayor intensidad, y junto a un ronco gemido, llegó a su punto perfecto.

Salió de mi y se dirigió al baño para deshacerse del preservativo, y volvió a la cama arrojándose sobre mi cuerpo, tan exhausto como yo.

— ¿Para que ir a entrenarme después de esto? — bromeó, haciéndome sonreír.

— Ojalá no tengas éste tipo de rutina con tus compañeros entonces.

Alex, aún desnudo sobre mi cuerpo, eleva su cuerpo sosteniéndose sobre sus codos, enfrentando nuestros rostros — Eres demasiado perfecta, Emma...

Sonreí mientras trataba de colocar su largo cabello detrás de sus orejas  — Deja de hablar idioteces. Aquí tú eres el ángel.

Negó con su cabeza, sorprendiendome por la seriedad de su rostro — Pero tú fuiste MI ángel, Em — arquee mis cejas sin entender su punto, por lo que siguió hablando — Antes de ti, mi vida no era igual.

— ¿Debo tomar eso como un cumplido o un reproche?

Haciendo caso omiso a mi pregunta, siguió hablando sin sonreír — Lo tenía todo, lo sé. Pero me faltaba alguien sincero a mi lado. Alguien que deje de verme como un personaje para mirar lo que había dentro de mí. Me faltabas tú.

Decidí mantener el silencio gracias a mis nervios.

¿Acaso Alex estaba confesandose?

— No quiero pelearme más contigo, Emma.

— Ni yo, Alex. Pero eso no sucederá si nos somos sinceros, ¿sabes? Me estás ayudando a madurar y a tener seguridad en mi misma. Jamás lo lograría si no fuera por tu apoyo...— sonreí mientras delineaba sus labios con mis dedos — y tu hermosa sonrisa que me conquistó a penas te vi.

Me otorgó una mínima sonrisa de labios apretados, mientras sus ojos se perdían en mi rostro. Podía notar como admiraba cada detalle de éste, sintiéndolo perdido en sus pensamientos — Has cambiado mi vida, Emma Rigantti.

— Y tú la mía, Alex Andersen.

— No lo entiendes... — negó con su cabeza y tomó aire. ¿Que sucede aquí? — Em, no quiero pasar más tiempo sin ti.

Tonta Casualidad • [ Alex Høgh Andersen ] •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora