Cap.7

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 Los muchachos chicos habían estado pendientes de la pelea, pero no decidieron intervenir hasta ese momento.

-¿Me permite salir?- Suspiró la chica en tono irónico, pues estaba a la vista que esa no era una de sus intenciones.

-Hay algo en la trastienda para tí, Beth.

-¿Cómo sabes mi nombre?

-No voy a decirlo más...

-Ni yo tampoco, así que deja que me vaya.- El hombre siguió sin apartar su enorme man de la puerta.-Te he dado el dinero, ya basta.

-Earl, creo que ya vale, ¿no?- Dijo uno de ellos. Beth se giró. Era Jacob, el chico que la había atropellado esta mañana.

-Sí, déjala. Toma- Añadió el chico rubio a su lado. El hombre cogió el dinero que le tendría por un par de refrescos. Earl no le dió el cambio oportuno, pero el muchacho tampoco se quejó.

-Ya puedes abrir la puerta. Ella se quiere ir.-Agregó aún molesto Jacob.

El hombre, que al parecer se llamaba Earl, abrió la puerta con desgana, dejando salir a los tres chicos. Los dos amigos iban por el mismo camino que ella, algo que la hizo sentirse extrañamente segura.

-Gracias.- Dijo Beth, que quería entablar una conversación con ellos. Los dos chicos sonrieron.-¿Siempre le mira el culo a todas las tías?

-No, él no es así.- Contestó en seguida Jacob.- Es un hombre decente. Quizá tu hermano si tenía algo para tí.

-Imposible. No se fía de los vendedores, problemas del pasado....Conozco bien a mi hermano...-Aprovechó un breve silencio para cambiar de tema.-Por cierto, sé que fuí muy borde esta mañana... Perdón.

-No pasa nada, entiendo que no seas muy amable con el que te acaba de atropellar.-Jacob sonrió.-Espero que ya me hayas perdonado.

-Si no sucede de nuevo, claro. Si no, tendría que llamar a la policía y poner una orden de alejamiento porque un chaval no para de estampar su coche contra mí. Era muy bonito, por cierto. ¿Alfa Romeo Alfetta GTV? ¿Un 2.0?-Ambos se rieron. Beth notaba el rubor de sus mejillas. ¿Se reía por eso? Fingió tener frío abrazándose los hombros y así disimular un poco. El otro chico los miraba un poco atónito, aunque reía. Jacob pareció ignorarlo.

-¿Sabes de coches?

-Sí, bastante. Entre otras cosas, mi hermano es mecánico y me ha enseñado mucho. A principio me aburría, peor poco a poco le cogí el gustillo. ¿Y tú?

-Sí, bueno, algo así también. Más bien, ví ese coche en el desguace y lo compré. Así aprendí. Tampoco sé tanto como para distinguirlo de otros coches a un palmo de distancia.

Volvieron a reír y sus mejillas se encendieron aún más. El rubio hizo un gesto con la mano y sonrió ampliamente. Carraspeó.

-Espero no ser invisible, como siempre he soñado...

-Eres idiota.-Musitó Jacob, pero sonrió. Su sonrisa era brillante. Su piel era clara hacía un buen contraste con su pelo, ligeramente ondulado y castaño.

-Creo que me he perdido algo.

-¡Haberlo dicho antes! Beth, él es Peter. Peter, ella es la víctima de esta mañana, Beth.

-¿Eres la chica a la que atropelló este subnormal? ¿Estás bien? Te diste un buen golpe.

-Sí, tranquilo, sigo viva.

-Tu hermano me matará si algún día llego a toparme con él.-Rió Jacob. Había una bifurcación de calles donde paró.-¿Vives muy lejos que aquí? Ya empieza a oscurecer.

-No. Estoy hospedada en aquel motel.- Indicó Beth señalando con el pulgar.

-Te podemos acompañar, si quieres. No pienses nada raro, es para...

-No, gracias, Jacob...

-Jake.-Sonrió y bajó la vista un poco.

-Gracias, Jake. Sois muy amables, pero ese tío no vendrá corriendo en sprint ni me hará nada. Además, son solo cinco minutos que tardo. No os molestéis. Nos vemos.

Beth se dirigió de nuevo al motel. Vió que Peter y Jake no siguieron caminando hasta que ella no entró en la finca, algo que le gustó bastante. Antes de entrar en su habitación, los saludó con la mano. Ellos sonrieron, le contestaron y siguieron con su camino.

Subió hasta su habitación y abrió la puerta sonriendo tontamente. Abrazó a su hermana como por acto reflejo y le dió un beso. Luego, Aurora siguió jugando mientras Beth metía los refrescos y las barras de chocolate en la mini-nevera. Guardó los paquetes de sal en un armario y metió en el microondas los burritos que había comprado. Observó la hora. Eran las nueve menos cuarto y su hermana debía de estar, como muy tarde, en la cama a las nueve y cuarto. Con un corto margen de media hora, Beth le indicó a su hermanita que debía meterse en el baño. Ella protestó, pero Beth, que debía seguir estudiando, comenzó a entonar una canción con el afán de no aguantar otro infantil berrinche.

Terminaron antes de lo previsto. Beth la secó y le puso el pijama. Le tendió un burrito descongelado, el más grande, y un refresco. Aurora acabó durmiéndose mientras cenaba. Beth retiró el plato y la lata. Cogió a su hermana en peso, la colocó sobre su cama y la arropó. Como sólo habían alquilado una habitación con tres camas, ambas hermanas dormían juntas. A ninguna le importaba. Tras darle un beso en la frente, Beth se cambió de ropa, abrió un paquete de patatas y continuó estudiando. Sólo estaban encendida la lamparita al lado de su cama y la luz de la campana, por lo que el ambiente era perfecto para echar una pequeña cabezada...

De repente, escuchó como llamaban a la puerta. La abrió un poco y asomó ligeramente la cabeza. La chica tenía una mano apoyada en el pomo y la otra detrás de la puerta, sujetando una pistola blanca marfil, un arma delicada. Su pistola. La echaba de menos. Hoy no la había llevado al instituto ni a comparar y añoraba el peso sobre su cintura.

-¿Desea algo?-Beth asomó medio cuerpo. Una mujer vestida de uniforme esperaba con un carrito.

-Soy del servicio de habitaciones. ¿Tienes alguna toalla sucia? Perdón por la hora, pero es una de las últimas habitaciones.

-No pasa nada... Y sí, espera.-Dijo cerrando la puerta. Vió la sintenciones de la anciana al querer fisgar.

Fue al baño, cogió las toallas y se guardó en el pantalón su pistola blanca. Al salir de ese cuarto, se encontró con aqeulla mujer dentro de la habitación, con unos enormes ojos negros. Tiró las toallas al suelo y rodó por el suelo dando una voltereta hasta llegar al sofá. Desenfundó su arma y apuntó a la mujer, sabiendo que así agotaría el cargamento balas impregnadas en agua bendita. ¿Cómo era el encantamiento? Empezó a decir palabras en latín hasta recordar la correctas. El humo apareció antes de lo esperado y la mujer cayó al suelo. Beth se levantó y le tomó el pulso a la mujer. Por suerte, sólo estaba inconsciente. Se dirigió a la puerta para comprobar si alguien la había visto. Justo antes de cerrar, aparecieron Dean y Sam. La chica les explicó brevemente lo sucedido y ellos no dudaron en llevarla a la recepción del motel diciendo que se había desmayado. 

-Hola chicos.- Saludó a Beth como si nada. Primero abrazó a Dean y luego a Sam.

-¡Qué bien huele!-Exclamó Dean dejando las cosas sobre su cama y tumbándose, también ignorando lo que acababa de ocurrir.

Beth WinchesterWhere stories live. Discover now