Cap.-25

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Beth sentía una agonía horrible. No podía empujar más. Sus fuerzas la abandonan. No era capaz de resistir la tentación de cerrar los ojos, parar y dejar que todo saliese como tuviese que salir, sin que ella hiciera nada. Evitar la consciencia era lo mejor que podría hacer. 

-¡No pares ahora, estúpida! ¡Ya casi sale!-Gritó aquel ser, que era condenadamente hermoso, pero que sus ojos desencajados lo hacían repulsivo. 

-¡Sé que eres débil, pero empuja!-Exclamó otro, de piel morena, ojos azules y cabello castaño claro. 

-¡NO PUEDO MÁS!- Gritó Beth con una furia incontrolable.-No puedo...

El llanto de un bebé hizo que se callase y quisiera escuchar a aquella criatura que acaba de salir de su interior. Al fin esos nueves meses se habían acabado. No pudo verlo bien, pero observó que aquello tenía forma humana. Era humano, como ella. No era un espeso humo negro, como el espíritu que eran aquellos demonios. Era como ella, un recipiente de carne y hueso... Pero el dolor seguía y seguía. Era un continuo e incesante quemazón que aumentaba a medida que dejaba de hacer fuerza.

-¡Va a salir otro!-Rugió el muchacho de  cabello castaño.- Nos ha fecundado a los dos. ¡A los dos! ¡Ya sale! ¡Empuja, maldita mierda humana! ¡EMPUJA!

Beth chilló y dió un fuerte empujón. Consiguió sacar a aquella segunda criatura de su cuerpo y suspiró, aliviada. El dolor era menos intenso, el malestar era un poco más pasable. Pudo observar con más claridad a sus hijos. Eran pequeños, delgados y lloraban. Estaban cubiertos de sangre, peor aún así, eran hermosos. Los dos seres agarraron a los niños y cortaron el cordón umbilical de una forma dolorosa y despreciable. Lo mordieron repetidas veces. Les gustaba verla sangrar y sufrir. Y la dejarían morir ahora que había dado a luz. ¡Dos por uno! Había resultado una muy buena presa, quizás no la mataran. Podría concebir más. Sí, eso sería lo más convenientes, pues las demás ni quisiera soportaban la fatiga de los primeros días. 

-Son niño y niña.-Anunció el rubio.- Y a juzgar por el orden de llegada, el varón es el mío. Ha sido el primero.

-Pero no huelen como nosotros ni se parecen a nosotros.-Reprochó el otro.

-Acaban de salir de su vientre, estúpido. Vamos a bañarlos. Veremos que pueden hacer si los sumergimos un rato.

-¡No os atreváis!

-¡CIERRA EL PICO!- El rubio alzó la mano y la chica se quedó sin respiración. La estaba ahogando. ¿Cuándo pararían las torturas? ¿Cuándo sería libre? Tras varios minutos, dejó de sentir presión. Dio una bocanada y observó a los monstruos, que aún reían. Intentó incorporarse un poco.-¿Puedo verlos?

-Muéstraselos.- Ordenó el primero.-Pero no mucho, no quiero que se encariñe. Son nuestros. 

-Ya podría encariñarse con nosotros, sería más divertido.-Comentó el otro acercándole los bebés a la humana. 

A Beth no le importaba escuchar eso. Cogió a aquellas dos pequeñas personitas que lloraban desconsolados, pero que al acercarlos a ella, se calmaban. Les limpió las caras con el sudor de sus manos y los besó en la frente... Eran sus hijos, sangre de su sangre, su descendencia. Eran parte de ella. Aún no podía pensar que los había albergado en su interior por tanto tiempo. Y al fin estaban en el mundo exterior. Sonrió al sentir las manitas del niño en su mejilla, pues querían tocar su propio rostro. El de su padre. Beth hubiera llorado si no recordara aún cómo los había concevido. Pero no pudo hacer nada más, pues se los arrancaron de las manos bruscamente. Ella gritó e intentó moverse, pero el mundo se le echó encima. No podía más. Cayó sobre el húmedo y ensangrentado suelo y cerró los ojos. Su cuerpo desnudo ya no se estremecía ante el frío contacto. Escuchó como cerraban la puerta una vez más. La dejaron sola, desangrándose y desconsolada. 

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⏰ Last updated: Aug 27, 2018 ⏰

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Beth WinchesterWhere stories live. Discover now