Capítulo 18

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-Me niego- dije yo, cortando todo el rollo que me estaban contando.
-Pero,... dijo el hombre de la derecha.
-Ya se que no tenéis poder sobre la luz, ni que tenéis cien hombres. Y más te vale guardar ese arma.- le dije al de la izquierda.
-¿Cómo lo has sabido?- titubeó él.
-No lo ves, soy como una sombra, puedo ver entre ellas, sacar sombras de ella, moverme por ellas...
Desaparecí en las sombras, ellos no me vieron, pero sabía que no estaba enfrente suyo, se giraron por toda la estancia. Llegué hasta David y lo traje de vuelta a Madrid, me di cuenta también de que estábamos en Bruselas, y después fui a por Albert. En cuanto los dejé a los dos de nuevo en el hotel, volví a esa estancia.
Los dos corpulentos hombres no se habían movido,... o quizá era yo demasiado rápido. De repente apareció una tercera persona, la cual abrió la puerta y se vio cómo entro toda la luz de golpe. Mi instinto me decía a gritos que fuera a por él, que sino me mataría. Pero me quedé en mi escondite sin que nadie me viera.
-He cambiado de idea.- dijo el chico de ropas blancas -Me quiero unir a vosotros, la organización Sombría ha matado a todos los de mi raza, de una manera muy cobarde, mientras dormíamos.
Algo dentro de mi volvió a estallar, una vez más. La organización que trató de quitarme mi futuro se cargó el futuro de otros.
-Vale- dijeron los dos hombres simultáneamente.
Entonces baje yo con la espada desenvainada, la espada Sinombre.
-Darme una sóla razón para no mataros a sangre fría.
El tío de la capucha blanca fue el primero en hablar.
-Que sólo quedó yo de mi raza.- le reconocí, era Manuel -Añ igual que tú.
Acepte su respuesta, pero los otros hombres no hablaron.
-¿Y vosotros dos qué?- les dije.
Sendos hombres se inclinaron, pero no respondieron hasta un tiempo más tarde, en el que descubrí que estaban llevando sus manos a sus dagas, en ese mismo instante reaccioné y con un giro de muñeca rápido les corté la cabeza. No me importó, ya que me dio tiempo a indagar en sus mentes, descubriendo así que ambos eran mercenarios de un hombre con un extraño nombre en clave, y ese nombre era uno que me resultaba muy familiar, el nombre era Espiritum.

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