Cynomuro

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-¿Te estás concentrando?- preguntó Nina-. No pareces concentrado.

-Lo estaría si no preguntaras lo mismo cada dos segundos.

-Ya, perdón.

-Tú solo intenta relajarte- me aconsejó Axel.

«Como si no lo estuviera intentando», pensé.

Según había entendido, el AATI, puede ir al mundo espiritual si se dispone a meditar durante determinado tiempo. Para ello se necesita estar completamente concentrado y relajado. Se supone que funciona mejor si el lugar en el que se medita es un santuario o donde haya energía espiritual en gran cantidad; cualidades que el estanque de Sam poseía.

Había estado sentado en el mismo lugar durante una larga hora, intentando relajarme. Pero mis aburridos amigos no podían estarse ni un minuto en silencio.

-¿Ya estás ahí?- preguntó Mike.

-Tienes que estar bromeando- le reprendí.

-¿No hay otra forma más rápida de hacerlo?- preguntó Alan. Con el aburrimiento a flor de piel.

-No- respondió Sam-. Desafortunadamente no la hay. Aaron tiene que estar concentrado, por quién sabe cuánto.

-Sería más fácil si pudieran sostener las palabras en sus bocas solo unos cuantos segundos- me quejé.

-A Dante no parece molestarle- señaló Karim.

-¿Es posible que ya esté en el mundo espiritual?- preguntó Nina.

-Hay personas que han logrado hacerlo- respondió Axel-. Incluso las que no tienen poderes.

Mike se agachó frente a Dante y movió su mano frente a él. Tocó su hombro, pero no reaccionaba.

Después de salir de mi asombro, noté que todos se habían callado; momento que aproveché para cerrar los ojos e intentar llegar a donde, posiblemente, ya estaba Dante.

«Puedes hacerlo», escuché que alguien hablaba. No me molesté en abrir los ojos; sabía que esa voz no provenía de ninguno de los presentes. En cambio, era dulce y melodiosa. Lo que me recordó a Karim. Pero sabía que la voz no era de ella. Era de Claire.

«Deja libre tu espíritu», volvió a hablar. E intenté hacer lo que me dijo. Me imaginé a mí mismo volando sobre valles y mares, montañas y ríos. Cruzando el océano hacia ninguna parte. Hasta que abrí los ojos.

Me vi rodeado de árboles. De tronco grueso y mucho más altos de los que yo había visto en la vida. Las hojas estaban entrelazadas entre sí, de manera que en el suelo se veían pequeños puntos de luz en constante movimiento. A lo lejos se podía ver una pradera verde y muy extensa.

Me decidí a salir de ese oscuro, aunque bello, bosque. Me sentí más ligero cuando comencé a caminar, más libre.

Corrí por varios minutos, pero aquel lugar parecía no tener fin. Llegué a la pradera después de lo que creí fue una hora de carrera, y me pareció raro no estar cansado, pero no le di importancia. La imagen que tenía en frente me hizo olvidar todo lo que tuviera relevancia para mí. Había animales muy diferentes a los de la Tierra. Parecían mutaciones de criaturas comunes.

-¿Quién anda ahí?- escuché que alguien gritaba.

No respondí. Era una voz chillona y molesta.

-¡Hice una pregunta!- esta vez la voz fue muy irritante.

-Alguien que va de paso- me burlé.

No se escuchó nada por unos segundos, hasta que el piso se movió bajo mis pies. Me retiré de un salto y frente a mí se abrió un agujero, del cual salió algo como un perro de la pradera, pero más largo y delgado.

BalanceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora