Aer I

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-¡Te dieron un celular!- saltó Mike en cuanto recibió mi llamada. Su voz resonó en la bocina y casi me rompe el tímpano. No pude resistirme a hacerle la llamada.
La noche anterior estuve en el teléfono un buen rato. Descargando música y libros.
Yendo a casa de Mike, vi una niña que paseaba por la calle en su bicicleta rosa preferida.
-¡Hola Milly!- saludé a la pequeña.
-¡Aaron!- gritó ella emocionada. Levantó su mano para saludar y un cuervo casi choca con ella. Gritó. El ave la había asustado. «¿Desde cuándo hay tantos cuervos en esta ciudad?» pensé para mis adentros. Milly se calmó y se despidió de mí. Yo hice lo mismo.
Seguí mi camino hasta llegar a casa de Mike. Él estaba en la puerta ya despidiéndose de su madre. Salió del patio y cerró la cerca blanca.
-Déjame verlo- dijo entusiasmado.
-Es igual al tuyo. No veras nada diferente- saqué le celular de mi bolsillo y se lo enseñe. Por alguna razón quedó fascinado.
-Me lo dio Sam- dije un poco orgulloso-. Como regalo de cumpleaños.
-¿Quién es Sam?- preguntó Mike mientras seguía girando el teléfono en sus manos.
-El señor Connors. El hombre que vimos ayer en aquella casa- dije señalando una casa verde.
-¿Él de la fiesta?- preguntó él- Eso me recuerda ¿vas a ir?
-Él mismo- afirme-. Tal vez vaya por cortesía. Sabes que prefiero quedarme en casa.
Seguimos caminando hasta llegar a casa de Nina, que nos estaba esperando en la acera lista para ir a la preparatoria.

Llegamos al instituto lo suficientemente temprano como para poder ir a sentarnos en las tribunas un rato. El viento movía las ramas de los arboles desnudos en invierno, calándonos hasta los huesos.
-¿Vas a ir a la reunión del señor Connors?- preguntó Mike a Nina. Se podía notar la emoción.
-Si- respondió ella-. Me gustaría conocerlo formalmente. Muchos dicen que es un tipo misterioso.
Los tres dirigimos la mirada al bosque que había enfrente de la cancha de futbol. La nieve del día anterior había formado un manto blanco en el campo y en el bosque. Nina miró su reloj y los tres marchamos hacia nuestra primera clase: gimnasia. Nunca se me dio bien.
Cada uno se fue por su lado a cambiarse la ropa.
Todos los estudiantes del grado estábamos reunidos en el centro de la cancha. Entró el director seguido por un hombre que reconocí al instante: Sam.
-El señor Connors será su nuevo maestro de gimnasia- dijo el director-.
-¿Qué sucedió con el señor Monroe?- preguntó Nina. Pero el director ya se había ido, dejando a Sam a cargo.
-Él se retiró, y yo necesitaba trabajo. Así que, aquí me tienen- dijo el con entusiasmo-. ¿Tienen equipo de boxeo?
-¿Para qué?- sonó una voz a nuestras espaldas. Todos giramos a la puerta. Un chico alto con una camisa negra, que nunca había visto, estaba recostado en la pared-. No tiene sentido enseñar a pelear a estos enclenques- el chico formó una sonrisa cuando su mirada se posó en Nina, ella se sonrojó y la cara de Mike emanaba furia.
-¡Axel!- gritó Sam, pero no se oyó muy real. Como si le hubiera hecho gracia lo que nos dijo-. Mejor cámbiate y únete al grupo-. Fue a los vestidores de mala gana.
Sam fue con dos compañeros por el equipo de boxeo. Más concretamente, por los guantes que se usan para dar patadas y puños.
-Aaron- llamó-, tu iras con Axel- miré a mis espaldas. Axel estaba acostado en el piso. Parecía estar durmiendo.
Le lancé una mirada de ayuda a Mike mientras señalaba a Axel. El solo me bendijo haciendo una cruz en el aire.
-Karim- dijo Sam mientras yo iba hacia el chico tirado en el piso. Me detuve-, vas con Nina. Ahora que todos están con su pareja, uno tomará los guantes mientras el otro usa pies y manos para golpearle- empezó a explicar-. Solo golpes a los guantes, no a la persona.
Axel se levantó y me tiró los guantes. Alcance a atrapar uno en el aire, el otro me dio en la cara.
-Primero golpeo yo- dijo el muy cerca de mi cara. Yo solo pude asentir. Me puse los guantes y él ya estaba listo con los puños levantados. Por alguna razón empezó suave, pero luego de esbozar una sonrisa de satisfacción en su cara, empezó a moverse más rápido, golpeando con manos y pies. Tal como había dicho Sam. Mis reflejos pudieron adaptarse a sus golpes y entonces fue mi turno.
-¿Necesito los guantes?- preguntó él en forma de broma.
-Si no quieres romperte una uña- respondí yo y su expresión pasó a ser la de un asesino. Se puso los guantes y empecé a golpear.
De alguna forma lancé puños igual o más rápido que Axel. Terminé con las manos y seguí con los pies, de vez en cuando saltaba para dar una patada y Axel solo podía dar pasos hacia atrás. Con la última patada, cayó. Le di mi mano para ayudarlo a levantarse pero la ignoró y se paró por su cuenta.
-Eres hombre muerto- dijo, e intentó golpearme, pero ocurrió lo mismo que le ocurrió a Alan. Logre esquivar el golpe y paralicé su brazo. Esta vez no fue solo eso, cuando lo tuve de frente, le empujé y cayó a una distancia considerable.
-¡¿Qué les dije sobre golpear a su compañero?!- saltó Sam. Lo extraño fue que se dirigió a Axel y no a mí. Después de todo, él empezó a golpear fuerte.
-Aaron- me miró muy serio, como si lo que me fuera a decir estuviera en manos del FBI-, devuélvele la movilidad al brazo de Axel.
-Pero…- me excusé- no tengo ni idea de cómo hacerlo. ¿No lo puede hacer usted?
-Algunos músculos tienen- respondió-, por decirlo de alguna manera, memoria. Su brazo tiene que ser golpeado por lo mismo que lo dejó inmóvil.
Suspiré. ¿Qué haría si ese chico perdía el brazo por mi culpa? Me resigne a que tenía que hacerlo. Tomé su brazo. Estaba alerta, por si quería vengarse. Ubiqué el punto que creí había golpeado antes y lo golpeé de nuevo. Axel pudo mover su brazo.
-Nos vemos en la cancha de futbol después de clases- susurró a mi oído cuando estuvo de pie.
-¿Y que si no voy?- pregunté en tono valiente.
-Te buscaré mañana antes de entrar al salón de clases y te golpearé tantas veces que nadie te reconocerá- mi valentía cayó en picada como un carrito de montaña rusa.

BalanceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora