Fiesta negra

1 0 0
                                    

-¡¿Ya lo sabía?!

Después de que Alan se desmayara, lo llevé a casa de Sam. Les di la excusa de que se había desmayado a medio camino de casa para no preocuparles por un tiempo. Pero Karim supo que esa no era la verdad absoluta.

Al final cada uno se fue a su casa, y al cruzar la puerta de casa con Alan en brazos, dije a mis padres que el ponche tenía alcohol y que Alan había tomado lo suficiente como para estar ebrio.

Como siempre, el primero en enterarse de lo que había sucedido fue Mike. Y, de nuevo, casi me deja sordo al gritar por la bocina del teléfono.

-¿Cómo es posible que no le dijeras a Sam?

-Alan se había desmayado- me defendí-. La adrenalina que debió usar para salir corriendo expandió la gardenia más rápido. Necesitaba descansar.

-Bien- me dio la razón-. Cambiando de tema ¿pretendes seguir con tus clases de magia?

-No es magia- respondí-. Tengo que hacerlo. Se supone que estoy destinado a salvar al mundo.

-Cambio de tema otra vez- dijo a modo de aviso-. ¿Vas a ir a su fiesta?

-Ya te dije que si- dije un poco irritado-. Le tengo que decir lo de Alan de todos modos.

-¡Aaron!

Mi madre llamó y bajé a su encuentro.

-Necesito que lleves este pastel de carne a la casa de enfrente- empezó ella-. Qué bien le ha ido a este barrio con los vecinos.

Tomé el pastel y salí en dirección a la casa que había mencionado mi madre. Un olor que me dio nauseas llegó a mi nariz. Había gardenias por todo el jardín. «Solo espero que sea coincidencia», pensé, recordando que eso era como un veneno para mí.

Golpeé la puerta tres veces. Varios minutos pasaron sin que obtuviera respuesta. Hasta que un débil "crack" indicó que alguien había abierto la puerta. Me sorprendió ver a Dante con lentes de sol.

-Hola, Aaron- dijo alegre e igual de sorprendido que yo.

-¿Dante? ¿Vives aquí?

-Mi padre vive aquí- respondió, generando una nueva duda en mi cabeza, la cual aclaró-. Mis padres no están divorciados si es lo que piensas. Solo que cada uno se hospeda muy cerca de su trabajo.

Aclaró dos de las tres dudas que tenía. Y, aunque la tercera era extraña, me estaba destruyendo el cerebro.

-¿Por qué tienes lentes oscuros?

No respondió. Quedamos sumidos en un silencio incómodo. Hasta que él descubrió sus ojos. Entendí por qué lo había hecho con temor. Tenía un ojo verde y el otro café, tenía heterocromía. Tenía miedo de ser juzgado como un fenómeno solo por tener un color diferente en cada ojo.

-Genial- murmuré.

-¿En serio lo crees?- preguntó el sorprendido por mi reacción.

-Es increíble- respondí. No podía ocultar la emoción-. ¿Por qué lo ocultas?

-En Italia- respondió el-, en mi antigua escuela, muchos se reían de esto- dijo señalando su ojo café-. Fui excluido de muchos grupos de estudio. Por suerte para mí, mi padre aceptó un negocio aquí en Canadá. Conseguí lentes de contacto. Quería olvidar mi pasado.

-Ocultar lo que en realidad eres sólo te traerá más problemas- dije a modo de respuesta-. Aquí no tendrás que preocuparte por eso. Te lo aseguro.

Eso le animó y su cara tímida desapareció para ser reemplazada por una sonrisa de agradecimiento. Recordé el regalo que había enviado mi madre.

BalanceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora