Aer IV

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Desperté agitado en el sofá de la casa de Sam. Me levanté de un salto. Asustado.
-Cálmate, Aaron- dijo Mike que estaba sentado frente a mí.
-¿Cuánto ponche tomaste?- preguntó  Dante.
-Apenas un sorbo- respondió por Karim por mí-. A diferencia de Axel- dijo, y miró un bulto en el sofá que estaba frente a mí. Axel estaba dopado.
-¿La bebida tenía veneno?- preguntó Nina.
-No lo creo- dijo Karim-. Tú, Mike y yo tomamos un vaso entero y no nos sucedió nada.
-Imposible- murmuró Sam y fue a la cocina. Volvió  rápidamente con un cuchillo y caminó hacia mí.
-¿Qué piensas hacer?- pregunté alarmado.
-Creo que sé que tenía la bebida- dijo-. Pero necesito estar seguro- vio mi cara y agregó-. No dolerá.
Hizo un corte en mi brazo y, para asombro de todos, la sangre que salía no era roja, sino blanca.
-Gardenia.
-¿Qué? ¿Una flor?- preguntó Nina.
-Una bella flor blanca. Inofensiva, a menos que sea ingerida por alguien como Axel o Dante. Y mucho peor si la toma el AATI- «pude haber muerto» pensé-. Es como el agua bendita para los vampiros o balas de plata en hombres lobo. Si da en el punto exacto, puede ser mortal.
Esa última frase me hizo pensar lo peor.
-¡Alan!- grité.
-Tranquilo- dijo Sam-. Se desmayó. Lo trajimos también.
-No tomó ni un sorbo- dijo Dante, lo que nos dejó perplejos a todos-. Besó a una chica que tenía los labios empapados con la bebida.
Escuchamos que alguien bajaba las escaleras dando tumbos, como si le pesara el cuerpo. Alan se asustó cuando vio a tantas personas sentadas mirándole.
-¿Quiénes son?- preguntó con los nervios a flor de piel- Ustedes pusieron eso en la bebida- no era una pregunta, sino una afirmación.
-Alan, cálmate- dijo Karim.
-Llamaré a la policía si no me dejar ir- iba a decir algo más, pero se detuvo al verme.
-Alan. Necesito que te calmes- dije más relajado.
Salió corriendo antes de que alguien pudiera detenerle. El mareo seguía en mi cabeza, pero algo me hizo ir tras de él. Una fuerza interior que no sabía que tenía me permitió correr a pesar de estar al borde del colapso.
Desapareció de la calle muy rápido, pero podía sentir a su aura como si fuera parte de mí. Dante se me acercó. Estaba claro que quería ayudarme.
Le guie hasta donde el aura se sentía con más intensidad. Un callejón que daba a una calle abierta. Pero algo estaba mal. Sentía su aura y la de otras tres personas.
Le alcanzamos. Pero Dante me detuvo; la expresión de su cara me hizo ver más allá. Tres hombres hacían retroceder a  Alan, moviéndole más lejos de nosotros. Pude ver el aura de cada uno: roja como la sangre, eran fuego.
Por un momento no me preocupe, si  Alan era aqua él sabría qué hacer, pero ¿y si no sabía aun? Tenía que intervenir de alguna manera.
-He estado practicando- dijo Dante al ver mi rostro desfigurado por el temor de ver herido a mi hermano-. Mi puntería con las rocas ha mejorado. No le harán nada.
Eso me relajó por un momento.
-Déjenme en paz- ordenó Alan-. No quiero usarlo contra ustedes- los tres hombres se rieron debido a aquella frase.
Nos acercamos más a medida que ellos se movían. Alan estaba asustado pero, de alguna manera, confiado a la vez. Como si tuviera algún arma para defenderse.
Vi como la nieve empezaba a elevarse detrás de aquellos hombres y ahogué un grito. Alan ya sabía de sus poderes.
-Ustedes se lo buscaron- dijo él y levantó los brazos, haciendo que la nieve se alzara convirtiéndose en tentáculos hechos de agua. «Increíble» pensé.
Lanzó el agua a los hombres pero estos esquivaron cada tentáculo  que intentaba tocarles. La cara de Alan cambio de confianza a horror.
-Vaya, vaya- dijo uno de los ignis-. Esta vez nos pagaran como se debe.
Eso bastó para hacerme salir del escondite seguido por Dante. Los tres hombres ni se inmutaron con nuestra presencia.
Seguían concentrados en su víctima más prometedora. Uno de ellos golpeó el aire, haciendo que una llamarada saliera de su puño. Alan logró hacer una pared de hielo a tiempo. Pero otro hombre hizo lo mismo y una bola de fuego salió disparada detrás de la llamarada, rodeando la pared de hielo. Vi a Havā y me dejé guiar. Moví mis brazos y giré. Lancé una mano abierta hacia adelante y una buena cantidad de aire salió de ella directamente hacia la bola de fuego, que se dispersó enseguida y alertó a los tres hombres.
Desviaron su vista de Alan que aprovechó la distracción para transformar la pared de hielo en carámbanos. Los lanzó a cada uno de los hombres justo cuando lanzaban tres llamaradas hacia nosotros. Dante levantó la tierra de la calle para hacer algo parecido un muro. Lo deshizo y pude ver que los hombres estaban en el piso retorciéndose de dolor. Cada uno tenía un carámbano en un costado.
Alan se acercó a los hombres con la cara desfigurada por ser el culpable de la posible muerte de tres hombres. Se dejó caer frente a los hombres y un sentimiento cruzó por su cara: lastima.
Se agachó al lado de ellos y derritió los carámbanos, pero mantuvo el agua en la herida. Movió su mano en círculos y empezó el agua fría empezó a brillar.
-¿Los estas curando?- preguntó Dante.
No respondió. Se concentró en seguir moviendo el agua por la herida de los hombres.
Una vez hubo terminado con los hombres me miró. Por su expresión pude notar que se trataba de una disculpa. Pero cambio de forma repentina sus facciones y supe por qué. Mis ojos ahora veían auras y la de él se mostraba mucho más brillante y fuerte.
Después de intercambiar miradas por un rato, Alan se desmayó. El veneno,  junto con el esfuerzo, le había hecho perder las fuerzas.
-Dante ¿Me ayudas con esto?- dije en broma sosteniendo el peso de Alan. Lo tomamos en brazos y nos dirigimos a casa de Sam.

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