Pequeña

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-¡¿Qué te atacó qué?!- gritaron Mike y Axel al unísono.

En el receso, me dediqué a hablar a mis amigos sobre el ataque del día anterior.

-Un animal con cabeza de mono y una mano en la cola- les repetí.

-¿Estás seguro?- preguntó Axel.

-Eso fue lo que me dijo el espejo- bromeé recordando aquel escenario tétrico.

-Espera- espetó Mike-, ¿el espejo?

-Sí, ayer en la tarde apareció esta criatura en el espejo de mi baño- les dije-. Fue algo aterrador.

-Esto cada vez se está volviendo más raro- soltó Mike.

-¡Aaron!- gritó una voz detrás de mí. Una voz que reconocí fácilmente: Kim.

-Disculpen. Tengo que ayudar a la "niña de papi"- me excusé para ir hasta el otro lado de la cafetería.

-Hola, Aaron- me saludo Nina al pasar a su lado.

-Hola. Hablamos luego, tengo que ir a hacer algo- dije cortante. Algo no muy natural en mí.

Nina se quedó estupefacta en el lugar donde me había saludado, mientras yo iba hacia Kim. Llegué a su lado y me senté.

-Bien ¿por dónde empezamos?- pregunté de manera entusiasta.

-Movimiento rectangular uniformado- dijo ella.

-Es, movimiento rectilíneo uniforme- le corregí con una débil risa- ¿Cuál es el problema?

-Las fórmulas me dan problemas- dijo ella mientras se acercaba-. No soy capaz de aplicarlas.

-Lo primero- comencé a explicarle- es tomar los datos que te dan- con cada palabra ella estaba cada vez más cerca de mí-. Buscas, en estos datos, lo que tienes de la formula y reemplazas en ella.

-Eres muy listo- el tono seductor iba en aumento-. Tal vez podrías ir a mi casa y ayudarme con otra cosa.

-Cla... Claro- titubeé; algo impropio de mí- ¿Por qué no mejor en mi casa? Pe... Pero no hoy- me apresuré a añadir

-Me parece una mejor idea- su cara estaba a centímetros de la mía. Cada vez más cerca.

«Salvado por la campana», pensé cuando el timbre para entrar a clase sonó.

Ambos nos separamos y fuimos a nuestras respectivas clases.

Salí de la cafetería de prisa y confundido.

Llegué, por fin, al aula de economía; donde el Sr. Carnot estaba revisando los trabajos de la semana pasada.

Me senté junto a Dante, que miraba distraído por la ventana.

-¿Has notado cómo las cosas cambian de un día para otro?- me preguntó.

-Sí- respondí indiferente-. Me ha pasado.

La clase pasó mientras el maestro hablaba sobre la contabilidad y el "marketing"; hablaba sobre lo que tenemos y no debemos hacer para que una empresa prospere.

Y así pasaron las horas siguientes. Excepto la última, biología. En esta, el director nos dio una charla sobre la educación sexual. Algo no muy lejos del tema que estábamos viendo originalmente en aquella clase.

Las clases terminaron y yo me dediqué a buscar a Nina. Para disculparme por lo ocurrido anteriormente.

Justo en las puertas de la preparatoria, divisé su cabello azul claro. Me apresuré a darle alcance antes de perderla de vista.

-¡Nina!- la llamé una vez crucé las puertas- ¡Espera!

Ella giró su cabeza hacia mí con una mirada de reproche.

-¿Qué quieres, Aaron?- preguntó ella de mala gana.

-Quiero disculparme por lo de esta mañana. En la cafetería- dije apenado. Iba a decir algo, pero la interrumpí-. Tenía que llegar a un lugar al que no necesariamente tenía que llegar.

-Detente ahí, vaquero- exclamó ella; tan confundida como yo- ¿Qué demonios acabas de decir?

-No tengo ni la más mínima idea. Pero ese no es el punto.

-No estoy enojada- dijo ella después de suspirar-. Tan solo un poco atónita.

Me dirigió una sonrisa típica de ella.

-Voy a buscar a Mike- dijo ella-. Así nos vamos los seis.

-¿Seis?- pregunté confundido.

-Sí, seis- respondió ella con los hoyuelos puestos en la cara-. Tú, Mike, Axel, Dante, Karim y yo.

-Claro.

A pesar de haber planeado ir a casa en grupo, los seis decidimos quedarnos en el parque que estaba frente a la preparatoria.

Las ramas desnudas se mecían sobre nuestras cabezas mientras nosotros caminábamos entre uno y otro. La nieve formaba una alfombra blanca sobre el suelo, haciendo difícil ver las raíces que sobresalían de la tierra. Axel cayó dos veces y Mike unas cinco.

Paramos en un camino que servía como pista para quienes hacían ejercicio en aquel día.

-Vamos allí- saltó Nina después de recorrer el lugar con la mirada.

Señaló un árbol al que no se le habían caído las hojas.

Caminamos despacio hasta llegar ahí. El tronco era rugoso y suave a la vez. Estar bajo sus ramas parecía transportarnos al mundo espiritual. Se sentía incluso cálido entre aquel frío constante.

Tiramos las mochilas sobre la nieve y nos sentamos.

-Quiero saber una cosa- me dijo Nina-. ¿Por qué estaban tú y tu hermano en el campo de fútbol ayer en la mañana?

-Iba a preguntarle a Sam qué estaba pasando con los cuervos- respondí-. Y luego la imagen de Alan malherido en linde del bosque cruzó por mi mente. Fui allí y, bueno, ya saben que pasó.

Karim se estremeció y Dante también.

-¿Cómo se sintió?- preguntó Mike-. Ya sabes; haber sido golpeado por esa cosa negra y maligna.

-Primero, la cabeza me daba vueltas- recordé lo que había pasado y proseguí-. Quedé sin fuerzas. Como si un equipo de rugby me hubiera pasado por encima.

El mundo se quedó en silencio por un momento. El crujir de las ramas de los arboles fue lo único que se escuchó por unos momentos. El bosque colindante se veía aterrador bajo las frías y grises nubes. Escalofriante, pero a la vez tentador; como las sirenas de La Odisea.

-Hola, niños- saludó una voz detrás de nosotros. Una mujer-. Necesito saber cómo puedo llegar a esta dirección.

Nos mostró un papel con el nombre de la calle detrás de la preparatoria escrita en él.

-Solo tiene que- Nina fue quien respondió- seguir por el parque hasta llegar a la preparatoria. Es la calle que está detrás.

-Gracias, pequeña- prácticamente se alejó corriendo.

-¿Me dijo pequeña?

-Así es- dijo Mike con tono burlón-. Lamento informarte, pero eres quien menos estatura tiene en este grupo.

Las risas no se hicieron esperar.

-Eso no es cierto- respondió Nina haciendo un puchero.

-Sí, sí lo eres- dijimos todos al tiempo; incluso Karim, que había estado callada durante un rato.

-Lástima que todo sea tan efímero- hablo Axel mientras miraba su celular-. Tengo que ir a casa. Sam me necesita.

Todos nos incorporamos con pereza. Las nubes se habían convertido en arreboles brillantes. Los colores rojo y naranja iluminaban el cielo de manera etérea e impresionante.

Caminamos rápido hacia nuestros respectivos hogares.

BalanceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora