3. El futuro llego hace rato

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Ya había visto el estadio de la Juventus de camino al trabajo. Por fuera es casi tan imponente como por dentro pero creo que nada se compara a lo que se siento al estar viendo un partido en vivo. Ni siquiera se bien quien es el equipo rival pero no me importa demasiado. Es decir, el fútbol no me interesa en lo más mínimo pero si me gusta mucho el espectáculo que brinda.

— Vale aunque sea tararear una canción de la hinchada, si no voy a creer que estás infiltrada, eh. — Me dice Luca, uno de los amigos de Mariano. Me rio antes de dar un gran sorbo a mi bebida y seguir mirando atenta a la multitud.

— ¡Dybala, Dybala! — Escucho corear a la multitud después de que el recién nombrado hiciera el gol del triunfo y es entonces que caigo en la realidad (o me permito hacerlo) de la magnitud del chico que había conocido. Y, definitivamente, no es una magnitud que estoy dispuesta a afrontar.

[...]

El lunes llego al estudio de abogados Tirelli para empezar un día normal de trabajo. Saludo a la secretaria de Lorenzo, el ex marido de Corina, y me dispongo a ubicar mis cosas en el escritorio que me habían asignado. Me mandaron a hacer unos trámites fuera, por lo que estoy ausente un par de horas. Al volver, Alessia, la secretaria me avisa que el señor Torelli me necesita en su oficina. Golpeo dos veces antes de escuchar la aprobación para entrar y saludo con mi mejor sonrisa.

— ¡Hola, Justina! — me saluda con su cortesía de siempre. Le devuelvo el saludo sin dejar de prestar atención al chico sentado en la silla frente a él y a la mujer a su lado. — Te presento, él es Paulo Dybala. — Algo en mí se revuelve al ver girar a Dybala en su silla y mirarme con su sonrisa de dientes blancos. — Y ella es Alicia, su mamá y representante. — La mujer se gira a verme al mismo tiempo que Paulo se para y me saluda con un beso en la mejilla. Su mamá, me saluda también con un beso y su sonrisa me transmite calidez.

— Es un placer. — Les digo antes de volver a mirar a Lorenzo, esperando impaciente lo que tiene para decirme.

— No recuerdo si te conté que nos encargamos de los asuntos legales de muchos futbolistas de la Juventus. — Niego rápido. — Así que te voy a asignar este trabajo a vos.

— Muchas gracias, Lorenzo. — Digo antes de adentrarme en los asuntos legales de un futbolista de primera clase. Durante la media hora siguiente, Lorenzo Torelli me explica todo lo relacionado al tema mientras Paulo Dybala se muestra aburrido, disperso y tan impaciente como un niño de 5 años que está en un lugar que no quiere. Cuando Lorenzo termina de hablar, él suelta un fuerte suspiro de alivio y es el primero en pararse de su silla como si quisiera salir corriendo de ahí.

Salimos los tres dejando a Lorenzo en su oficina con sus asuntos y es cuando Paulo deja a su mamá caminando adelante y se ubica a mi lado para susurrar:

— Así que sos mi abogada, Justi.

— Así parece, Paulo. — Sonríe ampliamente.

— ¿Puedo pagar un extra para recibir atención especial de tu parte? — Giro los ojos sin saber cómo seguir respondiendo a sus comentarios sexistas, los cuales habían comenzado a hartarme. Él ríe. — Es broma, perdón. Cuando estas cerca me pongo pelotudo.

— Qué bueno, pensé que eras siempre así y ya era preocupante. — Hablo bajito para que su mamá no me escuchara pero ella parece ir conversando alegre con Alessia que la acompañaba hasta la salida. — Este es mi escritorio, así que acá me quedo. — Alicia se gira inmediatamente a mirarme y me habla con dulzura.

— Fue un placer conocerte, hermosa. Nos vemos pronto.

— ¿Y por qué no la invitamos a almorzar con nosotros, vieja? — Dice Paulo. Alicia me mira y luego a él, quien le sonríe como si de un ángel se tratara.

— Yo encantada. — Dice ella. — ¿Queres ir a almorzar con nosotros? — Como podía negarme frente a ella. Es un día soleado, hermoso y brillante. Mi horario del almuerzo esta a punto de empezar y se que si le decía a Lorenzo que los Dybala me habían invitado a almorzar me obligaría a ir con ellos. No tengo más opción que decir que sí e ir con ellos a su restaurante favorito. Queda solo a unas cuadras del estudio lo cual me favorece porque solo tengo un par de horas antes de volver a trabajar.

Alicia es amable y amigable, y parece ser la luz de los ojos de su hijo. Se nota a leguas el amor que se tienen, lo cual me encanta y me pone melancólica.

— Contanos de vos, Justi. — Me dice después de una conversación banal sobre lo lindo que es Italia y sobre lo que se extraña de Argentina. — ¿Tenes 22 años? — Asiento. — Tan jovencita y ya sos abogada. Que orgullosos deben estar tus papás. — Le sonrío.

— Eso espero. — Le respondo.

— ¿Y por qué Italia? — Pregunta Paulo.

— Porque era la mejor opción. Mi papá vive en el sur y tenía la opción de irme a trabajar con él. Así que era Ushuaia o Italia. Y no me gusta el frío.

Durante el almuerzo hablamos bastante. Les cuento que soy hija única, que mi papá es un buen hombre, que había vivido sola en Buenos Aires el último año de mi vida, que había llegado a Italia buscando cambiar de aires, que Lorenzo me esta dando una gran oportunidad y que estoy muy feliz en donde estoy. Ambos me escuchan y se interesan en saber de mí. Al final, me dejan en la puerta del estudio y tengo que volver a la rutina habitual de trabajo después de haber comido en un restaurante cuya vajilla seguro cuesta lo mismo que mi salario.

Mariano me pasa a buscar y saludo a su papá de pasada. Luego me lleva a casa y cenamos junto a Corina mientras les cuento sobre mi día laboral y ellos los suyos, y por supuesto tengo que hablar sobre Paulo Dybala.

JUSTINA | Paulo DybalaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora