6. El maldito amor que tanto miedo da

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— ¿Te puedo contar algo? — Pregunta Paulo mientras estoy mirando atenta mi celular. Atenta es una palabra muy grande para lo que en realidad estoy haciendo. Estoy leyendo los mensajes del grupo con mis amigas en el que cuentan todas las perlitas de su noche. Me limito simplemente a reírme de algunas cosas y seguir pensando en que lo único que yo había hecho por la noche era comer comida comprada y mirar un capítulo de la serie con Paulo. Asiento sin alejar mi vista del celular. Él se acomoda en el sillón y me mira de costado. — Va a venir Oriana. — Me cuenta.

— Que bueno. — Le digo. Intento alegrarme por él. De verdad lo intento, pero Paulo me lo hace difícil. Y es así porque él es tan espectacular como amigo que no quiero que Oriana llegue y él deje de pasar tiempo conmigo. Suena egoísta y se siente así también, porque sé lo mucho que él quiere verla. Su relación a distancia es rara. Paulo no me cuenta demasiado pero sé que le gusta mucho. Y a ella supongo que también, pero según sé todavía no está preparada para vivir con él. Por mi parte, si lo estoy. — ¿Cuando?

— En una semana. — Responde entusiasta. — Quiero que se conozcan. — Lo miro, analizando todo en sus ojos.

— Bueno. — Digo.

— Un detalle... — Dice segundos después. — Ella piensa que tenes novio. ¿Vas a poder conseguir novio en una semana? — Sonríe. Pero yo me enojo. Suelto un suspiro que quiere decir lo mucho que me molesta que no pueda decirle a su novia que somos amigos, que pasamos tiempo juntos sin necesidad de tener sexo, que nos contamos cosas que ella no sabe, que dormimos en la misma cama.

— Entonces es mejor que no la conozca. — Le digo. — Decile que no nos hablamos más y listo. — Él se da cuenta que estoy enojada porque tira su cabeza hacia atrás.

— No te enojes, Juti. ¿Que queres que haga? — No respondo. — Quiero estar con ella pero no quiero alejarme de vos.

— Paulo, estas hablando como si nosotros fuésemos algo más que amigos. — Me paro del sillón para caminar hacia la puerta. — La verdad, prefiero no conocer a tu novia y si a ella le molesta que seamos amigos, entonces dejemos de serlo y listo. Ya encontré la solución a tus problemas.

— No seas así, Justina. — Dice caminando detrás de mí. Agarra las llaves de su auto y sale junto a mi para llevarme a casa.
En el camino no hablamos más, entonces pienso en Oriana y en Paulo. Pienso en que ella es muy afortunada porque parece ser una persona que lo tiene todo, e incluso tiene a Paulo Dybala enamorado. Quien pudiera. Después pienso en que Paulo es tan radiante que opaca a cualquier otro chico que pudiera conocer. Y pienso en cómo había logrado que tan rápido me enamorara de él. Estaciona el auto en la puerta de la casa de Corina y me tomo unos segundos antes de abrir la puerta.

— Te hago una pregunta. — Le digo. — ¿En que momento te diste cuenta que estás enamorado de Oriana? — Paulo se rasca la nuca y frunce el ceño como siempre que se concentra.

— Cuando me di cuenta que vos eras imposible. — Me dice. Lo miro incrédula y sin entender. — Estás enamorada de Magallan, Justina. Y cuando me di cuenta de eso, me permití enamorarme de Oriana de una vez por todas. — Me reí. Si, me reí en su cara al escuchar tal mentira. Solté una carcajada llena de sarcasmo y me baje del auto sin más.

Se que le enojó el hecho de que me riera en su cara. Y lo sé porque no me llamó en toda la semana. Yo tampoco lo hice. Así que seguí con mi rutina habitual como si nunca hubiese conocido a Paulo Dybala.

El viernes por la tarde, después de una semana agotadora para mí, decido aceptar la propuesta de Corina de conocer Milán. Es ahí cuando empiezo a recibir llamadas de Paulo que no me molesto en contestar. Me intriga saber cual es su repentino interés en saber de mí después de varios días de indiferencia absoluta. Por la noche, ya en la comodidad de la cama, contesto.

— ¡Por fin! — Dice al otro lado de la línea. — Dios, me estaba preocupando... ¿Donde carajo estás, Justina?

— Hola, Paulo — Digo serena. — ¿Que tal?

— Bien. Estuve todo el día intentando localizarte pero sos más difícil que el presidente. ¿Donde estás?

— En Milán. — Respondo. — ¿Por qué?

— Quería verte. — Dice. Trago saliva y no se que responder. — Pero me voy a tener que conformar solo con escucharte.

— ¿Mañana llega Oriana? — Pregunto cambiando bruscamente de tema. Paulo bufa.

— Si, llega mañana.

— Bueno, que la pasen lindo. — Digo.

— Siempre tan políticamente correcta. — Dice y sé que está sonriendo. — ¿Yo te gusto, Justina?

— ¿A que viene esa pregunta?

— Quiero saber. — Dice. Y dado que no respondo, vuelve a hablar. — ¿No te siguen pasando cosas con Magallan?

— No, Paulo. No me pasan cosas con él desde hace tiempo... — Digo. — Pero tampoco voy a sentir cosas por vos porque tenes una novia a la que amas y de la que estás enamorado. Y yo, de verdad, me alegro por vos.

— No te alejes de mí. — Me dice casi en un susurro.

— No me alejes de vos. — Le respondo. Nos mantenemos en silencio durante un rato. Sé que siguen ahí porque escucho su respiración. Hago el intento de despedirme de él y cortar la llamada pero se apura en sacarme tema de conversación.

— ¿Que tal Milán?

— Lindo. — Respondo. — ¿Que te pasa? Te noto demasiado pensativo.

— Estoy pensando mucho. — Responde y me río. — Sos hermosa, Juti.

— Gracias.

— Hacemos linda pareja. — Me río.

— Es una lastima que ya tengas una novia con la qué haces una linda pareja. — Chasquea la lengua. — ¿Que tenes planeado hacer estos días con Oriana?

— No mucho. — Dice.

— ¿Recuperar el tiempo perdido con mucho sexo desenfrenado? — Paulo se ríe y yo me río con él.

— Estás invitada. — Me dice.

— ¿Ah si? — Pregunto sonando interesada. — Juega trío. — Le digo imitándolo y él se ríe.

— Dios, sería mi sueño...

— Mejor seguí soñando, Dybala. — Le digo. Hablamos un poco más de los planes para el fin de semana y el resto de los días con Oriana, me dice que se va a quedar algo así como un mes y después le comento que mis amigas están planeando venir a verme. Después de cortar la llamada, me duermo esperando recibir otra de su parte el día siguiente.

JUSTINA | Paulo DybalaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora