5. El consuelo es poderte abrazar

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Paulo es el novio de Oriana, pero supongo que eso es bastante relativo porque casi nunca me habla de ella. Sé que vive en Argentina y parece ser una chica simpática y alegre, mientras que yo suelo tener bastante malhumor por las mañanas. Y él lo sabe porque me llama por teléfono todos los días. A veces me hace pensar que se siente demasiado solo, pero luego recuerdo su numerosa cantidad de amigos y conocidos en Italia.
Una vez le pregunté a Paulo si Oriana sabía algo sobre mí y me respondió:
— Obvio, sabe que tengo una abogada argentina con la que paso más tiempo que con ella. — Después se rió. Y yo reí también, aunque por compromiso. Y Maggie lloró.

Estoy en un restaurante en el que almuerzo bastante seguido con Paulo. Hace meses que nos vemos todas las semanas, sin excusas. Él, al salir de su entrenamiento y yo en mi break para el almuerzo. Todavía no me acostumbro del todo a su compañía porque me es inevitable no pensar en que es famoso. Tampoco es que todos los que nos rodean me dejan olvidarlo. Me siento más observada de lo que nunca en mi vida me había sentido cada vez que llega y se sienta en la misma mesa que yo. Y habla. Y se ríe.

— A ver, te tengo una pregunta. — Le digo después de pensar unos segundos. Lo veo apagado y sin la sonrisa de siempre. — ¿Te acordas cuando nos conocimos? En el taxi.— Él asiente. — ¿Que te pasaba?

Lo veo fruncir el ceño, pensativo.

— Me había peleado con Oriana. ¿Por qué?

— Porque ahora estás igual que ese día. Sos una mezcla de enojo con tristeza, raro en vos. — Esta vez se ríe.

— Esa noche peleamos porque ella no quería que salga con mis amigos y yo salí igual.

— ¿Y ahora?

— ¿Por que asumís que ahora volvimos a pelear?

— ¿Te pasa otra cosa? — Pregunto y él sonríe.

— Problemas de distancia, supongo.

— ¿Y por qué no viene?

— Porque no quiere. Además esta celosa de vos. — Trago saliva y me río.

— ¿Por qué?

— No se, no le doy motivos para que esté celosa. Pero me dice que nunca había tenido una amiga como vos.

— ¿Y eso que significa?

— Que no estoy acostumbrado a tener amigas. Mujeres. — Aclara.

— Ah. — Digo y me quedo en silencio. Luego es él quien cambia de tema. Se pone a hablar de un nivel que no puede pasar en el juego de la play mientras yo termino de comer la pizza que hay en mi plato. Después cuenta sobre el partido del sábado y me invita. Hablamos mucho. Eso me gusta. Siempre tiene algo nuevo que decir, algo que me divierte o algo que me mantiene entretenida. Cuando terminamos de comer, cada uno paga lo suyo aunque desde que lo conozco él siempre insiste en pagar ambos almuerzos.

Subimos a su auto porque ya es hora de que yo vuelva al trabajo y vuelve a hablar.

— Juti, ¿por qué no tenes novio? — Pregunta.

— Supongo que actualmente no le gusto a nadie de esa forma. — Él se ríe y me mira negando.

— Dale. — Dice.

— En serio, Paulo.

— Tengo una lista de candidatos para vos, así que esa no es una excusa para mí. No te creo.

— ¿Una lista? — Me río.

— A mí me parece que estás enamorada de alguien. O extrañando...

— No. — Digo firme. — ¿Sabes qué? Organiza algo, lo que quieras y preséntame a alguno de esa lista de candidatos que tenes. — Me mira extrañado por unos segundos y luego asiente.

Es sábado y estoy en la cama viendo una serie, porque quiero y puedo, cuando recibo una llamada de Paulo.

— ¿Qué es lo que buscas en un chico? — Me pregunta apurado, apenas digo hola. Tenemos la confianza suficiente, así que no me sorprende.

— Hola, Paulo. ¿Como estas? Yo bien, gracias por preguntar. — Digo y él suspira.

— ¿Que estás haciendo?

— Mirando una serie, ¿vos?

— Veni a casa. Estoy haciendo la lista de tus posibles candidatos y necesito saber a quien incluir. — Me río. — ¿Ya estás viniendo?

— Ni en pedo. No me sacas de la cama ni con grúa. — Paulo bufa.

— Dale, Justina.

— Perdón pero no. — Vuelve a resoplar.

— ¿Puedo ir yo? — Lo medito unos segundos. No estoy en mi casa pero ya la siento propia y se que a Corina no le molesta en lo absoluto que invite a alguien. De todas formas se lo pregunto. Cuando me dice lo que sabía que iba a escuchar le digo a Paulo que sí. Y 30 minutos después esta cerrando la puerta de mi habitación y sentándose a mi lado en la cama. Tiene en la mano un papel, el cual desenvuelve y lo lee. — Entonces... ¿tiene que ser argentino si o si?

— No puedo creer que sigas con eso.

— Dale, responde. — Me apura. El tema lo entusiasma y se concentra mucho en aquellas palabras escritas en ese papel arrugado.

— No influye en nada. — Digo.

— Bueno, ¿y la edad?

— Entre 25 y 30. — Digo encogiéndome de hombros. Paulo me mira suspicaz. — ¿Qué?

— Que yo tengo 23.

— ¿Y?

— ¿No estoy entre tus posibilidades porque queres mayores de 25? — Me río.

— Sos boludo, eh. Me da igual. — Contesto.

— Bueno, entonces Rodri afuera porque tiene como 21. — Dice para si mismo tachando un nombre de la lista.

— ¿A quienes tenes anotados ahí? — Pregunto viendo cómo frunce sus cejas al mirar el papel.

— Pronto vas a saber. — Me dice haciéndose el misterioso. Guarda la lista en su bolsillo y se acomoda en la cama mirando hacia el televisor. Cuando pongo play sigue hablando. — ¿Rubio o morocho? ¿Alguna preferencia?

— Lo que sea. — Le digo. Él resopla ante mi falta de interés.

— ¿Y no te importa que sea jugador de fútbol?

— ¿No tenes amigos que no jueguen al fútbol? — Él ríe.

— O sea que preferís que no sea jugador de fútbol. — Me encojo de hombros. Paulo se pone de costado y deja de mirar la tele para mirarme completamente a mí. Estamos acostados ambos en una cama de una plaza y media por lo que hay una distancia innecesariamente corta entre nosotros. No dice nada más y veo que de a poco cierra sus ojos y se duerme.

JUSTINA | Paulo DybalaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora