11. Hay muchas fieras para domar

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Siento pánico cuando el timbre del departamento suena. Sé que es Paulo. No respondí sus mensajes en todo el día y lo último que vi en mi celular fueron llamadas suyas. Sé que estoy equivocada y que las cosas no se solucionan así pero es lo único que me sale. Me acerco al portero y escucho su voz:

— ¿Podemos hablar, Justina? — Dice enojado. Lo siento en su tono y hasta en su respiración. No digo nada y abro para que pueda subir. En cuestión de minutos, pasa por la puerta. Lo sigo hasta el sillón. — No sé por donde empezar. — Confiesa.

— Yo sí. — Le digo. — No sé si seguís sintiendo cosas por Oriana pero yo si por Jaco. Entonces me siento mal por lo que hice. Odio que hayamos estado borrachos, odio haber sido tu premio consuelo cuando se fue Oriana... — Paulo rueda los ojos y me interrumpe. Se recuesta en el sillón y deja de mirarme.

— Yo no me siento mal para nada. Las cosas se dieron así, Justina. Y estás equivocada si pensas que fuiste un premio consuelo. — Dice. — Pero si eso es lo que queres, hacemos de cuenta que nunca pasó. — Se encoge de hombros. No sé qué responder y me enojo tanto con él como conmigo. Me tapo la cara con las manos para evitar verlo. Se acerca más a mi y me abraza. — Juti, nada de lo que hagas va a hacer que deje de quererte. — Dice y me siento morir.

— Lo de anoche fue increíble. — Confieso. Paulo sonríe como si hubiese ganado un premio.

— ¿Ahora viene el pero? — Me encojo de hombros.

— Es todo muy reciente. — Le digo.

— Bueno, ahora que estamos bien después de tu pequeño colapso mental... — Dice y me río. — te quería invitar a conocer a mis sobrinos. — Asiento. Las cosas le preocupan tan poco que tiene la capacidad de cambiar de tema en un instante y hacer de cuenta que yo no tenía ni un poquito de ganas de llorar. Siempre pensé que eso es lo que necesito en mi vida. Paulo me invita a almorzar con ellos mañana y acepto. El timbre vuelve a sonar en ese momento. Jaco aparece con la comida para la cena y no se inmuta al ver a Paulo. Eso me gusta de él. El recién nombrado, en cambio, se transforma al verlo y no puede disimular su desagrado. Me saluda con un beso en los labios y se maneja en mi departamento como si fuésemos novios de toda la vida. Y en realidad ni siquiera somos novios.

— ¿Te quedas a comer, Paulo? — Pregunta Jaco.

— No, ya me iba. — Responde. Jaco empieza a preparar la mesa mientras yo agarro algunas papas fritas de la bolsa. — Entonces, ¿te busco mañana, Juti?

— Justa, ¿donde están los vasos? — Pregunta Jaco desde la cocina.

— En la alacena de la izquierda. — Grito. Luego miro a Paulo, quien tiene un malhumor notable. — Si, buscame. — Le digo a él. — ¿Por qué te pones así? — Le pregunto en un susurro.

— Porque no lo soporto.

— No deberías. — Le digo. Paulo se para refunfuñando y se encoge de hombros. Me da un beso en la mejilla y abre la puerta.

— Chau, Paulo. — Saluda Jaco.

— Alguien que lo cague a piñas. — Dice Paulo entre dientes y solo yo llego a escucharlo. Luego con su mejor sonrisa cínica, responde: — Chau, Jaco.

Se va y Jaco sigue en lo suyo ignorando las malas intenciones de Paulo. Mientras comemos, intento que no se lo tome personal.

— No le des bola a Paulo, cuando quiere es bastante infantil.

— Está celoso, lo entiendo. — Dice concentrado en la televisión. — Pero si, es bastante inmaduro. ¿A donde van mañana?

— A almorzar con sus sobrinos. — Asiente.

— Justa, ¿te gustaría hacer un viaje conmigo? — Sonrío.

— Sí, obvio. — Le digo.

— ¿Este fin de semana estás disponible? — Lo miro sorprendida. Él sigue sonriendo y pienso en que no sé cómo decirle que no. Y tampoco tengo muchas razones para decir no. Entonces le digo "sí".

(...)

Paulo me busca del trabajo a la hora del almuerzo en su auto deportivo. En el camino hablamos que me gusta mucho ese auto pero que mi sueño siempre había sido un Lambo color rojo. Incluso le cuento que me había soñado manejándolo y él se ríe.

Llegamos al restaurant conocido en Turín y caminamos hacia una mesa ya ocupada. Allí están Dolores y Lautaro entretenidos en una conversación. Cuando nos acercamos, hacen silencio. Lautaro se para y me saluda efusivo, mientras que Dolores es más calma.

— Un gusto, Justina. — Me dice Lautaro y le sonrío. Dolores fija su mirada en la carta y me intriga saber por qué dejó de sonreír. — Yo también quiero que seas mi abogada. — Me dice.

— Sería un placer. — Le respondo. Veo a Dolores rodar los ojos y me sorprendo. No esperaba esa reacción de su parte pero no digo nada. Incluso intento conversar con ella pero no son mis mejores intentos.

Durante la comida hablamos sobre cómo me hice amiga de su tío y ellos me cuentan sobre sus vidas. En realidad, Lautaro habla por los dos.

Paulo se da cuenta sobre la incomodidad que hay entre ambas, por lo que en varias situaciones intenta hacernos coincidir. Ella no está dispuesta a hacerlo así que él se da por vencido. Yo no lo hago. Entonces cuando Dolores va al baño, yo hago lo mismo. Y camino junto a ella sonriente, como si no hubiese estado mirándome con odio desde que llegué.

— Disculpa, Dolores... — Le digo. — ¿Te pasa algo conmigo? — Ella sonríe. Es una sonrisa cargada de cinismo, como las de su tío.

— Nada, ¿qué podría pasarme? ¿O tengo alguna razón para que me caigas mal? — Me encojo de hombros y me miro al espejo. Me acomodo el pelo como si no me importara demasiado su presencia y ella se queda mirándome. — No me van las minas que le roban el novio a otras. — Me dice. Me giro a mirarla.

— ¿Y yo le robé el novio a alguien? — Pregunto. — ¿O vos juzgas sin conocer?

— ¿Mi tío no tenía novia antes de conocerte?

— Sí, y hasta hace unos días seguía teniendo novia. Yo no tengo nada que ver con su separación. — Le digo. — Y por si no sabías yo también tengo novio.

— Mi tío está enamorado de vos, ¿sabías?

— Mira, Dolores... — Le digo. — Lo que pase entre tu tío y yo es cosa nuestra. Que vos seas amiga de Oriana y quieras ponerte de su lado lo entiendo, pero yo no tengo ningún problema con ella. No le quite el novio ni hice nada que la perjudicara, eso no va conmigo. Cree lo que vos quieras. Yo soy amiga de tu tío, nada más. — Se queda en silencio, mirándome desafiante. La veo mientras se lava las manos y cuando estamos por salir del baño habla.

— Perdoname por la mala onda que tuve. No soy así siempre, pero con Ori nos hicimos amigas y la verdad me molesta mucho que el pelotudo de mi tío la haya hecho sufrir.

— Está todo bien, te entiendo. — Le digo con una sonrisa, la cual me devuelve.

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Feliz sabaduki ahre que estoy deprimida
Bueno, quería agradecerles por todas sus palabras de aliento el otro día y por estar presentes. Nunca me hubiese imaginado encontrar en esta aplicación un apoyo más. Las valoro mucho!!! GRACIAS❤️
Y con respecto a esta historia, espero les guste!!

JUSTINA | Paulo DybalaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora