Capítulo 33

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El viaje me estreso, supondría que un poco más de la cuenta. Sin embargo compartir mis aventuras así con Andrés era increíble. Él siempre se mostraba atento y lindo conmigo y no niego que la mayoría de veces trataba de responderle de la misma forma. Enamorarme de aquel chico en el instante no me pareció imposible puesto que sus atenciones bastante ayudaban. Me sentía relajada y amada a su lado, así que ¿qué me faltaba? Sentía una gran atracción física por él, sin duda alguna, y no niego que algo en mi interior lo deseaba, pero yo había prometido no volver a tener intimidad con alguien sin un sentimiento tan fuerte como el que aún unía mi corazón al de Chris.

En repetidas ocasiones Andrés posaba sus orbes azules sobre los míos, me penetraba el corazón con su mirada, en respuesta un sonrojo inocente aparecía en mi rostro y le sonreía.

- El aterrizaje está próximo, aborchen sus cinturones de seguridad y sigan las medidas de precaución...

Tanto Andrés como yo, cumplimos las indicaciones, él tomó mis manos y les dió un leve apretón. Me provocaba tranquilidad. Hasta que por fin aterrizamos en Paris, el lugar que para muchos es el indicado para enamorarse.

Me moría por conocer la Torre Eiffel, varias veces la había visto en diversas fotos, y vídeos de bloguers que habían viajado y el ver lo cerca que estaba de cumplir aquel sueño de princesa. Conocer en persona el lugar del amor por excelencia.

(((***)))

Hôtel Le Marquis Eiffel Paris. Había visto fotos sobre aquel hotel, además de saber lo caro que era pasar una sola noche en las comodidades que el hotel de lujo nos brindaba. Era de los más solicitados puesto que era uno de los más cerca de la Torre Eiffel. Brindaba una hermosa vista de París y era muy rústico y hermoso. Simplemente estaba completamente impactada por ver donde estábamos ahora.

- Andrés. ¿Es enserio? No era necesario, enserio. Esto es demasiado...

- Quiero que este sea un viaje inolvidable para ambos.

Sonreí por lo bajo.

- El dinero y los lujos no compran el amor o la felicidad.

- ¿Quien dice que pretendo comprarlo? Sólo quiero dar un pequeño empujón, además quiero que en este viaje seamos felices ambos. Hay que olvidar todo por un momento.

Simplemente le sonreí, maldición tenía tanta razón. Él más que nadie sabe que el amor no se compra y saber que todos estos detalles los hacia por amor, no por forzar las cosas me encantaba.

(***)

- ¿Quieres dormir un poco? -me pregunta Andrés entrando conmigo a nuestra habitación. Admito que me incomodaba compartir la cama con Andrés. Nunca habíamos dormido juntos, sin embargo ya era momento de dar un siguiente paso.

- En realidad sí. Tengo mucho sueño.

Andrés me observó, su quijada se relajó y me sonrió cansado.

- Yo también estoy cansado, tratemos de dormir un rato, esperemos despertar para la cena y salimos a conocer un poco los alrededores, ¿estas de acuerdo?

Suspiré, me acerqué levemente al ventanal que nos brindaba la hermosa vista de la Torre Eiffel. Sentí sus brazos cerrarse alrededor de mi cintura, susurro en mi oido un leve te quiero. Mientras que depositó un suave beso en mi cuello expuesto. Voltee mi rostro al suyo, mis ojos se encontraron con los suyos y en un efímero momento ya me encontraba probando sus labios una vez más.

- Tu es si belle que peut-être t'aime est ma seule destinée. -Me dijo colocando mi mano sobre su corazón.

Sonreí con algo de vacilación. No sabía nada en Francés.

- ¿Qué? Perdona mi pequeña ignorancia pero no entendí... -le respondí acariciando sus mejillas.

- Que eres tan hermosa que quizá amarte es mi único destino. -Suspire por la manera en la que me lo había dicho, su ternura, su sinceridad, su forma de amarme.

- Eres tan romántico ¿lo sabías? Y me encanta que seas así conmigo. Te quiero muchísimo Andrés.

Lo abracé permaneciendo así un momento, para después sentir sus manos sobre mi cintura y posteriormente acostarnos en aquella cama para dormir un poco.
Sus brazos rozaron la piel de mi vientre, ahí permanecieron y no le puse un alto, no veía lo malo en su caricia.

- Me gustas mucho. Eres una mujer maravillosa en todos los aspectos, eres hermosa y la más sensible de todas, te amo tanto. Me encanta formar una pequeña parte de tu vida, no paso un día sin imaginarte perdidamente enamorada de mi...

Me dijo provocandome escalofríos. Maldición lo quería deseaba enamorarme de él pero aún existía algo, que luchaba por no permitirme enamorarme de alguien que no fuese Christopher Comstock.
Simplemente le sonreí, me dejé llevar por sus brazos acariciando mi estómago de forma inocente, dejando que los brazos de un hombre intachable me cobijaran a mis sueños.

(((***)))

- ¿Segura que no quieres cenar?

- Segurisima. -Respondí bostezando.

- Mi princesa tiene sueño... -me dijo abrazandome.

- No demasiado, sólo el sufisciente para dormir por lo menos unas cinco horas más...

Me sonrió, beso castamente mis labios, para levantarse de aquella gran cama y ponerse una chaqueta de piel.

- Traeré de cenar, ¿Te parece?

- Hummm, de acuerdo.

Cubri mi rostro con las sábanas. Escuchando la puerta cerrarse dándome por avisado que Andrés ya había salido de la habitación.

En aquellos momentos todo parecía ir bien, no me sentía culpable por nada, ni siquiera por haber compartido la cama con mi novio, al contrario, había algo en mi interior que aún me daba ánimos para enamorarme de verdad. Entonces comprendí que perseverando se alcanza y yo tenía que perseverar un amor para lograrlo.

Escuché unos leves golpeteos a la puerta. Sonreí como una niña pequeña; mientras que noté las llaves del departamento sobre la mesita de noche. Las tomé entre mis manos, colocandome la bata para dormir.

- Y la distraída soy yo mi am... -ni siquiera terminé la frase. Mis ojos se negaron a llorar, mis manos comenzaron a temblar mientras que ahí estando inmóvil sólo observé a ese chico.
Me sonrió de lado, y yo aún permanecía estática. No logré articular palabra alguna y sin más; mis pasos fueron en reversa. Permitiéndole cerrar la puerta a su espalda; teniéndolo cerca, muchísimo más que nunca antes.

- T-tú. -Susurre.

- Hola Evelyn -su sonrisa se desvaneció, lucía cansado.

- ¿Qué haces aquí, Christopher? -traté de ser seria, no mostrar un poco de amor por aquel chico que había matado mi amor, mis ganas de seguir.

- Estoy aquí, por ti.

- ¿Por mi? ¡Oh! ¡A la mierda! ¡Largo de aquí! No quiero verte. -por fin mis piernas reaccionaron, me acerqué a la puerta lo más rápido posible.
Sin embargo al tratar de abrirla, sus manos provocaron aquella corriente de sensualidad y deseo entre nosotros, una llama que no se apagaba. Me detuvo.

- Perdóname.

- Nunca Christopher Comstock. Me heriste de la peor manera, me mataste con tus estúpidas decisiones. ¡Lárgate!

- Nunca, Evelyn. Así me odies, me desees la muerte, me detestes, jamás me iría de tu lado. Sé que fallé, sé que te destruí de una manera tan cobarde, perdóname por favor... -trató de cerrar sus dedos contra mis manos sin embargo, salí de su agarre dirigiéndome a la cama.

Lo sentí acercarse a mi lugar, nuestra cercanía, nuestro vínculo, nuestro amor ahí permanecía, tan vivo y tan intenso, que nuestra comunicación no iba más allá que las miradas intercambiadas y el silencio.

¿Que más detalles puedo contarles?

Bueno; como cualquier mujer decepcionada y loca de amor me dejé llevar por la dulzura de sus labios, por el sabor a menta de su saliva y sus brazos cerrándose alrededor de mi cintura, sintiendo sus lágrimas acompañar nuestro beso, que por un pequeño instante, disfruté más que cualquier otro...

Un sueño increíble. © (En Edición) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora