Cuando la hija se despidió, planeaba pasar por una tienda informática antes de regresar a casa, lo que no imaginó fue encontrar a su más reciente vecino.
― El hombre del café... —susurró. De pronto una urgencia de irse la invadió, mientras él se entretenía observando estantes llenos de laptops y computadoras de escritorio; sin embargo, su huida fue frustrada en el momento que Damian la atrapó con la mirada.
El impresionante hombre sonrió y ella agitó una mano a la distancia, no encontró otra opción más que acercarse al joven.
― Dos veces en un mismo día, eh.
― Ha de ser más que una simple casualidad.
― Pienso que solo es eso, Damian, ni más ni menos.
― De acuerdo —asintió con una sonrisa tras la respuesta evasiva.
― ¿Y bien?, ¿en busca de algo para tu computadora?
― De hecho, busco una entera. Hubo algunos problemas con la última que tuve, pero para mi gran alivio el disco duro está intacto.
― Oh, menos mal.
― ¿Y tú?
― ¿Mi disco duro?
― No —le regaló una sonrisa—, ¿qué haces aquí?
― Oh, necesito un nuevo mouse. Casi no me gusta manejar la laptop sin él. Estaba pensando en uno inalámbrico.
― Es buena opción.
― No, el que pertenece a la empresa de la manzana, ese sí que vale la pena.
― Parece que sabes mucho del tema.
― Soy amante de la informática, se me sale por los poros —rió.
― En ese caso, quizá puedas ayudarme a conseguir mi nueva laptop.
― Has hincado en mi debilidad.
― Genial.
― Te ayudo. ¿De cuánto es tu presupuesto?
― Quiero una buena máquina, no quiero ver números.
― Oh, de acuerdo, señor millonario.
― No soy millonario.
― Escuché que tienes cierto renombre, lo que significa que tus bolsillos no te preocupan.
― Yo cocino por pasión, Jacqueline, no por dinero.
― Es exactamente lo que dice mi padre.
― ¿Es chef?
― ¿Te suena Richard West?
Sus cejas se arquearon, Jacquie se encogió en una sonrisa y emprendió el paso por los estantes buscando la ideal.
― ¿Es una broma?, ¿él es tu padre?
― Síp.
― Vaya, de seguro eres una maravilla en la cocina.
― No, pero sí en la informática.
― ¿Ingeniera en Sistemas?
― Así es, y espero hacer un post-grado pronto.
― ¿Cuántos años tienes? Pensé que todavía estudiabas.
― Veintitrés. Me gradué hace un año.
― ¿Y eres de aquí?
― Sí, toda una vida en esta ciudad, pero espero poder viajar algún día, ya sabes, ir aquí y allá por un tiempo; conocer, vivir, y no arrepentirme de nada —se detuvo en un suspiro frente a él—. Es una idea cursi, como me gusta llamarla —sonrieron—. Sophie me contagia con su sensibilidad.

ESTÁS LEYENDO
Dulce cielo
Short StoryNOVELA PENDIENTE DE CORRECCIÓN. Damian Lee acababa de mudarse a Nueva York en busca de un mejor futuro, aunque no era co-mo si su prestigiosa trayectoria de chef le impidiese vivir bien. Se caracterizaba por disfrutar el momento y por no tener suert...