Capítulo 6

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Pasó una semana entre encuentros y desencuentros, pero era Jacquie la que especialmente no hallaba paz, de pronto cada vez que se veían ella era invadida por los nervios y sus circuitos integrados perdían la conexión.

Y de hecho, Damian no estaba tan lejos de las mismas sensaciones.

Pero aparte de aquella burbuja, otra se estaba tambaleando.

― Jacquie, no sé, es que ha pasado tanto tiempo, es decir, Tony y yo hemos estado juntos desde hace cuatro años, ¡cuatro! ¡Quiero pasar al siguiente nivel!

― Ajá —miraba con expectativa el reloj de pared: cuatro y veinte. Cada día, alrededor de las cuatro terminaba la jornada laboral de su vecino.

― ¡Jacquie, ni siquiera me pones atención! —le golpeó la mesa de centro en la sala.

― ¿Ah? —reaccionó.

― ¿Qué te pasa?

― Lo siento, Sophie, de verdad. Me hablabas de Tony...

― Voy a terminar con él.

― ¡Qué!

― ¿A quién engaño? Yo soy el seguro de Tony, ya sabes, la novia para las ocasiones especiales, para la cama y para cuando se siente solo.

― Sophie...

― Cada vez que le saco el tema de vivir juntos me esquiva o dice que debemos esperar a que el restaurante tenga más reconocimiento, así podrá pagar la mansión de sus sueños para los dos. ¡Pero yo no quiero ninguna mansión! Yo lo quiero a él conmigo, cada mañana, cada noche, cada vez que llore, que ría...

― ¿Se lo has dicho?

― De nada sirven mis palabras, él insiste.

― ¿Te ha hablado de matrimonio?

― Sí, con sus recetas.

Unos golpecitos en la puerta interrumpieron.

― ¿Estás esperando a alguien, Jacquie?

― No. Déjame ver quién es.

La mujer observó a Damian por el ojo mágico y debió tomar valor para enfrentarlo, y más cuando él no acostumbraba a tocarle la puerta.

― Damian... —saludó con suavidad.

― ¿Damian? —Sophie lanzó la mirada a la entrada.

― Hola —echó un vistazo al interior—, ¿todavía no ha llegado el repartidor? —Jacquie frunció el ceño—. Comes pizza todos los días...

― Ay no, claro que no. Solo de vez en cuando.

― ¿Qué comiste hoy de almuerzo?

― Yo... comí... un risotto de pollo—tartamudeó.

― ¿En serio? ¿Qué restaurante?

Magic Touch —respondió con firmeza.

― ¿Sabes? Soy nuevo en la ciudad, pero sé que Magic Touch solo atiende en las noches.

― Pero... tiene un servicio especial de almuerzos. ¿Desde cuándo te importa lo que como?

― Desde que mientes.

― No miento, lo que pasa es que no me crees —sonrieron.

― ¿Y qué vas a cenar?

― Volveré al restaurante de mi padre y pediré algo.

― ¿Y si te invito por segunda vez a mi apartamento?

― Voy a pensar que sientes lástima por mí.

― Piensa que no quiero cenar solo.

― Mmm...

― Y te prometo una película.

― Okay, pero con una condición: no será en tu apartamento, saldremos, ya es hora de que conozcas mi ciudad.

― Suena justo. ¿Ocho en punto?

― De acuerdo. ¡Ah! Y yo escojo el restaurante.

― Si aceptas mi postre está bien —le extendió una cajita de Tony's Home.

― ¿Pastel de naranja?

― Tiramisú, de hecho.

― ¿Sabes? No tienes que darme estas cosas.

― Es solo parte de mi experimento —alzó los hombros.

― ¿Tu experimento?

― Dicen que es bueno endulzar los corazones para que las cicatrices y heridas se borren, por eso te regalo postres.

― Pues... considerando que este es el segundo postre que me regalas, supongo que es bueno ser parte de tu experimento.

― Y no escojo a cualquiera para esto.

― Oh, bueno saberlo.

― Te veo en la noche —guiñó un ojo y cada quien cerró sus puertas.

― ¡Oh, mi ángel de la literatura! —exclamo Sophie.

― ¿Quieres tiramisú? —casi olvidó que su amiga la acompañaba.

― Sabe de tus almuerzos poco saludables, te invita a cenar, te regala postres —siguió a la amiga hasta la cocina—, ¿por qué rayos no me has hablado de estos capítulos? Sabes que detesto las novelas incompletas.

― No es la gran cosa.

― ¿No es la gran cosa? —vociferó— ¡Jacqueline West, creo que entiendes esto!

― No te alteres.

― Y lo de endulzar los corazones... ¡Jesús! Morí y volví a nacer con ese disparo lleno de romance.

― Solo es amable.

― Amable soy yo cuando hago negocios con un cliente.

― Sophie, deja el drama, solo somos... conocidos.

― Para ser conocidos han avanzado bastante, así que me doy por satisfecha por ahora.

― Mejor volvamos al tema de Tony.

― No, prefiero los detalles de Damian y tú.

― Sophie, esto es serio, nunca terminaste con Tony ni cuando peleaban, lo solucionaban.

― Pero ya me cansé, Jacquie. Quizás necesitemos tiempo, uno muy largo. Ahora, dame un poco de ese coqueto tiramisú y empieza a hablar.

Las palabras iban y venían sobre Damian y Tony, lasmujeres se entretuvieron hasta las siete y media, Sophie tomó su decisióndefinitiva y Jacquie dejó de batallar.  

Dulce cieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora