Pasó una semana entre encuentros y desencuentros, pero era Jacquie la que especialmente no hallaba paz, de pronto cada vez que se veían ella era invadida por los nervios y sus circuitos integrados perdían la conexión.
Y de hecho, Damian no estaba tan lejos de las mismas sensaciones.
Pero aparte de aquella burbuja, otra se estaba tambaleando.
― Jacquie, no sé, es que ha pasado tanto tiempo, es decir, Tony y yo hemos estado juntos desde hace cuatro años, ¡cuatro! ¡Quiero pasar al siguiente nivel!
― Ajá —miraba con expectativa el reloj de pared: cuatro y veinte. Cada día, alrededor de las cuatro terminaba la jornada laboral de su vecino.
― ¡Jacquie, ni siquiera me pones atención! —le golpeó la mesa de centro en la sala.
― ¿Ah? —reaccionó.
― ¿Qué te pasa?
― Lo siento, Sophie, de verdad. Me hablabas de Tony...
― Voy a terminar con él.
― ¡Qué!
― ¿A quién engaño? Yo soy el seguro de Tony, ya sabes, la novia para las ocasiones especiales, para la cama y para cuando se siente solo.
― Sophie...
― Cada vez que le saco el tema de vivir juntos me esquiva o dice que debemos esperar a que el restaurante tenga más reconocimiento, así podrá pagar la mansión de sus sueños para los dos. ¡Pero yo no quiero ninguna mansión! Yo lo quiero a él conmigo, cada mañana, cada noche, cada vez que llore, que ría...
― ¿Se lo has dicho?
― De nada sirven mis palabras, él insiste.
― ¿Te ha hablado de matrimonio?
― Sí, con sus recetas.
Unos golpecitos en la puerta interrumpieron.
― ¿Estás esperando a alguien, Jacquie?
― No. Déjame ver quién es.
La mujer observó a Damian por el ojo mágico y debió tomar valor para enfrentarlo, y más cuando él no acostumbraba a tocarle la puerta.
― Damian... —saludó con suavidad.
― ¿Damian? —Sophie lanzó la mirada a la entrada.
― Hola —echó un vistazo al interior—, ¿todavía no ha llegado el repartidor? —Jacquie frunció el ceño—. Comes pizza todos los días...
― Ay no, claro que no. Solo de vez en cuando.
― ¿Qué comiste hoy de almuerzo?
― Yo... comí... un risotto de pollo—tartamudeó.
― ¿En serio? ¿Qué restaurante?
― Magic Touch —respondió con firmeza.
― ¿Sabes? Soy nuevo en la ciudad, pero sé que Magic Touch solo atiende en las noches.
― Pero... tiene un servicio especial de almuerzos. ¿Desde cuándo te importa lo que como?
― Desde que mientes.
― No miento, lo que pasa es que no me crees —sonrieron.
― ¿Y qué vas a cenar?
― Volveré al restaurante de mi padre y pediré algo.
― ¿Y si te invito por segunda vez a mi apartamento?
― Voy a pensar que sientes lástima por mí.
― Piensa que no quiero cenar solo.
― Mmm...
― Y te prometo una película.
― Okay, pero con una condición: no será en tu apartamento, saldremos, ya es hora de que conozcas mi ciudad.
― Suena justo. ¿Ocho en punto?
― De acuerdo. ¡Ah! Y yo escojo el restaurante.
― Si aceptas mi postre está bien —le extendió una cajita de Tony's Home.
― ¿Pastel de naranja?
― Tiramisú, de hecho.
― ¿Sabes? No tienes que darme estas cosas.
― Es solo parte de mi experimento —alzó los hombros.
― ¿Tu experimento?
― Dicen que es bueno endulzar los corazones para que las cicatrices y heridas se borren, por eso te regalo postres.
― Pues... considerando que este es el segundo postre que me regalas, supongo que es bueno ser parte de tu experimento.
― Y no escojo a cualquiera para esto.
― Oh, bueno saberlo.
― Te veo en la noche —guiñó un ojo y cada quien cerró sus puertas.
― ¡Oh, mi ángel de la literatura! —exclamo Sophie.
― ¿Quieres tiramisú? —casi olvidó que su amiga la acompañaba.
― Sabe de tus almuerzos poco saludables, te invita a cenar, te regala postres —siguió a la amiga hasta la cocina—, ¿por qué rayos no me has hablado de estos capítulos? Sabes que detesto las novelas incompletas.
― No es la gran cosa.
― ¿No es la gran cosa? —vociferó— ¡Jacqueline West, creo que entiendes esto!
― No te alteres.
― Y lo de endulzar los corazones... ¡Jesús! Morí y volví a nacer con ese disparo lleno de romance.
― Solo es amable.
― Amable soy yo cuando hago negocios con un cliente.
― Sophie, deja el drama, solo somos... conocidos.
― Para ser conocidos han avanzado bastante, así que me doy por satisfecha por ahora.
― Mejor volvamos al tema de Tony.
― No, prefiero los detalles de Damian y tú.
― Sophie, esto es serio, nunca terminaste con Tony ni cuando peleaban, lo solucionaban.
― Pero ya me cansé, Jacquie. Quizás necesitemos tiempo, uno muy largo. Ahora, dame un poco de ese coqueto tiramisú y empieza a hablar.
Las palabras iban y venían sobre Damian y Tony, lasmujeres se entretuvieron hasta las siete y media, Sophie tomó su decisióndefinitiva y Jacquie dejó de batallar.

ESTÁS LEYENDO
Dulce cielo
NouvellesNOVELA PENDIENTE DE CORRECCIÓN. Damian Lee acababa de mudarse a Nueva York en busca de un mejor futuro, aunque no era co-mo si su prestigiosa trayectoria de chef le impidiese vivir bien. Se caracterizaba por disfrutar el momento y por no tener suert...