Capítulo 14

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Pasaron algunos días, pero desde que Jacqueline había salido del hospital le tenía prohibida la visita a Damian.

No respondía los mensajes que él le enviaba, ni las llamadas, ni se molestaba en abrirle el portón de la casa de sus padres, donde se estaba quedando para recuperarse.

― ¿Qué haces aquí?

― Supe que no quieres ni ver a Damian. Así que siento que tú y yo tenemos que hablar, porque esto también es mi culpa.

Jacqueline recibió de mala gana a Tony en la sala, por simple curiosidad.

― Para empezar —continuó el chef—, la apuesta la hicimos antes de que siquiera te conociera, y yo no sabía que te ibas a involucrar hasta que ya prácticamente todo estaba hecho. Ustedes ya estaban saliendo, lo vi como algo inofensivo, ¿para qué hacer escándalo si a fin de cuentas él te quería con o sin apuesta? Jacquie, fue una cuestión de diversión, ninguno de los dos quiso lastimarte de alguna manera.

― ¿Y el dinero que te prometió? ¿De qué hablaba?

― Yo obtuve esa receta hace años, y me pareció que él podía ganar el reality. Verás, como yo se la di y además creo que valoró mi esfuerzo por intentar descifrarla alguna vez, él decidió darme diez mil si lograba preparar exitosamente el postre, y diez mil más si yo... ordenaba mi vida para recuperar a Sophie, porque si no lo hacía, él no entraba al reality. Míralo como un amigo asociado a otro, nada más.

― ¿Eso es todo?

― No.

― Habla.

― Él te ama tanto como yo a Sophie. ¡Y tú muy bien sabes cuánto la amo!

― ¿Sophie sabía de esto?

― Nada, pero lo sabe ahora, y ella fue quien me obligó a venir.

― Aun sabiendo todo esto, no es tan fácil que yo perdone a Damian. ¡Me engañó todo este tiempo! Siento que viví una mentira desde el principio, no sé cuándo fue sincero, cuándo no, cuándo solo quiso meterme a la cama para conseguir la receta, cuándo solo se estaba divirtiendo conmigo. ¡No puedo confiar en él así sin más!

― ¿Qué tal si empiezas por hablar con él directamente?

― No lo sé.

― Se la pasa bebiendo vino todo el día, no toma algo más fuerte porque cree firmemente que en cualquier momento aparecerás en su puerta y no te quiere recibir con alguna borrachera encima.

― ¿En serio?

― No, sí se embriaga a veces —Jacqueline rodó los ojos—. ¿Ya ves lo que le hiciste? —ella encendió la mirada, abrió la boca a punto de insultarlo—. Okay, okay, él es el cretino, tú la víctima. Solo ve a verlo, por favor. Ahora entiendo por qué Damian apenas me soportaba cuando terminé con Sophie.

Jacqueline lo pensó mucho antes de tomar una decisión.

El día en que regresó a su apartamento, ella se predispuso a abrir la puerta para buscar a su vecino, y se lo encontró antes con pleno puño suspendido en el aire, como si estuviera a punto de golpear esa puerta, ahora abierta.

Se observaron por lo que pareció una eternidad.

― Jacquie...

― Cállate y pasa.

Eso hizo con algo de recelo.

― No quiero empezar una pelea, pero sí quiero dejar las cosas en claro, Damian.

― Jacqueline, te amo, tienes que escucharme primero. Todo lo que sucedió no es como tú piensas.

― ¡No digas que me amas!

― ¡Es cierto!

― Todo lo que vivimos me parece una mentira.

― Jacquie... —le tomó las manos—, amor, te ruego que me escuches.

― No quiero —se libró—. Me basta con lo que oí ese día. Así que, por favor, ya no me busques más. Ya obtuviste lo que quisiste desde el principio. Ganaste.

― Pero te perdí... Y daría todo lo que gané con tal de tenerte de vuelta. Jacquie, esto nunca fue por la receta o por el reality, estuve contigo porque quise y porque así lo sentí —tomó un respiro—. Y aunque... probablemente, sí, vi en ti mi pase directo para ambas cosas, pero no quería hacerte eso. Tú eres mi plato favorito, ese que no quiero compartir con nadie, ¿me explico? Tenía que acostarme con alguien para obtener la receta que tenía Tony...

― ¿Por qué la de Tony? —lo interrumpió— Papá siempre da una al que acepta el desafío.

― La de Tony estaba algo avanzada, de lo que pudo descifrar. Ambos estábamos en esto. Y lo nuestro, Jacquie, fue por añadidura, claro que quería acostarme contigo pero por deseo, no por la receta, ¿aún no entiendes eso?

― Todavía tienes el descaro de aceptarlo así sin más.

― Jacquie...

― Sabes que de todas formas fui tu apuesta, de lo contrario no hubieras aceptado esa receta. No así.

Damian se vio sofocado, no había fuerza humana que la hiciera cambiar de opinión a la joven, así que tuvo que cambiar de táctica.

― Está bien —dijo el chef—. Me equivoqué. ¡Lo hice en todo! No fui sincero y creí que todo estaría bien, porque al final del día nada tenía que ver con lo que sentía por ti. Eso era aparte. Y sigue siendo así para mí, Jacquie. Si quieres hoy mismo busco a tu papá y le devuelvo los premios, no me interesan. Te quiero a ti.

― No, eso no arregla nada.

― Pero...

― Yo... no siento que pueda confiar en ti —después de un silencio, continuó—. Me iré de viaje con Susan, seis meses. Creo que Sebastián irá con nosotras. Ahora están juntos, ¿sabías? Por fin se declaró ese bobo. Pero antes, Sophie y Tony se casarán. Eso lo sabemos todos ya. Y de hecho, te nombrarán padrino de su boda, no sin antes preguntarme si estaba de acuerdo, porque yo seré la madrina. Les dije que una cosa no tiene nada que ver con la otra. Sé que tendremos que vernos por los preparativos, pero te rogaré que no me dirijas la palabra ni la mirada. Estaremos con ellos, pero no juntos.

― ¿A dónde irás? —ahí se había quedado el corazón del joven, en plena carretera y sin gasolina. Ella se iba y no podría alcanzarla.

― Te dije un día que quería recorrer el mundo. Seis meses no alcanzan, pero visitaremos los lugares principales que queramos. Quiero estar con mi hermana también... y alejarme de ti.

― Entonces... ¿no habrá la posibilidad de ser amigos?

― Eso es para hipócritas. Yo no voy a fingir amistad cuando aún te amo.

― Jacqueline, va a ser una agonía no verte, peor sabiendo que no volverás a mi vida.

― Vamos a estar bien.

― No... —y una lágrima traviesa salió, de esas que hacen quedar mal ante quien queremos ser fuertes.

― Vete, por favor —susurró, tragando grueso.

En un intento desesperado, él la beso al descuido. La ingeniera lo rechazó bruscamente, no le abrió la boca, ahogó los gritos y lo empujó.

― Ya conoces la salida —no lo miró. Corrió a su habitación, a buscar una almohada y enterrar el rostro que apenas contenía el dolor. Ahí se liberó.

Ninguno de los dos deseaba terminar, pero era el «jalón de orejas»necesario, al menos así lo veía ella. Era su manera de darse a respetar yvalorar, por mucho que quería perdonar y olvidar, a fuerza su razón le dababatalla al corazón, diciéndole qué era lo mejor por hacer.

Dulce cieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora