― Así que piensas que puedes preparar «Dulce cielo» —Richard West usaba su blanco traje en Magic Touch y solo cruzó los brazos y liberó un profundo suspiro. Después de varios años con la misma proposición por parte de otros cocineros, se mostraba escéptico, si es que acaso el novio de una de sus hijas pudiera ser la excepción.
― Estudié la receta, y el pedazo de postre que usted me dio la semana pasada cuando le dije que aceptaba el reto. Fue difícil descubrir el ingrediente principal, esa fruta tan dulce y a ratos escasos agria. Me dijo que muchos la descubrieron, pero aun así les faltaban uno o dos ingredientes. No la puso fácil, chef, pero creo que al fin sé cómo preparar su gran platillo.
― Solo tienes una oportunidad y yo estaré presente durante todo el proceso.
― Lo sé.
― Dime el ingrediente que te costó descubrir.
― La naranjilla.
Richard West sonrió con satisfacción. Era una fruta exótica que se volvió en un arma de doble filo: unos la conocían, otros no. De ahí se aprovechó un poco para su diversión propia.
― Bien. Mañana te espero en esta cocina a las nueve de la mañana. Trae los ingredientes que te hagan falta, el resto, tómalos de esta alacena. Y en la noche, prepárate porque grabaremos la final.
Damian se inundó de emoción, mas solo asintió con una cabezadita y sonrió.
― Será un gran día mañana, chef.
― Todos esperamos que así sea —respondió Richard—. Hasta mañana.
Y salió de la cocina.
Al día siguiente todo se predispuso. Damian tomó un respiro, cerró los ojos y comenzó a cocinar. Jacqueline probablemente era la más nerviosa. Susan, Laura y Richard se dedicaron a observar y comentar en susurros.
Cincuenta mil dólares estaban en juego, su prestigio, su honra de chef.
Al final, Damian sirvió y adornó una tajada de «Dulce cielo» con pequeños trozos rectangulares de chocolate blanco a los lados.
Un plato sentimental y delicioso.
Richard probó y no hizo ningún gesto. Probó dos veces más, dejó la cuchara y tomo aire:
― Hablaremos esta noche —y salió dejando a todos con el suspenso en el aire.
Las mujeres probaron y estallaron en alegría.
― Entonces, ¿lo logré? —preguntó Damian todavía incrédulo.
― Yo creo que vas a tener que esperar hasta la noche —dijo Susan entre risas. Las tres parecían compartir un secreto con entusiasmo.
Jacqueline no se atrevió a decirle nada por mucho que él insistía en preguntar si lo había logrado o no. Tuvo que resignarse el resto del día a esperar y procuró descansar para lo que le esperaba en la gran final del reality por la noche.
Damian ganó.
Algunos globos y confeti cayeron del techo, Richard no quería alboroto, pero su mujer insistió por ser un programa de televisión.
Luego de las felicitaciones correspondientes y terminar de festejar con el equipo de producción, la familia West se reunió en la cocina con el ganador, y la pareja amiga, Tony y Sophie, para darle la siguiente noticia.
― Creé «Dulce cielo» porque quería hacer algo especial para mis hijas, algo que solo yo pudiera hacer, porque así de celoso soy. Decidí hacer ese concurso por diversión, porque quería probarme a mí mismo que precisamente solo yo era capaz de prepararlo. «Dulce cielo» es tan importante como mis propias hijas. A medida que fueron creciendo era lo único que sentía que no cambiaba entre ellas y yo. Venían los novios, las fiestas, las universidades, pero cada año «Dulce cielo» me recordaba... o más bien, nos recordaba que ellas seguían siendo mis dos dulces frambuesas —las miró y ellas a él con ternura—. Y ahora al fin alguien logró descifrar mi receta, y debo preguntar cómo lo hiciste, Damian.
― Un momento... ¿Eso significa...? —el joven espetó.
― Cincuenta mil por el postre, un reportaje de tres páginas en la revista Food & Wine, y cincuenta mil más por el reality. ¿Qué puedo decir? Te lo has ganado.
Tardó un segundo en asimilarlo. Jacqueline fue la primera que corrió a abrazarlo.
Otra botella de champaña se sirvió.
Cuando la algarabía bajó a un nivel de calma, Richard insistió en su pregunta.
― Pues... —Damian tomó un respiro—, al principio no tenía idea. Pero me tomé un minuto para mirar las cosas desde otra perspectiva. Su hija fue mi principal inspiración, señor —la miró a su lado. Sonrieron.
Y es que si bien, Jacqueline lo había ayudado en un principio, luego no quiso aceptar más sus pistas. Quería descifrar todo por sí solo.
Y lo logró.
Mientras tanto, Damian aprovechó un instante para hablar con Tony a solas en la bodega de vinos. So-phie se había quedado con el resto en la celebración que pronto alcanzaría las cuatro de la mañana.
― Acéptalo, Damian, este reality fue pan comido para ti.
― No siempre fue así, a veces estuve cerca de ser eliminado.
― Bueno, pero ganaste después de todo. Enamoraste a Jacqueline, te acostaste quince veces con ella en el lapso de tiempo que te di desde que llegaste a Nueva York, aunque la apuesta era que te acostaras con quince mujeres distintas.
― No, dijiste que tenían que ser quince veces, y punto. Yo cumplí, me diste la receta, la estudié y preparé el postre —Tony alzó los hombros.
― ¿Cómo te sentiste al hacerlo?
― Es difícil de explicar. Richard tenía la última palabra sin importar nada.
― Deberías sentirte grandioso, aún sin tomar en cuenta la palabra de Richard, hombre, lograste algo importante. Es más, tú mismo me dijiste hace años: «decídete a hacer algo, lo que más te guste y en el momento en que entiendas que no necesitas la aprobación de nadie, conocerás el orgullo por tu trabajo».
― Creo que es algo distinta la situación, pero te agradezco la motivación.
Bebieron.
― Volviendo al tema de tu chica, Jacqueline resultó ser un as para ti, jugaste muy bien esa carta, ya que incluso te ayudó con unos ingredientes. Ahora entiendo por qué dijiste que con ella matarías dos pájaros de un tiro. Aunque serían tres ya que terminaste consiguiendo novia. De todas formas yo planeaba presentártela. Mira tú las ironías de la vida.
― Ya no importa, Tony. Logramos todo lo que se planeó. Y no te preocupes, te daré los veinte mil que prometí.
― Bueno.
― ¿Te acostaste conmigo solo para obtener la receta? —la joven irrumpió de repente. Se había mantenido en silencio pero no lo soportó más.
¡Jacquie! —Damian exclamó. Ella huyó.

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Dulce cielo
Short StoryNOVELA PENDIENTE DE CORRECCIÓN. Damian Lee acababa de mudarse a Nueva York en busca de un mejor futuro, aunque no era co-mo si su prestigiosa trayectoria de chef le impidiese vivir bien. Se caracterizaba por disfrutar el momento y por no tener suert...