Gee #27

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Monlesbianas







La habitación de Dior estaba hecha un desastre. La cama sin hacer, los libros desperdigados por la mesa. Habían botes vacíos de comida precocinada en la basura que desbordaba, y parecía que la última vez que ese suelo había visto un aspirador había sido a mediados del año anterior.

Su madre llevaba metiéndole la bronca cerca de un cuarto de hora. Y sí, Dior lo sabía porque, cada treinta segundos aproximadamente, llevaba los ojos a su reloj de pulsera para comprobar la hora que era.

Ella no tenía tiempo para eso, pero ahí seguía, aguantando el chaparrón porque no le quedaba más remedio.

Al final, la mujer se hartó de que su hija no la escuchase y se marchó de la habitación.

-¡Así ningún hombre te va a querer! -le chilló mientras bajaba por las escaleras.

Dior rodó los ojos.

-¡Eso pretendo! ¡Gracias!

-¿Y qué quieres? -respondió la otra- ¿morirte sola?

-¡Siempre hay un roto para un descosido, mamá! -Tras decir aquello, cerró de un portazo.

Después de eso, se dejó caer a plomo en la silla de escritorio, terminando por desplazarse hasta la otra punta de la habitación ya que ésta tenía ruedas, mientras fruncía los labios en un puchero y arrugaba la nariz.

Oyéndose un suspiro al otro lado de la habitación, Dodo decidió que era un buen momento para salir de su escondite al fin.

¿Se creía Dior que haber tenido que aguantar un regaño de quince minutos era malo? Que hubiese probado a hacerlo debajo de la cama. Y, si el suelo de la habitación de la mayor estaba sucio, no quería nadie imaginarse qué había visto Dodo.

Dior se rió al verla despeinada, medio desnuda y a punto de un ataque de histeria porque, ahí debajo, seguro que había visto, como mínimo, telarañas. Porque tan desarreglada parecía cualquier cosa menos la miss del instituto, la más popular, la más bonita, la princesa de todos los bailes. Allí solo era una niña estirada con el pelo y la cara echas un desastre.

Con la parte de arriba del vestido habiendo acabado sobre su cintura y la falda subida, Chae Dodo parecía una de esas pobretonas que iban a botellones y se acostaban con desconocidos entre dos coches, esas de las que ellas siempre se burlaban por tener poca gracia y poca clase.

-Tienes que verte en un espejo, estás espantosa -le dijo, riéndose de ella.

Dodo resopló, antes de terminar por girar su cabeza hacia otro lado para no tener que mirarla.

Sin embargo, tras un suspiro, Dior se aproximó hasta la menor y empezó a peinarla con los dedos. Con cuidado y lentamente, obligando a la más alta a observarla de costado, sin decir nada ninguna de las dos.

Le apartó los mechones de la cara, ordenó como pudo los cabellos de la chica y, cuando terminó, sonrió. Luego le pasó los dedos por debajo de los ojos para quitarle los restos de maquillaje mal puesto que llevaba y, con la manga de su blusa, le limpió el sudor de la cara, sin importarle si en aquella prenda blanca quedaban restos de la base de la otra. Pasándole el pulgar por los bordes de los labios, se aseguró de hacer desaparecer los restos de pintalabios.

Le puso bien la falda y trató de plancharla lo más posible con las manos. Colocó después la parte de arriba del vestido y luego la abrazó, poniéndole el pelo por sobre uno de sus hombros para poder subir la cremallera a su espalda sin que ésta se enganchase con él.

Cuando buscó separarse una vez concluyó la tarea, Dodo la agarró de los hombros y la hizo acercarse para besarla.

Mientras la más alta le rodeaba la cintura con los brazos, las manos de Dior habían aterrizado en sus mejillas mientras se besaban despacio, acariciando sus labios como si no hubiera nada más que hacer en el mundo, como si el tiempo se hubiera parado para las dos.

Random System » MONSTA X. OneshotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora