«A veces, Changkyun rescataba sus CDs del último estante y los escuchaba antes de irse a la cama. Soñaba con él y sus hyungs en cientos de universos alternos.
Donde a veces eran felices, a veces no.
Donde en ocasiones se amaban, pero en otras se od...
No tenía forma de definir lo que sentía por el. No había palabras, no había forma. No había absolutamente nada más que un vacío que nada podía llenar, que siquiera ese amor podía llenar.
No importaba cuántas velas hubiera sobre el pastel, no importaba cuántas veces esa escena se hubiera repetido. Tampoco el esfuerzo que ponía siempre Joo Heon en cada gesto hacia Ho Seok.
Nunca era suficiente, y Jooheon lo veía en la decepción en los ojos de Ho Seok aunque el chico intentará sonreír para ocultar esa inutilidad de Joo Heon para complacer a la persona a la que el más joven más decía querer, hasta en las cosas más básicas.
Las manchas de sangre que no querían desaparecer de los azulejos del cuarto de baño, los llantos, los gritos, las pastillas que Ho Seok tragaba como si fueran caramelos.
Joo Heon a veces se preguntaba si ese amor que Ho Seok sentía por él y que no podía llenar se debía a Joo Heon nunca siendo suficiente, si se refería a Ho Seok experimentando un amor demasiado fuerte, o teniendo un demonio demasiado glotón en las entrañas que se comía todas las buenas intenciones y acciones de Joo Heon hacia Ho Seok.
Cuando le conoció era un ángel, un muchacho pequeño cuya sonrisa brillaba más que cualquier otra cosa en el firmamento. Un ángel que era una farsa y cuyo brillo no era más que una proyección de lo que deseaba ser y que nunca alcanzaría. Una utopía inverosímil que sólo quería romperle en pedazos.
Aun así sopló las venas, aun así abrió los regalos sabiendo que no había nada que pudiera hacerle sentir mejor, sentir en paz, sentir querido.
Joo Heon no lo entendería nunca pero el problema de Ho Seok nunca fue con él, que lo que proyectaba al mirarle no era decepción sino frustración. Frustración porque amaba a Joo Heon con todo su ser pero ello nunca era suficiente. Suficiente como para devolver las palabras y gestos, suficiente como para sentir que ese afecto podía salvarle.
Siquiera era suficiente para que dejara de creer que ese cariño de Joo Heon hacia él se trataba de algo distinto a compasion, a pena, a lástima.
Ho Seok estaba convencido que los sentimientos de Joo Heon hacia él no eran de amor sino de caridad. Que Joo Heon era demasiado amable como para rechazarle, como para admitirle que su presencia y aún más su actitud, eran degradantes y repulsivas, aún más que sus sentimientos hacia algo tan puro que no debía siquiera ser mancillado por su bajeza al sentir lo que sentía por él.
Estaba convencido de que no sólo no merecía ser correspondido por Joo Heon, sino que siquiera merecía amarle él.
Que no era amor siquiera cuando Joo Heon le enseñaba en una sonrisa sus preciosos hoyuelos, ni cuando le cantaba el feliz cumpleaños con su voz dulce y aguda. Que no era amor. Que nunca sería amor. Sólo palabras vacías para un necio que, incluso convencido de que le estaban tendiendo una trampa, seguía cayendo deliberadamente y se aferraba esas palabras para aquello para lo que Joo Heon deseaba complacerle: para que se aferrara a la vida como un clavo ardiente en vez de rendirse y arrojarse de cabeza desde lo alto del edificio con más plantas de la ciudad.
No fue amor cuando se dejó hacer en besos, en caricias, cuando se enroscó entre las sábanas con la única persona que deseaba que le dejara ir para poder acabar con su vida sin remordimientos.
No fue amor cuando Joo Heon lloró mientras Ho Seok le suplicaba que dejara de alargar su sufrimiento y que le matara de una vez.
Pero Joo Heon le acunó en sus brazos, le obligó a quedarse sobre su pecho mientras las lágrimas corrían sin descanso por sus mejillas porque su amor sí era real. Sí era genuino, puro y magnánimo en su máxima expresión.
Joo Heon amaba al desastre que era Ho Seok, su conejo, su luna sin luz propia a la que quería iluminar con todas sus fuerzas.
Y Ho Seok se preguntó cuándo esos demonios que deseaban arrancarle la piel a tiras le dejarían en paz y le permitirían creerse esos gestos; esas lágrimas; esas palabras, como una muestra verdadera de amor en vez de lástima, en vez de un deseo egoísta de sentirse mejor por volver a montar un puzzle que había sido hecho pedazos.
Acompañando las lágrimas de Joo Heon, decidió que esa noche el mayor regalo de cumpleaños que podía hacerse a sí mismo era creerse el amor de Joo Heon sin importarle segundas intenciones, sin importarle las voces de su conciencia que sonaban repugnantemente cerca, violentas, ruidosas y, sobre todo, desgarradoras y dolorosas como agujas clavándose debajo de las uñas.
Al menos hasta que lograra conciliar el sueño, iba a llenar su enorme hueco que tenía en el abdomen y que le traspasaba con algo distinto a resentimiento y odio hacia sí mismo para reemplazarlo por el amor de Joo Heon.
Y, mientras Joo Heon le decía que le quería, Ho Seok ahogó sus lágrimas en el pecho de la persona a la que más quería en el mundo aunque se sintiera indigno de ella.
Lloró y lloró un océano sobre Joo Heon.
Lloró y lloró mientras le daba las gracias.
Mientras le daba las gracias en vez de disculparse como tanto le dolía a Joo Heon.
Porque, al menos en su cumpleaños, Joo Heon iba a ser la unica persona que había en el mundo aparte de él.
Un mundo donde nada podía hacerle daño, donde nadie podía hacerle daño.
Un mundo donde el amor podía llenar los vacíos de todo lo que le habían arrebatado a la fuerza aquellos que, en ese mundo habitado sólo por Joo Heon y Ho Seok en un nuevo planeta que era su dormitorio y nada más, no existían.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Ambivalente y raro como su escritor pero aquí tenéis uno de los regalos de Seokie por su cumple de mi parte 😭😭😭
Niñas, nuestro bebé tiene 27 meses ya, cómo os sentís?? Qué rápido se hacen mayores 😔😔😔
Tengo que actualizar tres libros más aún así que me marcho. Enjoy 💜💜💜
