Capítulo 3

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Los párpados de Irene se enrollaban y desenrollaban como una persiana poseída por un enfurecido viento. Trató de mantenerse despierta pero la monótona carretera le acunaba y notó como el delirio del sueño empezaba a robarle su consciencia de pedazo en pedazo cada vez más rápidamente.

Una fuerte bocina y un fogonazo de luz le despertaron de golpe haciendo que dé un giro brusco al volante. ¿Al volante? Irene ahogó un grito. ¡Se había dormido mientras conducía! Había sido un coche que venía en dirección contraria lo que la había despertado al fin. Había invadido el otro carril y se había salvado por poco. 

No había muerto básicamente por dos cosas. Una, que era de madrugada y no había mucho movimiento. Dos, que la gente bien despierta, mucho más responsables que ella, la habían estado esquivando como podían. Porque, la verdad, si hubiera sido por ella, ya habría provocado un accidente.

Mientras volvía poco a poco a su papel de conductora decente comprobó donde estaba. No es que temiera haberse pasado la salida a su destino, ya que no tenía uno claro, si no que quería saber por dónde pasaba para asegurarse de irse lo suficientemente lejos. 

Sabía que su cara, nombre y cualquier información adyacente ya había sido proporcionada tanto a la policía como a los civiles que veían las noticias y no quería que la atraparan. No era una sorpresa que la consideraran sospechosa, ella también lo habría hecho en su lugar. Por eso había cogido el coche, lo había llenado hasta arriba de gasolina y la había gastado a todo trapo por la primera autovía que pilló. Aún así, debería empezar a pensar su próximo escondite. No llevaba demasiado dinero, ropa ni pertenencías ya que cualquier retraso podría haber resultado fatal.

Paró en una estación de servicio a comprarse un café, por si las moscas. Mientras se lo tomaba reflexionó sobre su situación. No podía salirse de España porque en los aeropuertos o fronteras le pedirían el DNI y la detendrían, al ver que era una asesina según los archivos de la policía. Por lo tanto debería quedarse dentro del país pero huir lo más lejos posible. ¿A dónde podía ir?

Irene abandonó el lugar tras dejar una propina  exorbitante por una simple taza de brebaje asqueroso. El camarero las miró estupefacto mientras salía, ignorando que la chica se sentía mal por no haber pagado la gasolina hacía unas horas.

Tras conducir hasta que el sol dominó el paisaje completamente, Irene estuvo a punto de provocar su segundo accidente del día. En medio de la carretera estaba una chica haciendo dedo como nada. Llevando la contraria a la mayoría de los autoestopistas había elegido alejarse del borde para meterse directamente en el camino de los coches. Parecía lejana al hecho de que podía ser atropellada porque exhibía una sonrisa tan grande casi como el cartel de cartón que protegía su pecho. 

Irene, no con muchas ganas de ver su cuarto cadáver, paró. No pensaba que el endeble cartón fuera a proteger a la joven de morir atropellada pero de verdad que en ese mismo instante no podía coger a ningún nuevo pasajero.

"I NEED A RIDE. ANYWHERE. NECESITO TRANSPORTE. A CUALQUIER SITIO." rezaba el cartel de la chica.

Ahora que Irene se fijaba, debía tener más o menos su edad. ¿Qué hacía una chica de 27 años haciendo autostop sola? Bueno, ella estaba huyendo de las autoridades así que tampoco era quién para decirle algo.

—¿Cómo que a cualquier lado?¿No tienes un destino?—le preguntó Irene, bajando la ventanilla tras pararse en el arcén a su lado, obviando el hecho de que ella tampoco tenía.

Fumar mataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora