Capítulo 7

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Manolo Iserte, jefe de policía de Utiel, se desesperaba marchitándose delante del informe. Tenía todos los datos de Irene Relda debajo de sus narices pero aún así no conseguía sacar nada en claro.

Si hubiera sido solo un asesinato, el primero, habría estado claro. Un crimen pasional entre una madre y su hija en la que la hija se enfada cuando, probablemente, la progenitora no le da el dinero que la joven pide.

Si hubiera sido solo el segundo, también. En los informes aparecía también la vida privada de las víctimas y la única sospechosa así que sabía la relación que habían tenido. Un crimen de venganza, la chica mataba a su exnovio porque le dejó hace un año tras estar siete juntos. Por el tiempo pasado desde la ruptura, más improbable pero aún así, pausible. 

Sin embargo, los dos asesinatos juntos resultaban extraños sobre todo añadiendo el tercero. Según los papeles arrugados que yacían delante de él en la gastada mesa a tercera víctima no era nadie. No era familia de Irene, ni antiguo ni futuro amor. Ni siquiera constaba que se conocieran, tan solo habían tenido la mala suerte de compartir pueblo natal.

Entre otras cosas era eso lo que fallaba. A primera vista era fácil: un solo sospechoso, móvil suficiente para dos tercios del crimen pero algo chirriaba.

Tenía que encontrar a la chica y hacerle un interrogatorio, el problema era cómo. Desde luego, desde su mesa no podía hacer nada más así que, a pesar de su pereza, decidió pasar a la acción.

El coche de Irene estaba intacto en el garaje de su casa pero sí que había cierto desorden en la casa. Sin embargo, tras pasar unos minutos observando se dio cuenta de que era algo común en toda la casa. No había manera de saber si es que había habido una pelea y secuestro, huida apresurada o si tan solo es que la inquilina consideraba ese caos orden.

Día tras día las horas transcuyeron sin que Manolo pudiera siquiera probar que Irene se había ido del pueblo. Todo apuntaba a que sí, que había huido peeo no se confirmó hasta que recibió la llamada. Es decir, La Llamada. Porque fue el principio del fin para Irene. Aunque por mucho que lo fue, Manolo estuvo a punto de dejarlo pasar delante de su narizota.

—Hola, ¿es esta la comisaría de Utiel?

—Exacto, al habla Lucas. ¿Tiene algún problema?

—Bueno, quería hablar con el jefe de policía.

—¿Con el jefe?¿De qué se trata si se puede saber?—preguntó Lucas curioso. Nunca antes nadie había preguntado directamente por Manolo. Solían contentarse con hablar con alguien que llevara uniforme aunque fuera del rango más bajo. 

—Es por el coche de mi hermano. No está en su garaje y me dijeron que le comunicara al jefe de policía todo lo que podía estar relacionado con su muerte.

Un ciudadano responsable, obediente ante la ley y que acababa de pasar por el asesinato de un pariente próximo. Mejor dejarlo para los de arriba, pensó el muchacho.

Lucas llamó a la puerta de la oficina de Manolo suavemente. De dentro salían unos ruidos cortos pero fuertes, como de alguien que intenta cortar un tronco con una sierra poco afilada. Éstos pararon en cuanto la voz del jefe, más lenta de lo habitual, le indicó que podía pasar. 

—Hay una llamada para tí. Dice que tiene un problema con el coche de su hermano. Que se lo han robado o algo así.

Manolo resopló, ahora no estaba de humor para lidiar con problemas menores. Un simple coche no era motivo suficiente como para despertarle y además, tenía mucho trabajo con los asesinatos. Bueno, trabajo no tenía pero esperaba que sin hacer nada, pasara algo. Y no podía desconcentrarse, claro.

Fumar mataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora