Elena estaba tumbada en la cama de la habitación que compartía con Irene. Se habían ido a dormir pronto, cancelando esa día la fiesta de pijamas debido a los incidentes de la tarde. Ni la una se habia disculpado ni la otra le había preguntado nada acerca del descubrimiento de la aguja. Así que yacían las dos, dándose la espalda en un vano intento de alejarse en una cama que las hacía, por el poco espacio, prácticamente hermanas siamesas.
Elena repasó en su mente el día entero y el solo pensamiento de ello le ahogó en la oscuridad. No la oscuridad que reinaba en el cuarto, sino una más profunda que había derivado de una cruel asociación de ideas. Tener la cara roja de Irene tan cerca gritándole de esa manera le había hecho pensar inmediatamente en su violento padre. Los dos rostros se habían solapado en su cabeza y ahora tenía miedo de mirar a su amiga a la cara.
Sintió que le tocaban el hombro y se giró medio esperanzada. Quizás era Irene queriendo pedirle perdón por como la había tratado. Elena era una persona muy condescendiente, perdonaba pero no olvidaba. Ese sí, perdonaba en seguida. Por eso le costó tanto alejarse de su padre a pesar de la tortura a la que le sometía. Dispuesta a escuchar una larga disculpa Elena encendió la luz. La apagó de golpe otra vez.
—¿Por qué vuelves a apagarla? ¿Es que no te alegras de verme, princesa?
Cuando la había encendido estaba su padre tumbado mirándola desde la parte de la cama en la que debería haber estado Irene.
—¿A dónde había ido Irene? Estaba segura de que me había acostado a su lado.—pensó Elena—No puede ser, es imposible que acabe de oír su voz.
Encendió la luz de nuevo y se abalanzó rápidamente para coger su móvil. Necesitaba llamar a la policía.
—Ni se te ocurra llamar a la policía. No te escucharán porque no puedes hablar.—rió cruelmente su padre—Además, no querrás que te pase como a ella, ¿verdad?
El hombre giró sobre las sábanas y señaló un bulto extraño que había tirado en el suelo. Elena se acercó para ver mejor y tuvo que contenerse para no vomitar. Era el cuerpo ensangrentado de su amiga, un amasijo de carne que yacía desperdigado olvidando que antes había estado vivo.
—No me digas que era tu compañera.—pronunció con sorna mientras añadía comillas con los dedos a la palabra compañera—Eso es asqueroso, antinatural. Deberías alegrarte de que la haya quitado de en medio.
—¿Qué quiaras?—consiguió escribir en el móvil Elena.
Sus manos temblorosas le hacían ser inexacta y las faltas afloraban pero se entendía lo que quería decir.
—Quiero que vuelvas conmigo.
Su padre se levantó de la cama y le tendió las manos desnudas.
—No quiero hacerte daño, solo quiero que vuelvas a casa.
Elena negó violentamente con la cabeza, ahora que había conseguido huir y encontrar amigos de verdad no pensaba marcharse por nada del mundo.
—Vamos... ¿De verdad te creías que podías huir de esta manera de mí? Yo nunca te dejaría de buscar y lo sabes.
Él acarició su mejilla suavemente pero a Elena su simple contacto le ponía enferma y separó su mano de una torta.
—Vete de aquí—dijo la voz del móvil mientras Elena le imprimía más fuerza señalando decidida la puerta de salida.
El hombre agachó la cabeza y su rostro se ocultó en la sombra por unos segundos. Elena no podía predecir lo que iba a hacer pero esperaba que reaccionase pronto, no creía poder seguir haciéndose la fuerte mucho más.
—De acuerdo, princesa. Ya me voy.—dijo él con la voz calmada.
Sin embargo, tenía las uñas clavadas en la parte carnosa de sus manos liberando su furia contenida.
—¡¡Pero si me voy tú te vienes conmigo!!
Elena pataleó y le abrió un labio cuando su padre la cargó en brazos pero no podía luchar contra la fuerza superior de sus músculos. Giró, pegó y escupió pero su captor se dirigía lento pero seguro hacia la puerta. Elena se agarró a su marco y dirigió una última mirada al cuerpo de Elena. Ésto no podía estar pasando.
Trató de gritar, pero solo salió un chillido ahogado como el de un ratón. Eso era lo que era en verdad, un ratón asustado al cual el gato había atrapado por la cola.
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Fumar mata
Mystery / Thriller¿Qué harías si en un solo día has visto a tres personas ser matadas delante tuyo?¿Y si resulta que una de ellas es tu madre?¿Y si encima todo el mundo cree que la culpable eres tú?¿Y si no te acuerdas de nada del momento de los asesinatos y hasta tú...