Irene y Elena estaban en la habitación esperando las noticias de Kenai, que debía estar en ese momento hablando con su amada.
—¿Estás bien allí dentro?—preguntó Elena utilizando su móvil para hacerse oír en el baño dónde la otra estaba.
Irene sé había encerrado allí hace un rato y no salía. A Elena le preocupaba que le hubiera pasado algo, un desmayo pasajero o vómitos compulsivos.
—Estoy bien, sí. Ahora salgo, solo...un segundo.—contestó al fin.
Elena notó algo raro en su voz y definitivamente pasó más de un segundo hasta que la puerta se abrió liberando a Irene.
—¿Qué te pasaba?—escribió en su pizarra.
Irene tenía la cara roja y llevaba una bolsita en la mano que Elena nunca le había visto.
—Nada, estaba en el baño.
Elena puso los ojos en blanco, ya sabía que estaba en el baño.
—¿Qué llevas en esa bolsa?
Elena sabía que la había visto escribiendo y aún así, se había dado la vuelta haciéndose la despistada para no contestar. Golpeó enfadada la cama hasta que Irene se giró a mirarla.
—¿Pero qué te pasa? Es que ahora no podré estar en el baño más de medio segundo o te tendré detrás de mis talones, molestando.—gritó Irene como una posesa.
Ahora sí que su cara estaba de un color encarnado y le temblaba de furia.
—Mira, yo no pedí estar aquí contigo atrapada. No pedí que me siguieras así que, encima que te lo permito solo porque me das pena, no me toques las narices.
Elena dejó caer la pizarra sin querer. Ésta se rompió en mil pedazos y acompañó a su corazón que reaccionó haciendo soltar agua por sus lagrimales. Ella lloraba sentada en la colcha mientras Irene salía en tromba de la habitación.
—He vuelto, he vuelto. ¿Quién quiere saber qué ha pasado?—se le oía gritar a Kenai subiendo por la escalera.
Irene fue la primera en encontrárselo ya que salía en ese momento. Pegó un portazo que hizo que Kenai se diera cuenta de que algo pasaba.
—¿Qué ha pasado?¿No os habréis enfadado? Hoy es día de amor, no de odio. Make peace, not war.—canturreó con su perfecto acento.
Irene le vió por primera vez desde su enfado y su talante se suavizó un poco.
—No, no entres. No ha pasado nada, supongo. Solo yo.
—Wow. ¿Entonces...?
—Entonces nada. Cuéntame que ha pasado.—pidió Irene mientras se pasaba la mano por la cara en un intento de quitarse el regusto de lo que había dicho hace unos instantes en la habitación.
—Dice que quiere ser mi amiga, que soy muy gracioso.—explotó Kenai, emocionado de poder compartir sus sentimientos.
Irene le miró envidiosa, qué bien le sentaba estar enamorado. Veía la vida más alegre y que suerte la suya de ser correspondido.
—¡Nunca he visto a alguien tan contento de estar en la friendzone!—exclamó la chica.
Iba a alegrarse por él, que ya había hecho suficiente daño por hoy.
—¿Pero qué ha pasado exactamente?
—Nada, hemos estado hablando y ha aceptado tratar de conocernos más. Es mejor de lo que me imaginaba.—suspiró encandilado recordando.
—¿Y eso de solo amigos de momento?
—¡Pero si eso es lo que tú me decías en un principio! Mejor así, poco a poco la tortuga ganó a la liebre.
—¿Y la próxima cita?
—Cuando se acabe el libro. A juzgar por su velocidad, en cinco minutos. Pero me ha dado su número y todo.
Kenai agitó un papel en el que Irene vió pasar fugaces nueve números que simbolizaban ahora mismo todo para su amigo.
—Bueno, bueno. Entonces sí que has aprovechado el tiempo, enhorabuena.
—Lo sé, ahhh, que contento estoy. Voy a contárselo a Elena. Se va a quedar sin palabras.—se rió él solo de su propio chiste y salió corriendo.
Irene ahogó un aviso y le dejó ir. Esperaba que Elena estuviera mejor ahora ella mejor se iba a dar un paseo. Cuanto más lejos mejor.
—Ey, ¿a qué no adivinas qué ha pasado?— abrió la puerta de golpe Kenai, olvidando su "interrumpo algo"
Elena estaba aún llorando pero ahora sostenía contenido de la bolsita de antes en sus manos. Es una aguja y una caja con un potingue que no se atrevió a abrir.
—¿Qué es eso?—preguntó Kenai, cambiando su humor totalmente.
Elena cogió su móvil para escribir, tras contemplar los trozos de su antigua pizarra, y dejó que la voz metálica hablara por ella.
—Creo que Irene se droga.
Kenai abrió tanto los ojos que Elena se preguntó si saldrían volando como el tapón del champán cuando hay mucha presión.
Irene fumaba, ellos dos lo sabían pero les había dicho que intentaba dejarlo. Lo que ellos no sabían era que lo hacía porque le daba miedo que alguien más muriese. No más cigarrillos para atraer a la muerta.
Pero no pensaban que lo sustituiría con algo más fuerte.
—Creo que deberíamos hablar con ella.—dijo Kenai dudoso.
—No creo que tenga ganas de hablar, nos hemos peleado antes.—dijo el móvil de Elena.
Cómo si ella hubiera ayudado a que la pelea pasase. Ella solo quería comprobar que su amiga estaba bien y ahora descubría algo peor.
—Pues de momento lo mantendremos en secreto. Te conseguiré otra pizarra, no te preocupes.—trató de consolar a Elena que trataba por su parte de dejar de llorar.
No era eso lo que le preocupaba a Elena.
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Fumar mata
Mystery / Thriller¿Qué harías si en un solo día has visto a tres personas ser matadas delante tuyo?¿Y si resulta que una de ellas es tu madre?¿Y si encima todo el mundo cree que la culpable eres tú?¿Y si no te acuerdas de nada del momento de los asesinatos y hasta tú...