Irene se despertó molesta. En la habitación había un ruido extraño que no podía ubicar claramente. Fue entonces cuando se dió cuenta de que Elena se agitaba violentamente moviendo el colchón. Se agarraba a las sábanas fuertemente arrugándolas y tenía la cara roja de intentar gritar. El ruido extraño no era otra cosa que lo único que podían articular las pobres cuerdas vocales de la rubia.
—¡¿Qué te pasa?! Dime qué pasa. ¡Despierta Elena!—le pidió entre gritos mientras la sacudía para sacarla del mundo de los sueños.
Elena abrió los ojos de golpe y se levantó para investigar la habitación entre nerviosas respiraciones. En cuanto se cercioró volvió a la cama y se tumbó boca arriba, con las manos en la cara.
—Has tenido una pesadilla.—articuló Irene preocupada.
No sabía a que venía una actitud tan ansiosa y no estaba segura si ya había terminado.
—Era una pesadilla, claro que era una. Mi padre no está aquí, no está.—se repitió en su cabeza aún con el pulso acelerado por el sueño—Solo Irene y yo.
—¿Qué ha pasado?¿Estás bien? Ha sido una pesadilla muy fuerte, ¿no?¿Las sueles tener?—le interrumpió los pensamientos Irene.
Se acercó a ella y le cogió de la mano tendiéndole en la otra su móvil para que le explicase todo. No pensaba irse a dormir hasta que Elena se hubiera tranquilizado y supiera cien por cien segura que nada malo iba a pasar.
Elena fijó su mirada en ella y sonrió sin quererlo. Ahora su padre no formaba parte de su realidad y ella vivía en su propio sueño, el que tanto le había costado conseguir. Ella ya no necesitaba despertar, no le hacía falta descansar. Además, tenía alguien que estaba allí para consolarle cuando irremediablemente las pesadillas le perseguían. Así que envolvió a Irene en una abrazo abrumador, olvidando que hace unas horas se había prometido no volver a hablarle por la discusión.
Irene se sorprendió ante el súbito contacto pero respondió al abrazo inmediatamente.
—¿Entonces...me cuentas?
—He tenido una pesadilla con mi padre.—la voz del móvil no hacía pausas dramáticas pero el contenido de sus palabras ya era suficiente para tener a Irene pendiente de cada una de sus frases—Mi madre se fue cuando yo era pequeña y nunca he tenido hermanos. Mi padre me pegaba todos los días pero yo no tenía fuerzas ni recursos para alejarme. ¿Quién me aceptaría? No tenía a nadie en el mundo.
Sus palabras provocaban un dolor profundo en Irene que le hacía sentir una desilusión por la raza humana.
—En ese momento sí que podía hablar—aclaró Elena—Pero él no me dejaba tener amigos ni nadie que pudiera ayudarme. Estaba aislada así que en cuanto tuve 18 años quise irme lejos. Tuve tres intentos de escape y en los dos primeros me pilló en seguida con su correspondientes palizas.
Elena se pasó una mano distraídamente por la espalda a la vez que el móvil leía esas palabras. Irene no lo sabía pero ella tenía una gran cicatriz allí. No producida por un accidente, eso estaba claro.
—Por ese entonces ya había acabado la carrera y seguía sin nadie en quién confiar. La tercera vez que intenté escapar se enfadó como nunca le había visto. Fue entonces cuando pasó. Me pegó hasta que estuve exhausta y justo cuando esperaba que todo hubiese acabado porque no aguantaba de pié ni un segundo más anunció que iba a conseguir que nunca le denunciase. Sacó una botella de un ácido innombrable y la abrió. En ese momento me desmayé.
—¿Y eres muda por eso?¿Tu propio padre te dió un ácido para dejarte sin poder hablar de por vida.—se escandalizó Irene.
—Estaba muy enfadado. Además, acababa de descubrir que yo era lesbiana y eso no le sentó nada bien.—Elena lo acompañó con un encogimiento de hombros—Siempre ha sido un imbécil.
—Y que lo digas—concordó Irene—Sin ánimo de ofender, que es tu padre.
—Da igual que lo sea, eso no quita lo que hizo. Igualmente, me tuvo que llevar al hospital tras la última paliza—continuó Elena—Estaba cerca de la muerte y un cadáver habría sido muy difícil de esconder para mi padre y así que solo dijo que yo me había metido en una pelea callejera. A pesar de las heridas, ese fue su fallo. Escapé del hospital ya que no podía tratarme mal delante de los médicos. Ahí fue cuando empecé a viajar haciendo autostop hasta que me recuperé. Pregunté a expertos acerca de mis cuerdas vocales, de si podría algún día volver a hablar pero no estaba claro. Yo no sabía si me padre me había echado de verdad el ácido o si era solo por el trauma y no podía someterme a ninguna prueba sin dejar una huella enorme de mi paso.
Irene asintió, sintiendo el dolor de Elena como si fuera el suyo.
—Entonces, ¿sigues sin saberlo?
—Sí, poco después ya me crucé contigo—terminó la voz metálica mientras Elena le sonreía a su amiga.
—¿Y con qué es lo que has soñado hoy?¿Con él?
—He soñado que volvía.
—¿Y por qué hoy?¿Porque te has acordado de hoy?
Elena dudó antes de escribir la respuesta pero si Irene quería la verdad, la tendría.
—Las peleas me recuerdan a él.
Irene relacionó los hechos y se dió cuenta de lo que eso significaba. Se llevó la manos a la boca y deseó que le tragara la tierra.
—No, no... No puede ser. Dios, lo siento tanto, Elena. De verdad, soy una persona horrible. Es imposible que me perdones por esto.
—Sabes que no creo en los imposibles.
Irene sonrió.
—Mira, si te sirve de consuelo mi madre me mataría si subiera que soy bisexual también así que estamos medio en tablas. Yo tampoco tuve una gran infancia pero siento mucho la tuya.
"Batería baja. Apagando" anunció el móvil de Elena cuando ella iba a responder. Sin el móvil y sin su fiel pizarra ya no podía comunicarse pero las palabras en realidad ya no hacían falta entre ellas.
Elena señaló con la cabeza el cajón donde estaba la aguja e Irene se sorprendió.
—Vale, o sea que ya lo sabe—pensó mientras se ruborizaba de vergüenza.
—Elena, no te preocupes. Mañana hablamos de eso, lo que necesitas ahora es dormir. Tu duerme, yo cuidaré de que no venga nadie.
Irene sonrió y se acomodó sobre Irene. Tenía mucho sueño así que no notó como la chica le acariciaba el pelo suavemente mientras dormía.
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Fumar mata
Misteri / Thriller¿Qué harías si en un solo día has visto a tres personas ser matadas delante tuyo?¿Y si resulta que una de ellas es tu madre?¿Y si encima todo el mundo cree que la culpable eres tú?¿Y si no te acuerdas de nada del momento de los asesinatos y hasta tú...