Capítulo 11

5 2 0
                                        

Ras, ras, ras.

Noa rasgaba tiquet tras tiquet mientras por sus ojos desfilaba una corriente interminable de caras sonrientes. La mitad para ella y la otra para el visitante como prueba de su pago. Rasgar, tirar y devolver, algo mecánico que se volvía tedioso. Ningún cambio, nada diferente y ella por dentro sufriendo. Necesitaba algo que revolucionara esta producción en cadena que desencadenaría en su locura.

Plonc, se había caído algo que pesaba más que un simple tiquet de papel. Era un libro que ahora yacía en el suelo, solo y desesperado pidiéndole ayuda. 

Noa no podía creérselo, era el tercer libro de la saga que ella se estaba leyendo. Le pareció ver a alguien correr pero estaba más centrada en el ejemplar que acababa de aparecer. El sueldo de vendedora de entradas para la catedral no daba para mucho y llevaba demasiado tiempo tratando de reunir dinero para poder leerlo. El segundo tomo había terminado con uno de esos finales que dejan todo en el aire y ya no podía aguantar sin saber que había pasado. A pesar de sus ganas, el libro no era suyo y paró momentáneamente el movimiento de tiquetes para preguntar quién lo había dejado caer. Alguno dijeron que no habían sido ellos, otros que nadie que había nacido de la misma tierra y una niña pequeña que había sido una sombra enorme pero que parecía muy maja.

En poco, los turistas se quejaron de que la velocidad de la cola había pasado de lenta a interminable y Noa no tuvo otro remedio que volver a su trabajo dejando a un lado su compañero de hojas.

Rad, mirada, ras, mirada, mirada. Ahora cada rasgueo de tiquet estaba acompañado de una mirada preocupada hacia el libro para cerciorarse de que seguía estando ahí. No era suyo y, desde luego, no sé lo podía quedar pero no pensaba dejarlo irse tan fugazmente como había venido.

Por fin fue la hora de la misa y Noa tuvo su merecido descanso ya que los vistantes no podían estar pasando mientras el oficio. Se sentó en la fuente de enfrente y acarició el libro lentamente. Lo dejaría en el cajón de objetos perdidos, solo quería echar un pequeño vistazo, solo leer un par de frases...

Un papel cayó revoloteando y Noa lo salvó de caer al agua dudando si es que hoy se había metido en un cuento de hadas sin darse cuenta. El papel era de un tal Kenai.

—Amada Noah.—comenzó a escribir Kenai leyendo en voz alta para que Irene pudiera dar su opinión.

—Amada es muy fuerte, mejor querida, ¿no?

—Pero es que lo que yo siento es muy fuerte.—se quejó Kenai—Bueno, tampoco quiero asustarla.

Escribió un par más de frases las cuales parecieron satisfacer a Irene y las dejaron sin retocar.

—¿Qué le digo ahora?¿ Que quiero salir con ella?

—Salir con ella como novios ya no, que no sabe cómo eres. Tan solo si quiere tomar un café contigo o algo más casual. Tienes que darle la oportunidad de que te rechace y lo hará si vas muy rápido. Ten en cuenta que no sabía que existías hasta que empezó a leer la Q de la primera línea.

—Pues un batido que es más dulce, como ella. 

—Madre mía, estás fatal. El amor te ha lavado el cerebro, ¿eh?

—Ya te pasará, no te rías de mí y ayúdame con el final. ¿Cómo termino?

—Dile algo gracioso para quitarle un poco de importancia a la carta y después di com cariño y firma. No es tan complicado.—contestó ufana Irene.

—Bueno, bueno. Todo desde fuera parece más fácil que tú no eres capaz ni de acercarte a Elena sin ponerte nerviosa.

—Eso es mentira. Elena y yo solo somos amigas.

—Tú dale tiempo.—se rió Kenai muy seguro de lo que decía.—Oye, ¿y qué pasa si me dice que no?

—Pues un poco de llorar un poco de olvido y de vuelta a la vida, hijo. Lo siento, ojalá no te pase pero así es el amor.

La carta final se leía así, pasada a limpio y con la mejor letra de Kenai:

"Querida Noa,

No me conoces pero no te preocupes, yo a ti tampoco. Sin embargo, eso no ha evitado que me haya enamorado de ti cómo un tonto. No me pidas que explique el cómo ni el porqué pero quizás puedo tratar de hacerte entender el cuándo. Fue un día cualquiera en que visité la catedral y tuve la suerte de verte. A pesar de que pasan por delante tuyo miles de personas cada día no paras de decirle a ninguna de ellas un simple pero perfecto gracias. Gracias a ti por ser así, que alegras un poco el día a la gente solo con tus modales.

He estado pensando un largo tiempo en ti, pensando que debería hacer algo pero sin atreverme a hablarte. Te prometo que no soy tímido, por mucho que lo pueda parecer no stalker, por mucho que puedas pensarlo también. ¿Qué te parece un batido en el café Quintana mañana a las 5?

Si no quieres tan solo no vengas y yo lo aceptare. Si me das una oportunidad estaré ahí esperando poder conocerte al fin. Si no puedes, dejale un mensaje para mí  al camarero que es mi amigo y ya buscaré una forma de comunicarnos. 

Espero no defraudarte, ya nos vemos.

Con cariño, 

Kenai

PD: Espero que te guste el libro, un pequeño regalo de bienvenida a mi club de amigos. :)"

Una pequeña carita adornaba el final y Noa sonrió también. No podía pensar en lo mono y raro que era esto. Lo leyó varias veces riéndose en las partes que debía y se sorprendió esperando también no defraudarle a él.

Sí que le apetecía un batido.


Fumar mataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora