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Jiwon lloraba porque pensaba que había asustado a Jimin, decía que nadie iba a querer a alguien tan rara como ella. Yo le había explicado que esa no era la razón, que el único problema aquí era que él era un idiota. Para calmarle, me tumbé a su lado, abrazándole lo más fuerte que podía sin llegar a hacerle daño. Aunque el daño ya se lo habían hecho y no había sido yo. En el fondo estaba feliz que aquello no hubiera llegado más allá de mensajes estúpidos entre los dos, estaba feliz de haber visto a Jimin con otra chica por la universidad, estaba tan feliz de ello, que vine y se lo expliqué todo a Jiwon lo cual, poniéndolo así, quizá me convertía en un idiota también.

Y así, sintiéndome como un idiota, me quedé dormido en sus brazos y ella en los míos. A decir verdad, éstos días más que nunca, comenzaba a sentir que sólo en sus brazos podía dormir tranquilo, porque sabía que ella estaba bien, que estaba conmigo, a mi lado, bajo mi protección y que nada le había pasado.

Nos quedamos así hasta que un fuerte ruido nos despertó. Era la puerta de su casa cerrándose. Se levantó exasperada, como si le hubieran despertado del mejor sueño del mundo, con la peor noticia posible. Con los ojos bien abiertos por el susto, me miró sin saber bien qué hacer. Era su padre, que había llegado a su casa y al que no le haría ni una pizca de gracia el encontrarme a solas con su hija. En realidad le daba igual que le pasara o lo que hiciera Jiwon, sólo buscaba más excusas para pegarle.

  — Pase lo que pase, no salgas, ¿vale?— pidió mientras me empujaba hacia el enorme armario empotrado que tenía.

Y sin más, como un tonto, me quedé encerrado en una situación que aún, hoy en día, quisiera borrar de mi memoria.

"Pase lo que pase no salgas" me repetí al ver que el padre de Jiwon había llegado borracho y le gritaba por dios sabe qué.

"Pase lo que pase no salgas" me repetí cuando la vi temblar a través de la puerta de su oscuro armario, parada con tanto miedo delante de un hombre que le sacaba dos cabezas.

"Pase lo que pase no salgas" me repetí cuando se dio el primer golpe.

Cerrando los ojos tan fuerte como podía, a la misma vez que apretaba mis orejas con mis manos intentando que ningún ruido llegara a mis oídos, así mismo me quede. Como un cobarde, como un idiota que no podía ayudarle, como el tonto encerrado en el armario de su habitación.

Pasado un tiempo, la puerta se abrió y entre lágrimas, la pequeña agobios entró escondiéndose a mi lado. Cerró la puerta y como pudo se acomodó a mi lado dejando que las lagrimas cayeran por sus mejillas de nuevo. Toda su situación me atormentaba, porque no podía ayudarle, no podía hacer absolutamente nada por ella. 

Quería que sus lagrimas cesaran, no sabía qué más hacer y de la nada, las palabras de Park JImin me llegaron a la cabeza. Con lo cual sin prisas y con miedo de asustarle, posé lentamente -ante su atenta mirada- mis labios con los de ella. Podía sentir el sabor de la sangre que brotaba de su labio inferior pero poco a poco, cuando ella, rendida a mis caricias, se dejó besar, me di cuenta de que ese era el beso más dulce que alguien jamás me había dado. Yo no llevaba las riendas en éste beso, sino que era ella la que me guiaba a mi.

Dejándome casi sin respiración, se apartó de mis labios para bajar a mi cuello, donde dejó húmedos besos los cuales me removían por completo del lugar y hacían que temblara. Cerré los ojos e intentando entrar en razón, paré todos sus actos abrazándole. Paré todo aquello antes de que llegara a algo más, pues yo al igual que ella sabía como podía acabar todo y estaba asustado, muy asustado. Al final Park Jimin tenía razón, al final no era más que el mejor amigo que esperaba, quizá, ser algo más.





Que tengan un buen día,

Sandy.


Blue.》Kim Namjoon.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora