Capítulo 6

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Me desperté, como todos los días, a las nueve. Hoy me duché más rápido, bajé al salón y abrí la nevera. No tenía nada, debía comprar comida pero nunca disponía del tiempo suficiente.

Salí de casa y toqué la puerta de Marcos. Me abrió con el pelo alborotado, y los ojos rojos. Llevaba un pijama de cuadros azules, y el torso desnudo.

-¿Si?-dijo frotándose un ojo.

-Vengo a desayunar.

-¿Qué?

-¿Tus neuronas todavía no se han despertado? Déjame pasar-dije echándole a un lado y entrando en su piso.

-¡Eh!-dijo desde la puerta. Me dí la vuelta y empecé a reírme.

-¿Qué pasa?-dije divertida.

-Tú me dirás.-dijo poniendo las manos sobre su cara y frotándosela.

-Relájate, sólo vengo a desayunar.

-¿Te invité ayer o...?-dijo confundido, con las cejas arrugadas.

-Me he autoinvitado al ver esta mañana mi nevera.-fui a la cocina y abrí el frigorífico. Cogí el cartón de leche y fui al salón.-Oye, ¿dónde tienes las galletas y demás?

-En ese cajón de ahí arriba-dijo señalándolo. Se sentó en el sofá y puso la televisión.

Entré en la cocina y rebusqué en el armario. Cogí galletas, cacao y unas tostadas de trigo. Volví al salón y lo dejé todo en la mesa, aparte de dos tazones.

-¿No desayunas?-dije a Marcos, quien estaba sentado en el sofá viendo la televisión.

-Si, si, claro.-se levantó y se sentó en la silla. Fue a la cocina, abrió la puerta del armario de la derecha y cogió una bolsa que supuse que era de galletitas o derivados. Se sentó en la mesa y lo abrió con unas tijeras que previamente había cogido.

-¿Qué es eso? ¿Son cereales?-dije intentando leer el nombre del envase.

-No, son quicos. Siempre me los echo en la leche. Están riquísimos.-dijo empezó a echárselos en el tazón y comiéndoselos, haciendo el ruido característico.

-Si tú lo dices... Prefiero la leche con cereales-los dos reímos.-¿Qué vamos a hacer hoy?

-Pensé en llevarte de paseo, no sé. ¿Adónde quieres ir?

-Bueno, contando que en media hora tengo que irme a trabajar y tardo como 20 minutos en llegar andando, en lo único que pienso es en desayunar rápido.-reímos.

Me levanté y recogí mi taza. La lavé y la coloqué en el armario. Marcos entró a la cocina y se apoyó en la encimera, justo detrás mía.

-¿Qué tal la vida en Madrid?-me preguntó. Me dí la vuelta para mirarle a los ojos.

-Monótona.

-Venga ya, si llevas que, ¿dos días?

-Cinco-dije mirando a la nada.-Estoy deseando que llegue mañana.

-¿Y eso? Venga, te acompaño hasta el trabajo y me lo cuentas.-subió corriendo las escaleras y en menos de un minuto estaba vestido y peinado.

Salimos a la calle, hacía un calor terrible. Tomé aire y coloqué mis ideas antes de hablar.

-¿Y bien?-preguntó Marcos impaciente.

-Mañana empiezo la universidad.

-¿Ah si? ¿Qué vas a estudiar?

-Quiero ser profesora de inglés; filología inglesa. ¿Tú no vas a ir a la universidad?

-Yo tengo un máster en ingeniería, cumplí mi condena en el infierno.-dijo riendo.

-Gracias por los ánimos-él rió-¿Y no trabajas?

-No, me gusta más vivir libre, sin ataduras. No me gusta una actividad tan banal como el trabajo, yo soy un espíritu libre y no quiero estar atado a algo que no me gusta hacer por un simple puñado de dinero, que en realidad no sirve para más que para comer y poco más.

-¿No comes?-dije riendo, ya que según él, no trabajaba.

-Si, claro que si-rió- Tengo un trabajo, cuido a los niños del vecino. Me encantan los bebés.

-¿Ah, si? No los he oído nunca, la verdad es que no me he parado a conocer a los vecinos. Sólo a tí.

Reímos y fuimos en silencio hasta la plaza en donde estaba mi puesto de trabajo en silencio.

-Hemos llegado-dije con un suspiro.

-¿Trabajas aquí?-dijo señalando la tienda en la que iba a pasar toda la mañana.

-Si, ¿por qué?

-Por nada, es sólo que esta tienda es del padre de mi mejor amigo.

-Oh, ¿quiéres que le dé recuerdos?

-No, tranquila. Seguramente le vea esta tarde. Bueno, te dejo. ¡Adios!

Me despedí de él y se fue a la carrera, seguramente tendría que cuidar de los pequeños del piso de arriba.

Entré en la tienda, Mario se encontraba ordenando unos CD's de una caja del almacén.

-Lo siento Mario, llego un poco tarde.

-Tranquila, llegas cinco minutos tarde. Bueno, ¿con ganas de trabajar?

-Muchas-dije riendo-Recuerda que a partir de mañana vengo por la tarde.

-Si, por supuesto. La universidad, ¿no?

-Exacto, estoy muerta de miedo.

-Tranquila, mi hijo mañana también empieza el segundo curso, y dice que no es tan malo como lo pintan, no te preocupes-dijo sonriendo y levantándose.-Te dejo aquí, ¿vale? Tengo que ir a ayudar a mi hijo a hacer unos recados. ¡Suerte!

Antes de despedirme, ya se había ido dejándome sola en la tienda. Poco tardó en llegar una mujer con su hija pequeña. Ella fue a mirar las muestras de CD's y la niña se quedó mirándome.

-Me gusta tu pelo-me dijo con su voz dulce e inocente.-El azul es mi color favorito.

-El mío también-la dije con una sonrisa. Metí la mano en el bolsillo y me agaché para estar a su altura.-Toma, un caramelo para tí.

Se le iluminaron los ojos y me dio las gracias. Fue a enseñárselo a su madre y se lo comió con una sonrisa. Qué facil es todo cuando se es pequeño.

La mujer caminó hacia el mostrador y me enseñó el CD. Fui a por el almacén y, en menos de un minuto, volví al mostrador con su disco. La mujer pagó y, mientras se dirigían a la salida, la niña me despedía con la mano.

La mañana transcurrió tranquila, hubo bastantes clientes pero no mucho alboroto. Algunos niños jugaban en la plaza, los miraba desde dentro de la tienda, se les veía tan felices.

Un chico entró en la tienda con unas bolsas de la mano. Me miró riéndose y puso las bolsas en el mostrador.

-Buenos días.-me dijo Marcos pasando la mano por mis ojos.

-¿Qué haces aquí?

-Vengo del supermercado, de hacer la compra. Sólo vengo a decirte que te pases por mi casa luego.

-¿Y eso?

-Porque te he hecho la compra, ¿recuerdas que no tenías comida?

-Pues me salvas la vida-suspiré aliviada-Luego te lo pago, ¿vale?

-De eso nada, esto va por cuenta de tu vecino favorito-rió.-Bueno, te dejo sola que hay helados y se descongelan.

-Gracias-dije con una sonrisa.

-¿Ni siquiera un abrazo?-le miré con una ceja levantada-No sé, te he hecho la compra, te hago una visita...

Salí del mostrador riendo y agitando la cabeza y le dí un fuerte abrazo. Me despedí de él y, media hora más tarde, cerré la tienda.

Miré un poco el móvil sentada en un banco y recordé que tenía que ir a casa de Marcos. Me levanté y me dirigí a nuestro bloque de pisos, a por mi preciada comida.

Un mirador con vistas al infinitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora