Capítulo 16

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-Hay mucha paz.

Estábamos sentados en el sillón, Blas sujetaba mi mano haciendo pequeños masajes en la palma.

-Se está perfecto, y más con buena compañía.

-Eres un enamoradizo.

-Sólo de ti.

-¿Y por qué me quieres?

Me senté de lado y le miré, con una amplia sonrisa. Vamos a jugar Chiqui.

-Por muchas cosas.

Le miré con cara de "eso no basta" y sonrió, mirándome.

-¿Qué quieres? ¿Que te suelte un rollo así sobre la marcha?

Asentí divertida y suspiró riendo conmigo.

-Te quiero porque eres la única que me ha aguantado durante estos casi 4 meses mis tonterías, la que me ha sacado una sonrisa cuando estaba deprimido. Es verdad la frase, "no sabes lo que tienes hasta que lo pierdes". Esos dos meses que estuve fuera, te extrañaba mucho, cada noche miraba tu perfil de twitter haber si había alguna novedad, pero sólo subías fotos con Paula y Marcos, y eso me preocupaba mucho. Todos los días me preguntaba si estarías bien, si habías entrado en su maquiavélico juego de engaños y venganza, o en si todavía seguirías libre.

-O sea, que me espiabas.

-¿Es con eso con lo que te has quedado? De verdad que eres increíble.

-Está bien, pero no todos los días puedo decir que mi ídolo miraba mi twitter cada noche.

-¿Ah si? ¿Soy tu ídolo? ¿Por qué?

-No seas malo...

-Entonces me tienes que decir por qué me quieres.

-¡No vale copiarme!

-Nena, en el juego todo vale. Venga, eres escritora, ¿no? Demuéstrame tu capacidad de improvisación.

Suspiré mirándole con cara de asesina y empecé. Esperaba que se me ocurriera algo de nivel.

-Porque eres mi mitad, mi persona favorita, eres eso que jamás creí que existía hasta que te ví por primera vez, porque tú eres mío y yo soy tuya, y de nadie más. Y al que no le guste, que se joda, porque tú, Blas Cantó, eres y serás mío a partir de ahora. Porque te quiero más que a mí misma.

Me sorprendió con un beso y se separó de mí, riendose.

-Me encantas.

Estuvimos así un rato, hablando de todo y nada, diciendo tonterías sin sentido y, a veces, hablando de nuestros locos amigos.

-Blas, me tengo que ir a trabajar...

-¿Puedo ir contigo? Yo aquí solo me aburro.

-Pues claro tonto. Me cambio y nos vamos, ¿vale?

Asintió y subí corriendo. Me puse una falda negra de flores, me hice una coleta con mi largo pelo azul y me puse una camisa blanca con un collar de color oro. Para rematar, me puse unas manoletinas negras y nos fuimos andando, ya que todavía quedaban 20 minutos para entrar.

Entramos en la tienda, su padre ya estaba allí descargando discos de una caja de cartón y colocándolos en las estanterías. Lo saludamos, Blas le dio un abrazo y le dedicó una sonrisa.

Él se fue y Blas y yo nos quedamos, atendiendo a los clientes. Bueno, más bien yo atendía. Él sólo hacía el tonto por toda la tienda.

Dos horas después, se sentó en una silla y se estuvo quieto por un segundo.

Un mirador con vistas al infinitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora