Entré en casa, quería darme una ducha rápida y luego estar con Blas.
-Hola Blas, sé que llego tarde pero me encontré con Carlos y estuvimos charlando.
Sólo se oía el silencio sepulcral de una casa solitaria, vacía de vida. Avancé con sigilo bajo el chasquido de las maderas bajo mis pies, sólo escuchando el sonido de mi corazón desvocado y el aire entrar y salir en mis pulmones.
-¿Blas? ¿Estás ahí?
Subí las escaleras despacio, agarrándome fuertemente a la barandilla, escalón a escalón.
Inspeccioné cada habitación con riguroso detalle, no veía nada. Al menos, nada sospechoso.
Bajé otra vez, todavía conservando mi paso felino. Miré el salón, los baños... Nada. Me asomé a la cocina, miré en la parte de pared donde estaba la lavadora. Nada.
Suspiré aliviada y salí de la cocina. Se le habría olvidado decirme que salía.
Grité lo más fuerte que pude cuando alguien me cogió de la cintura con una mano y con la otra me tapaba la boca. Reuní todas mis fuerzas y le mordí, provocando un alarido de dolor por su parte. Le propiné un puñetazo en el estómago y cayó de rodillas, jadeando.
-¡Oh, dios mío!
Blas yacía de rodillas en el suelo, luchando por poder respirar. Espera, ¿se estaba riendo? Sí, de verdad se estaba partiendo de la risa.
Me arrodillé a su lado y le sujeté el cuello, tumbándole. Le indiqué que tenía que respirar hondo, y no subir la cabeza. Después de unos minutos, recuperó su color natural, más sano.
-Dios, ¡lo siento, lo siento, lo siento!
Le abracé mientras él reía.
-No pasa nada, tranquilízate.
Se sentó en el suelo y me sonrió, aunque notaba que le dolía.
-Ven, voy a tumbarte en la cama.
Se levantó con mi ayuda, y fuimos hacia las escaleras.
-¿Sabes? En realidad, me gustaría comer algo.
Le di un beso en la nariz y fui hacia la cocina, a preparar unos sándwiches de jamón york y queso. Fui al salón y me tiré en el sillón, a su lado. Le di el suyo.
-Esther, quería preguntarte algo.
Asentí con un "adelante" y suspiró.
-¿Qué somos?
Dijo mientras daba un mordisco a su bocadillo.
-Bueno, esto, yo... ¿Por qué lo preguntas?
-Bueno, hoy me ha llamado Dani y hemos estado un rato charlando. Me ha preguntado qué éramos y no sabía responderle.
-Esto... No lo sé.
Suspiré y miré hacia el suelo. ¿Qué debía decir?
-Esther, no sé qué estás pensando, pero sé que estás confusa. Cuando lo estás, bajas la cabeza, miras hacia el suelo o una pared, y no puedes mirarme a los ojos. También sé que te estás ruborizando, siempre lo haces.
Maldito sea, tenía razón. Notaba la sangre correr por mis mejillas.
-Ahora me estás maldiciendo en voz baja. Cuando te enfadas o estás disgustada, tus ojos se vuelven de un verde más oscuro, y no me puedes mirar más de quince o veinte segundos seguidos. Esther...
Me cogió del hombro y me obligó a mirarle.
-¿Ves? Ahora tus ojos están de un verde oscuro. Entiendo que no me puedas contestar ahora mismo, me pongo en tu situación. Ojalá pudiera saber lo que se cuece en esa cabecita tuya. Piensa si quieres ser mi novia y cuando lo sepas, me lo dices.
Se inclinó y me besó la frente. Qué dulce.
-Sí. Quiero decir... Nadie me conoce más que tú, me lo acabas de demostrar ahora. Creo que... Te quiero, sí, te quiero Blas.
Me miró anonadado y esbozó una sonrisa. Me cogió al vuelo y me levantó, dando saltos de alegría.
-¿Es oficial?
-Es oficial.-sentencié.
Nos miramos a los ojos y sonreímos, llenos de gracia.
-Siento haberte pegado, de verdad que no era mi intención pero al no verte pensé que Marcos te... Había hecho algo y... Lo siento, de verdad.
Negó y me acarició el rostro, dulcemente.
-No pareces enfadado.
-No puedo enfadarme contigo.
-Tengo mi propia teoría. Tú cuando estás confuso eres totalmente diferente. Nunca miras a un punto fijo, siempre a todos lados. Se pierde esa chispa que tienes en los ojos y mueves las piernas todo el rato, arriba y abajo. A veces, te muerdes la uñas o, simplemente, revisas cada tejido de tu pantalón.
-Eres fascinante.
Atrapó mi cara entre sus manos y me besó.
-No dejaré que nadie te haga daño, ni un segundo. No lo permitiré.
Le cogí de las manos y cerré los ojos.
-¿Qué haría yo sin ti?-dije, entre suspiro y suspiro.
-Lo mismo que ahora.
-¿Qué dices? Mi vida sería completamente diferente si tú no estuvieras. No sería ni la mitad de feliz, no estaría aquí, contigo, dándote de la mano. No podría despertarte poniendo la música a todo volumen y luego darte un beso en la nariz para que no te enfadaras mucho. Tú estarías no sé dónde, a lo mejor con tus amigos, yo sería una Auryner más y mis mensajes se perderían por tus interacciones. Nada sería lo mismo, Blas. Mi corazón no latería tan fuerte, mis ojos no tendrían ese brillo que deslumbra felicidad y pasión, y mi ambición de vida no sería tan fuerte. Eres demasiado.
Me cogió entre sus brazos y me abrazó, muy tiernamente.
-Se nota que eres escritora, has conseguido emocionarme.
-Porque eres un sensiblón.
-O será porque te quiero.
-Puede ser. ¿Te parece que vayamos a casa de Paula? Me parece que todos están allí.
-Claro, vamos. ¿Tu coche o el mío?
Dejé que condujera mi coche, sabía que le encantaban los minis y a mí no me importaba en absoluto. En menos de quince minutos, estábamos subiendo por las escaleras.
Creo que se le cruzó un cable, porque se dio la vuelta y me cogió de las manos, con la duda en sus ojos.
-Esther, ¿crees que deberíamos contárselo? Quiero decir, ya sabes cómo son. Nos van a pedir rigurosos detalles, y no me apetece contar toda la historia de Marcos. Por lo menos, hoy no.
-La verdad es que yo tampoco quería, me estaría toda la noche pegada al teléfono con Paula contando todo lo que había sucedido. Y yo quiero estar contigo, señorito Cantó.
-Y yo contigo, señorita Cantó.
Parecía música para mis oídos. Me cogió e, indicando que no hiciera ruido, nos escapamos en el coche camino a su casa de nuevo. Nuestra casa.
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Un mirador con vistas al infinito
Romance¿Y si todo cambia? ¿Y si tu vida da un giro de 180° cuando menos te lo esperas? Esther es una chica problemática, pero cuando conoce a Blas, su vida cambia completamente. La pregunta es: ¿Cambia a mejor? ¿O a peor? Sólo tienes que leer para averigu...