Capítulo 30

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"-No tengas miedo-susurró- No voy a hacerte daño.

Me acarició la cara, pero me deshice de su agarre.

-¿Por qué, Blas? ¿Por qué me hiciste eso? ¡Querías matarme!

-Tranquila, no voy a hacerte daño. Te quiero, Esther."

Me desperté insultando por lo bajinin. Estaba sola en la cama, ¿Y Álvaro? ¿Había sido él también un sueño?

Me deshice de las mantas y caminé hasta el salón; Álvaro estaba fregando el suelo.

-¡Esther! Buenos días, ¿sabes cuánto hemos dormido? Casi 12h, ¿te lo puedes creer? Parecemos unas marmotas.

-He soñado con Blas...

Me toqué la frente, estaba confusa.

-¿En serio? Pero.... ¿Qué ha pasado?

-Me dijo que me quería. No importa, da igual.

Escurrió la fregona en el cubo mientras ponía una mueca de horror.

-¿Eres... Un... Chacho?

Empecé a reírme y me miró indignado.

-Encima que friego el suelo... Siéntate, he hecho unas tostadas con mermelada.

-Vaya, a Paula realmente le ha tocado la lotería.

-Exageras.

-No, no exagero. ¿Sabes? A mí nunca me han hecho el desayuno.

-Un honor ser el primero.

Reí como una loca cuando hizo una reverencia delante mía e hizo que se daba un golpe con la mesa.

-Tenemos que comprarte ropa, llevas la misma de ayer.

-Esther... No quiero que te preocupes por mí.

-¿Por qué?

-Te acaban de secuestrar, has perdido a tu pareja porque sólo te querían por el dinero... Esther, te quiero, pero no te puedo ver ese estado. Pareces fuerte, que no te importa, pero te importa y mucho. No te hagas la dura.

Sin darme cuenta, empecé a sollar mientras él me abrazaba.

-¡Es verdad! Sólo quiero que no me importe, intento olvidarlo, ¿vale? Pero es duro, pretendo distraerme con otras cosas pero es imposible. Tienes razón, Álvaro. Soy débil como un puto cristal desgastado.

Él no sabía qué decir, tan sólo acariciaba mi pelo mientras me hacía callar.

-Quiero ver a Marta.

Él sólo asintió y nos fuimos. Llegamos en poco más de 10 minutos, la casa de mis tíos estaba bastante cerca de la nuestra.

Entré a la casa, pero no esperaba encontrarme con ella en el pasillo.

-¿Esther?

Corría abrazarla y la subí para arriba. Cuando la bajé, se acercó a Álvaro.

-Hola, yo soy Sonsoles, la prima de Esther. Pero puedes llamarme Sonso. Vaya, sí que eres guapo.

Él se rió y me miró.

-Oh, perdón. Sonso, este es Álvaro, mi novio.

Me cogió del brazo y se acercó a mí.

-¡¿Estás saliendo con Álvaro de Auryn?!

-Si, y calla que nos va a escuchar.

Dije casi riendo. Esta chica era un caso.

Cogí a Álvaro de la mano y subimos a la habitación, pedí a todos que nos dejaran solos y me acerqué a Marta, arrodillándome a su lado y tocando su frente.

-¡Esther!

-Hola pequeña, ¿cómo estás?

-Bien, la tía dice que me estoy curando. Ya casi no me duele nada. ¿Qué te ha pasado en las muñecas?

Decía mientras me acariciaba las cicatrices de las cuerdas del secuestro.

-Verás, yo conocí a un chico malo, que sólo me quería para robarme. Y me secuestró, pero conseguí escapar con su ayuda y la de sus amigos.

Por supuesto, me estaba refiriendo a Álvaro. Ella me abrazó.

-No quiero que te pase nada.

-Mañana te vengo a ver, ¿vale? Tengo que ir con Álvaro a ver ropa.

-¿Sois novios?

Los dos nos miramos y nos reímos por la ocurrencia de Marta. Era muy lista.

-Si, somos pareja peque.

Ahora había contestado él. Sabía que a Álvaro le encantaban los niños, y a Marta le caía bien todo el mundo. Se iban a llevar realmente bien.

Ella sonrió y me guiñó un ojo. Nos fuimos, no sin antes darla un beso en la frente de despedida.

-Tu prima Marta es realmente adorable. Y un poco sabionda.

Empezó a reírse y salimos del portal. Le cogí de la mano y le arrastré hasta el Bulevar, donde estaban casi todas las tiendas de ropa de Ávila que merecían la pena.

-Me gustan esos vaqueros.

Decía mientras salía del probador. Llevaba unos vaqueros ajustados, pero no llegaban a ser pitillos.

-¿No crees que son un poco ajustados?

-No, te quedan genial. Espera, no te muevas de aquí. ¡Y no te quites los pantalones!

Salí del pasillo de los probadores y fui por en medio de la tienda, buscando algo idóneo para Álvaro. Después de mirar todas las perchas, volví corriendo a los probadores, en los que él esperaba apoyado, silbando y golpeando el pie contra el suelo.

-Toma, pruébatelo y no preguntes.

Cogió la ropa y entró, resoplando.

-¡Vaya! ¡Estás espectacular!

Salió riéndose y se apoyó con un hombro en el marco, mirándome y subiendo una ceja.

-No me mires así, tus zapatillas blancas estaban para tirar.

Seguía mirándome igual.

-Estás muy guapo. ¿Qué me miras?

Empecé a reírme, pero él seguía sin moverse.

-Estaba pensando... En que has traído muy poca ropa. He visto una tienda hay fuera, podríamos...

-¡Oh, no! Álvaro, no necesito más ropa. Venga, cámbiate.

Se metió para cambiarse, y después de darme la ropa e ir a ponerse la suya, mientras fui a pagar.

-¡Eh! ¿Qué crees que haces?

Decía Álvaro acercándose a mi mientras guardaba el monedero en el bolso.

-Toma, tu ropa. ¿Dónde decías que quedaba la tienda esa? Quiero ver algo...

Me dio una suave colleja y cogió mi mano, riéndose.

-Creo que eres la única mujer que tarda poco en comprar ropa. ¡Pensaba que íbamos a tardar dos horas!

Nos habíamos sentado en una terraza, estábamos tomando un café, y además nos habían dado unos bizcochos y unas pastas.

-Además, tardo poco en arreglarme.

-¿Tienes algo malo?

Bufé.

-Muchas cosas.

-¿Cómo qué?

Iba a contestar, pero empezó a sonar "Up In The Air" de Thirty Seconds To Mars, mi tono de llamada.

-¡Eh! ¡Eh! ¿Esther? ¿Qué te pasa?

Deslicé mi móvil por la mesa para que mirara la pantalla.

-Blas.

Dije, con la voz de desprecio que más había mostrado en la vida.

Un mirador con vistas al infinitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora