Capítulo 24

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(Perdón si es corto, pero quiero extender un poco más la temporada para que no acabe tan pronto. ¡Gracias por leer!)

Se fue dándome la espalda y me quedé helada, en medio de la pista mientras Carlos me abrazaba.

-¿Paula? ¿Estás bien?

Decía mientras me cogía de los hombros.

-¿Quién era? ¡Joder Paula, responde de una vez!

-Marcos.

Sentencié. Se le cayeron las manos de mis hombros y suspiró, derrotado.

-No deberías haber venido. Sabías que podía pasar cualquier cosa pero te ha dado igual. ¿Qué te ha dicho?

-Quiero irme a casa, Carlos.

- Reponde primero.

-He dicho que quiero irme a casa, ¿vale?

Suspiró y tiró de mi brazo, llevándome al coche.

-No Carlos, llévame a casa de Blas. Tengo que hablar con ella.

Dio la vuelta y me llevó hasta allí. Insistí en que se fuera a casa, aunque quería estar con nosotras.

Suspiré enfrente de la puerta y llamé, esperando que no estuviera en casa. Para mi mala suerte, estaba allí. Me miró preocupada y pasé, sentándome en el sillón.

Se sentó mirándome y me dedicó una pequeña sonrisa.

-Paula, por fin te veo, hace una semana que estás desaparecida. ¿Qué tal?

-Esther, te tengo que preguntar algo.

Vamos al grano. Lo hacía por Álvaro, ¿no? Ella asintió y proseguí. Era muy rastrero, pero tenía que hacerlo.

-¿Sigues queriendo a Marcos?

Pegó un bote en el sillón y empezó a temblar. "Muy bien Paula, tú siempre igual de delicada"

-Joder Paula, lo que me preguntas... La cuestión no es esa, sino si le he querido alguna vez. Y la respuesta es un rotundo No. Salí con él por pena, pero nunca llegamos a hacer nada. Paula, ¿estás bien?

-Tenías que darle una oportunidad. Se ve buen chico.

-Paula, ¿vives en este mundo? Aparte de que estoy con Blas, me atacó. ¿Estás loca? Casi nos matamos.

-Venga Esther, no me irás a decir que quieres a Blas.

Qué ocurrente eres, Paula. Vas a conseguir que te eche de su casa.

-¿Qué quieres decir? Paula, estás muy rara.

-No me has respondido.

-No le quiero, le amo. Y si no lo entiendes, es tu problema.

-No te enfades. Por favor...

-No estoy enfadada, sólo un poco molesta. ¿Qué harías si te dijera que no quieres a Álvaro? Esa cara, si, esa cara que estás poniendo.

-Esther...

-¿Si?

¿Se lo debía contar? La conocía demasiado, y seguro que iba a su casa y le montaba una buena. Y lo último que quería era ponerla en peligro.

-Nada, siento todo esto.

Me levanté para irme, pero cuando estaba en la puerta me giré, mirándola a sus ojos verdes.

-Ten cuidado por dónde pisas.

Entonces me fui, dejándola con cara de póker.

Caminé hasta casa llorando, ¿cómo podía haber dicho eso a mi mejor amiga? Paula, eres una rastrera, joder. ¡Se lo debería haber contado! Pero la conocía demasiado bien; iría a su casa e intentaría matarle. Y esa es una de las cosas que no puedo permitir en este mundo. Por ahora.

Empezó a llover; "Genial" pensé. Se escapó un bufido de entre mis labios y me agarré la chaqueta, casi corriendo para llegar a casa.

Carlos estaba a la puerta, entrando en el portal. Me vio y abrió la puerta, esperando a que pasara. Subimos a casa y se sentó en el sillón, arrastrándome con él.

-Paula, ya me estás explicando todo esto.

-No sé de qué me estás hablando.

Suspiró y chocó la cabeza contra el respaldo del sofá. Me miró, derrotado.

-De verdad, no sé a qué te refieres.

"Qué ocurrente eres, hija mía".

-A qué le has dicho a Esther, por qué no te ha traído ella, qué te ha dicho Marcos. Paula, te conozco demasiado, y sé cuándo me mientes.

Resoplé y empecé a contárselo. Total, iba a morir, ¿no?

-Carlos, me engañó, ¿vale? Me dijo que si no convencía a Esther de que volviera con él, haría daño a Álvaro. Y ya sabes que no puedo permitirlo, porque si le pasa algo a él por mi culpa, yo... Joder, es lo mejor que tengo.... Tenía que intentarlo, pero Esther no se enfadó; hice que estuviera molesta, estaba mintiendo a mi mejor amiga, ¿vale? Carlos, no sé mentir, y menos si de mis mentiras puede salir Álvaro perjudicado.

Ya estaba temblando, él me agarró y me dio un fuerte abrazo. Yo sólo podía llorar, llorar de impotencia por no poder hacer nada por la gente que quiero.

-Paula, eh, no llores ¿vale? No le va a tocar, nos ocuparemos de que no se acerque a vosotros. No tenías que haber ido, ahora estás en su juego. No os va a tocar ni un pelo, te lo prometo. Si hace falta, yo me encargo. ¡Y ya sabes que no sé pelear!-reí- El caso es que no estés así; es un titiritero.

Sus palabras me reconfortaron. ¿Qué haría yo sin Carlos? Nada, no sería nada.

Un mirador con vistas al infinitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora