Estábamos sentado en el sillón, comiendo unas galletas, y hablando. En la televisión sólo había películas de Navidad y programas varios, así que no la habíamos encendido en todo el día.
-Blas, gracias, de verdad.
-No las acepto. Te mereces esto, por todo lo que has tenido que pasar.
Acarició mi mejilla y nos quedamos un rato, en silencio, disfrutando el momento. Pero no paraba de venirme a la cabeza el mismo tema, así que le tuve que soltar el rollo.
-¿Qué haremos si Marcos vuelve?
-Nos defenderemos. No dejaré que te toque, no eres suya, eres mía.
-He pensado... Apuntarme a unos entrenamientos que hay en los recreativos de ahí abajo, quizá me ayude a recordar.
-¿Recordar? ¿El qué?
-Bueno, no soy una chica indefensa, ya sabes.
Intenté hacer la gracia para que no preguntara, pero no sirvió de nada.
-Esther...
-Hace unos años, cuando yo todavía era una adolescente rebelde, necesitaba descargar toda esa ira que acumulaba en casa, y todas las noches me escapaba por la ventana para ir a unas peleas callejeras que organizaban los chavales con la misma rabia que yo, y participaba en alguna.
-¿Alguna?
-Vale, casi todas.
-¿Lo sabía tu madre?
-¿Estás loco?
Me acomodé en el sillón para hablar.
-Una vez, llegué con la nariz rota, y le dije que me había mordido un perro. ¡Y la tía se lo creyó! De verdad, qué madre más pava tengo...
-O sea, que no es la primera vez que te rompes la nariz.
-Bueno, en una pelea, no.
-¿Y cuánto es lo que sabes de lucha "cuerpo a cuerpo"?
Espera, ¿por qué tantas preguntas? Quizá era curiosidad, simplemente. ¿Y si era algo más? Puede que me diga que le enseñe.
-Bastante.
Admití. No me gustaba hablar de ello, no es una cosa de la que fardas normalmente.
Miró mi expresión y se dio cuenta de que no quería hablar de ello, era una cosa que me incomodaba y me avergonzaba.
-Podrías enseñarme.
-¡Por supuesto que no!
Me miró confundido, con los ojos abiertos como platos.
-No quiero exponerte a esa clase de peligro. Yo te cubriré si nos ataca, no tenemos por qué preocuparnos.
-En estos casos... El chico debe proteger a la chica, ¿no?
-No has contado con que tú eres una nena.
Dije picándole y dándole golpes en el pecho con el dedo índice.
-Por lo menos no me han clavado un cuchillo y tengo que ir como un cojo que vende cupones.
-Otra razón para que seas una nena. Seguro que habrías llorado y todo.
Empezamos a reírnos por nuestra absurda conversación y suspiré. Miré el reloj y me levanté; tenía que empezar a hacer la cena de esta noche.
Fui a la cocina y empecé por el segundo plato, que yo creo que era lo más difícil. Blas me ayudó, pero más que nada se dedicó a comer un poco de cada cosa que cocinaba.
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Un mirador con vistas al infinito
Romance¿Y si todo cambia? ¿Y si tu vida da un giro de 180° cuando menos te lo esperas? Esther es una chica problemática, pero cuando conoce a Blas, su vida cambia completamente. La pregunta es: ¿Cambia a mejor? ¿O a peor? Sólo tienes que leer para averigu...