Capítulo 23

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"Me encontraba en una habitación, o eso creía. Más bien parecía un sótano. Todo estaba oscuro, menos un pequeño ventanuco por el que entraba un halo de luz, muy fino. La puerta era de metal, de unos 10 centímentros de gruesa, con una pequeña red metálica en la parte superior. Intenté levantarme, pero tenía las muñecas y los tobillos atados, y estaba de rodillas, frente a la puerta. Notaba palpitar la cara, y cuando me toqué el pómulo, vi que estaba hinchado. De repente, la puerta se abrió y encendieron la luz, dos siluetas se acercaron a mí. La que parecía más grande, empujó a la otra a mi lado y cayó al suelo, llevaba una bolsa negra en la cara y no podía saber quién era. El otro se acercó a mí y le cogió, le puso en la misma posición que yo, delante mía, y le quitó el manto de la cabeza. Ahogué un grito y tragué, era Blas. Tenía la cara igual que yo, pero él tenía el ojo morado. El secuestrador me obligó a decirle dónde tenía mi dinero, o eso creía, no le oía. Cogió a Blas del cuello y le rebanó, haciendo que se cayera mientras se desangraba. Grité con la cinta puesta en la boca mientras se acercaba a mí, sujetando el cuchillo manchado de sangre"

Me desperté revolviéndome en la cama, me incorporé sudando mientras Blas me sujetaba la cabeza.

-¿Estás bien? ¡Qué susto me has dado!

-Lo siento... Sólo ha sido una pesadilla.

-¿Qué era? No parabas de gritar, y de decir "No, no te lo voy a decir" "Suéltale" y algunos insultos.

No quería contárselo, no por ahora, no quería volver a recordarlo. Me levanté y fui al baño, quizá una ducha me relajaba y no le daba tantas vueltas. Me metí en la ducha mientras Blas entraba y me decía que iba a preparar el desayuno.

La ducha me relajó un poco, aunque seguía dando vueltas a aquella pesadilla mientras me cepillaba el pelo. Me vestí con algo sencillo, y bajé a desayunar con Blas, el que estaba de espaldas a mí comiendo una tostada con mantequilla y mermelada.

-¿Estás agusto así?

Le dije mientras me reía, no llevaba camiseta en pleno Diciembre y yo estaba muerta de frío.

-Se está muy agusto, deberías probarlo tú también.

Bufé y removí mi café con leche mientras cogía una tostada y comía. Caía un poco de nieve, aunque parecía no querer ir a más.

-¿Qué quieres hacer hoy?

-No lo sé, quizá salir por ahí. No me apetece estar en casa todo el día.

-Por cierto, Papá Noel se pasó ayer por nuestro árbol y dejó algo para ti, no sé lo que es. Vamos, ábrelo.

Fui hacia el árbol mirándole y riendo y cogí una cajita. La abrí, dentro había unos pendientes preciosos.

-Son preciosos.

Me quité los míos y me los puse, enseñándoselos.

-Pero sabes que yo te quiero por ti, no porque me regales cosas.

Me acerqué a él y le di un beso.

-No son míos, el cartero los trajo esta mañana. ¡Es verdad! Me ha dado una carta, no quieres leerla.

Me avisó, aunque la cogí igual. Abrí el sobre, aunque Blas ya la había leído, y me dispuse a hacer lo mismo.

"Esther:

Sé que no debería escribirte desde lo que pasó el otro día, pero creo que es la única forma de contactar contigo. Que sepas que te quiero, y lo que ocurrió el otro día, bueno, no era yo. No soy así, no le haría eso a la mujer que quiero por nada en el mundo. Vamos, Esther, me conoces demasiado bien. Ansío ese beso tuyo, ese tiempo que salimos no me quisiste dar ni uno. ¿Tan malo soy?

Un mirador con vistas al infinitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora