Capítulo 34

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Esther POV

Me fui de casa de Paula corriendo, Carlos me perseguía pero intenté despistarle. Volví a por mi coche y arranqué, mirando a la carretera en todo el trayecto.

Alguien me cogió la mano y me obligó a aparcar y parar. Lo hice, suspirando.

-¿Adónde vas?

Dijo esa voz, mirándome en la oscuridad. Reconocería ese cabello rubio por mucha penumbra que hubiera.

-A casa de Blas...

-¿Por qué? ¿Por qué te ha dado ahora por Blas? ¿Es que vas a perdonar lo que nos hizo?

-Carlos... Las palabras de Álvaro me hicieron reflexionar, él no quería hacerlo, estaba nervioso y le temblaba la voz. Incluso puedo decir que se le saltó alguna lágrima. Él no es malo, Carlos.

Se quedó callado y yo arranqué, para parar delante de la casa de Blas. Cruzamos los dos el pequeño pasillo de piedras que cubrían dos jardines, uno a cada lado. Todo estaba rodeado de flores, y había empezado a crecer la enredadera que había plantado hace ya tiempo. Todo el jardín parecía bien cuidado.

Abrí la puerta con las llaves que todavía conservaba y entramos; Carlos iba delante, todavía tenía la estúpida idea en la cabeza que me podían atacar. Maldito rubio sobreprotector.

-Vale Carlos, está todo limpio, puedes irte.

-No pienso salir de aquí sin ti.

Encendí la luz y, encima de la mesa del comedor, estaba mi pijama perfectamente doblado y encima suyo una nota en papel azul; mi color preferido.

"Te he lavado el pijama y arriba tienes algo de ropa. Escribo esta nota porque creo que cuando llegues, a lo mejor estoy dormido.

Te quiere, Blas."

Carlos gruñó y me tendió el pijama. Yo mientras, miraba la nota cual tonta con una sonrisa de enamorada. ¿Qué me estaba pasando?

Fui al baño y me cambié. Mi pijama era sencillo: un pantalón corto con rayas naranjas, y una camiseta de tirantes blancas. Me hice una coleta y subí arriba, entrando a la que antes era nuestra habitación.

Oí la puerta de abajo cerrarse, así que quizá Carlos ya se había ido al ver que, de momento, no había peligro.

Me tumbé a su lado en la cama, abrazándole. Así me quedé dormida, con él a su lado dándome su calor.

Me desperté cuando los rayos de sol nacían por el orizonte de la ventana. El silencio se hacía en la habitación, estaba sola en la cama. El único rastro que había suyo era su pantalón de pijama en el suelo. Me levanté y rebusqué en el armario ropa. Me puse un pantalón vaquero, una camiseta de manga corta, unas vans verdes y una chaqueta del mismo color. Encontré unos calcetines gordos, así que me los puse. Todavía hacía frío fuera.

Bajé al piso de abajo con cautela: Ya me había guardado mi navaja en el bolsillo, la cual llevaba a todos los sitios. Y más si veía que podía haber peligro.

La llevaba todos los días desde que me habían secuestrado. Sólo de recordad ese momento, me daban escalofríos y ganas de huir de esa casa, lejos, muy lejos de allí.

Me senté en la mesa del comedor, donde él descansaba mientras mojaba una galleta integral en su leche con café. Me tendió un vaso, el que yo recibí con buen gusto. Estaba caliente, así que soplé un poco y bebí un trago. Me quemó las entrañas, así que lo dejé de lado un momento.

Nos quedamos los dos en silencio, sólo mirándonos de vez en cuando y sonriendo como dos tontos.

-Supongo que quieres hablar.

-Para eso me llamaste.

-Verás, quería explicarte lo del secuestro.

Empecé a temblar y se me paró el corazón por un milisegundo, después suspiré y le di permiso con la mano.

Paula POV

Caminaba por los pasillos vacios de la prisión acompañada de un guardia corpulento que me sacaba 3 cuerpos y 1 metro de alto. Me agarraba del brazo haciendo demasiada presión, lo que hacía que me doliera. Pero no se me ocurría quejarme, no delante de todos los ojos lascivos de los prisioneros que me miraban a través de las rejas que les separaban de la libertad, como la que tenía yo.

Me llevó a la sala de visitas. De verdad, era como las películas: Unas cuantas sillas, delante de un espejo y un teléfono al lado. El guardia me indicó cual era mi asiento y me coloqué, esperando a que llevaran a Marcos.

Entonces, se presentó delante mía. Lucía un traje naranja, con su número bordado en el pecho: 7249. Él cogió su teléfono y yo hice lo mismo, esperando lo que tendría que decirme.

-Vaya Paula, cuanto tiempo. Estás guapísima.

Bufé y le miré, esperando a que dijera algo más.

-Verás, tengo un chivo en la cárcel. Más bien es un guardia, me deja tirarme a su hija y yo no le mato. Además, me hace una serie de favores personales. Como esto.

Cogió de la mesa un papel blanco y me lo enseñó por la cara en la que tenía imagen. Definitivamente, era una foto. Una pareja besándose. La chica parecía oponerse, incluso le estaba empujando al hombre.

-¿Me has llamado para que viera a unos pegándose el lote?

-Oh, preciosa, no te estás fijando bien. ¿Ves este pelo azul? ¿Y esta barba?

Serán hijos de puta, pensé en mi interior.

-Oh, dios mío.

Me llevé una mano temblorosa a la mano y solté una sola lágrima. Eran Álvaro y Esther.

-Eso no es real.

-Oh, sí que es real cariño. Ahora es donde entras tú. Me van a llevar a otra cárcel, se supone que esta es de delincuentes poco peligrosos y yo no encajo en el papel-me dedicó una macabra sonrisa- verás, me van a echar mañana o pasado, así que necesito que me ayudes a escapar. Bueno, en realidad eso no es lo que quería decir. Lo que quiero, es que me des cobijo en tu casa. Nadie sospecharía de una universitaria, con un buen trabajo y vida social activa, así que ya me estás ayudando guapa.

-¿Y por qué me has enseñado la foto?

Tenía la voz temblorosa, y de vez en cuando soltaba una lágrima.

-Sólo quería que supieras que hacían tu mejor amiga y tu novio.

Entonces, llegó el guarda y le cogió del brazo, indicando que le quedaba poco tiempo.

-Recuerda Paula: Si no me ayudas, puede que pierdas a alguien a quien quieres.

Se levantó y, antes de irse, pasó el dedo pulgar por su yugular. Me estremecí ante ese gesto y me levanté, cogiendo mi bolso y pidiendo al guarda de antes que me acompañara hasta la salida. Ya allí, suspiré tranquila. Bueno, nadie está tranquilo después de esto.

Un mirador con vistas al infinitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora